Desde las primarias del 2 de julio, en que la Nueva Mayoría fue la gran ausente, el guillierismo observa con preocupación el que Chile Vamos haya logrado movilizar alrededor de 1.400.000 votantes, mientras que las divisiones y el desorden de la Nueva Mayoría podrían redundar en que el oficialismo no logre activar a su electorado de cara al 19 de noviembre próximo. De ahí la inquietud que hace semanas ronda en el sector, pero particularmente en el entorno del aspirante a La Moneda del pacto Fuerza de la Mayoría: que el mundo concertacionista, desmotivado y sin un candidato que represente sus ideas, tras la bajada del expresidente Ricardo Lagos, opte por quedarse en su casa el día de la elección.
Cada vez más conscientes de que esta definición será estrecha y una de las más difíciles para el oficialismo, el hecho de que el exmandatario se haya negado a dar alguna señal para asegurar la unidad con miras al balotaje ha provocado una fuerte inquietud en el guillierismo. Y es que -dicen algunos que ya hacen mea culpa por la estrategia de intentar alejarse de lo que fue la Concertación, especialmente al inicio de la campaña- cada vez se está haciendo más evidente que “cada voto será indispensable para pensar en revertir el favoritismo con que (Sebastián) Piñera va a pasar a la segunda vuelta, si le creemos a las encuestas”, explica un parlamentario oficialista.
Sin embargo, tal como lo perciben algunos integrantes del guillierismo, la tarea de convocar al electorado viudo de la Concertación que veía en Lagos la posibilidad de volver a La Moneda con un discurso transformador, pero mucho más moderado, no está siendo nada fácil. Y, para peor, el exjefe de Estado tampoco hace nada por facilitarlo.
En el laguismo más duro tienen la convicción de que después “de como se le trató” tampoco tiene por qué sucumbir a cantos de sirena que sólo buscan usar su figura para acarrear al votante renuente a inclinarse por el periodista, tanto en la primera como en la segunda vuelta.
De hecho, los laguistas más comprometidos -que aún quedan muchos, aseguran quienes son favorecidos con la amistad o sólo el reconocimiento del exmandatario- no olvidan cuando al inicio de su campaña, Guillier no tuvo ningún escrúpulo en relacionar a Lagos con la “vieja política”, discurso que se hizo recurrente incluso entre quienes levantaron al senador como candidato presidencial en el PS.
¿Boleta o factura?
La ansiedad que estas últimas semanas ha mostrado el guillierismo por lograr un gesto de Lagos, donde el propio candidato se ha referido al rol que espera que cumpla el expresidente, no ha surtido ningún efecto.
El 6 de octubre pasado, Guillier dejaba entrever esta preocupación -que cada vez es más manifiesta en su entorno- al destacar el rol de unidad de cara a una segunda: “Es importante que estas figuras que nos cubren a todos (en referencia a los expresidentes Lagos y Eduardo Frei), tengan la posibilidad de representarnos a todos y ayudar a reagrupar las fuerzas”.
Esto, porque atribuirse cercanía al legado de Lagos ha generado una tensión permanente entre la abanderada de la Democracia Cristiana, Carolina Goic, y Guillier estas últimas semanas.
Y ha sido el propio exmandatario quien ha contribuido a la inquietud del guillierismo, no sólo al salir a negar cualquier acercamiento con ese sector, sino también por su política de apoyos parlamentarios. Porque no ha pasado inadvertido para nadie que algunos de ellos perjudican a figuras que en el laguismo son estigmatizadas como desleales con la figura del exjefe de Estado. Ese fue el caso de su respaldo a Salvador Urrutia en desmedro de José Miguel Insulza o a Jorge Tarud en directo perjuicio del timonel socialista Álvaro Elizalde.
En este último caso, incluso se comenta, que el actual diputado PPD hace mucho que no es cercano al exmandatario, por lo que su apoyo solo cumpliría la función de pasarle la cuenta a Elizalde.
Adicionalmente, está el hecho de que el laguismo duro comparte de principio a fin los dichos de Carolina Goic respecto a la candidatura del periodista está “tomada por el PC”.