Tecnología

Martin Wolf, de FT: Las amenazas y promesas de la Inteligencia Artificial

La IA aumentaría el crecimiento anual de la productividad laboral en EEUU en 1,5 puntos porcentuales, mientras que reemplazaría 18% de los puestos de trabajo, Pero sus efectos serían mucho más profundos, transformando nuestra percepción de nosotros mismos.

Por: Financial Times | Publicado: Miércoles 10 de mayo de 2023 a las 13:30 hrs.
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Martin Wolf, jefe de Análisis Económico de FT 

En 1900, Reino Unido tenía 3,3 millones de caballos. Estos animales proporcionaban fuerza de tiro, transporte y caballería. Hoy en día, sólo queda la recreación. Los caballos son una tecnología obsoleta. Su número en Reino Unido se ha reducido 75%. ¿Pudieran los humanos convertirse también en una tecnología anticuada, desplazados por máquinas que no sólo son más fuertes y hábiles, sino más inteligentes, e incluso más creativas? Se nos dice que la amenaza es remota. Sin embargo, se trata de una cuestión de creencia. Quizás las máquinas puedan hacer mucho de lo que necesitamos mejor que nosotros mismos, con la excepción de ser humanas y tener empatía como los humanos.

Sin embargo, aunque tal revolución no represente una amenaza, los recientes avances en Inteligencia Artificial (IA) son muy significativos. Según Bill Gates, son el avance más importante desde las computadoras personales. ¿Cuáles pudieran ser las implicaciones? ¿Podemos controlarlas?

Empleo y productividad

El punto de partida natural es en el empleo y en la productividad. Un artículo de David Autor, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, sigla en inglés), y otros coautores ofrece un útil marco analítico y aleccionadoras conclusiones sobre lo que ha ocurrido en el pasado. El artículo distingue la innovación que amplifica el trabajo de la que lo automatiza y concluye que "la mayor parte del empleo actual corresponde a nuevas especialidades laborales introducidas después de 1940". Pero el foco de actividad de este nuevo trabajo se ha desplazado de las ocupaciones de producción y administrativas de salario medio anteriores a 1980 a las profesionales altamente remuneradas y, en segundo lugar, a los servicios de baja remuneración a partir de entonces. Por lo tanto, la innovación ha ido vaciando cada vez más los empleos de ingresos medianos.

Además, las innovaciones sólo generan nuevos tipos de trabajo cuando complementan empleos, no cuando los sustituyen. Por último, los efectos de erosión de la demanda de la automatización se han intensificado en las últimas cuatro décadas, mientras que los efectos de incremento de la demanda de la amplificación no lo han hecho. Nada de esto es muy alentador, sobre todo porque el crecimiento global de la productividad ha sido bastante modesto desde 1980.

Entonces, ¿qué hay del futuro? A este respecto, un análisis de Goldman Sachs es a la vez optimista y alarmante. El análisis argumenta que la "combinación de significativos ahorros de costos laborales, la creación de nuevos empleos y el impulso de la productividad de los trabajadores no desplazados plantea la posibilidad de un auge de la productividad laboral". Esto sería similar a lo que acabó sucediendo tras la aparición del motor eléctrico y de la computadora personal. El estudio estima que la IA generativa, en particular, podría aumentar el crecimiento anual de la productividad laboral en EEUU en 1,5 puntos porcentuales. El aumento sería mayor en los países de altos ingresos que en los países en desarrollo, aunque el momento en el que ocurrirá es incierto.

A escala mundial, según este estudio, la IA podría automatizar 18% del trabajo, de nuevo con mayores efectos en los países de altos ingresos. En el caso de EEUU, la proporción estimada de trabajo expuesto a los efectos de la IA oscila entre 15% y 35%. Los empleos más vulnerables serán los de oficina y administrativos, los jurídicos y los de arquitectura e ingeniería. Los menos expuestos serán los de construcción, instalación y mantenimiento. Desde el punto de vista social, el impacto recaerá más fuertemente sobre los trabajadores administrativos relativamente bien educados. Así pues, el peligro que existe es el de una movilidad descendente de las clases media y media-alta. Los impactos sociales y políticos de estos cambios parecen demasiado evidentes, incluso si el efecto general es, de hecho, el aumento de la productividad. A diferencia de los caballos, las personas no desaparecerán. Y ellas también tienen voto.

Implicancias existenciales

Sin embargo, estos efectos económicos están muy lejos de ser la historia completa. La IA representa un cambio mucho mayor; plantea profundas preguntas sobre quiénes y qué somos. Puede que la IA sea la tecnología que más transforme nuestra percepción de nosotros mismos.

Consideremos algunos de sus efectos más amplios. Sí, puede que tengamos jueces insobornables y racionales y una mejor ciencia. Pero también puede que tengamos un mundo de información, imágenes e identidades perfectamente falsificadas. Puede que tengamos monopolios y plutócratas más poderosos. Puede que tengamos una vigilancia casi total por parte de gobiernos y compañías. Puede que tengamos una manipulación mucho más eficaz del proceso político democrático. Yuval Harari argumenta que "la democracia es una conversación, y las conversaciones dependen del lenguaje. Cuando la IA piratee el lenguaje, pudiera destruir nuestra capacidad de tener conversaciones significativas, destruyendo así la democracia". Daron Acemoglu, del MIT, argumenta que debemos comprender estos daños antes de permitir el libre uso de la IA. El informático Geoffrey Hinton, un "padrino" de la IA, incluso decidió dimitir de Google.

El problema de regular la IA, sin embargo, es que, a diferencia de, por ejemplo, los medicamentos —los cuales tienen un objetivo conocido (el cuerpo humano) y metas conocidas (una cura de algún tipo)—, la IA es una tecnología de propósito general. Es polivalente. Puede cambiar las economías, la competitividad nacional, el poder relativo, las relaciones sociales, la política, la educación y la ciencia. Puede cambiar la forma en que pensamos y creamos, y quizás incluso la forma en que entendemos nuestro lugar en el mundo.

No podemos esperar resolver todos estos efectos. Son demasiado complejos. Sería como intentar comprender el efecto de la imprenta en el siglo XV. No podemos esperar ponernos de acuerdo sobre lo que hay que favorecer y lo que hay que evitar. E incluso si algunos países lo hicieran, nunca detendríamos al resto. En 1433, el imperio chino detuvo sus intentos de proyectar poder naval. Eso no impidió que otros lo hicieran, a la larga derrotando a China.

La humanidad es el Doctor Fausto. Ella también busca el conocimiento y el poder, y está dispuesta a hacer casi cualquier trato para conseguirlo, sin importar las consecuencias. Peor aún, la raza humana es un conjunto de ‘Doctores Fausto’ que compiten, en busca de conocimiento y de poder, como él. Hemos estado experimentando el impacto de la revolución de los medios sociales en nuestra sociedad y en nuestra política. Algunos advierten de sus consecuencias para nuestros hijos. Pero no podemos detener los pactos que ya hemos hecho. Tampoco detendremos esta revolución. Somos Fausto. Somos Mefistófeles. La revolución de la IA continuará.

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