José De Gregorio habla rápido. Y en varias oportunidades apenas termina una idea para comenzar a entregar otra. No le gusta perder el tiempo y así como expresa sus opiniones, es también su vida después de dejar la presidencia del Banco Central. Actualmente, comparte sus actividades entre sus funciones en la Facultad de Economía y Negocios de la U. de Chile, los directorios de empresas y las diversas charlas y seminarios en que participa tanto como expositor e invitado. Es más, esta semana viajará a Jackson Hole, EEUU, para asistir a la prestigiosa conferencia anual que reúne a los principales banqueros centrales del mundo y a un grupo selecto de académicos.
Este año, explica el economista del MIT, se conversará sobre el mercado del trabajo, pero enfocado en la dimensión de la macroeconomía y los ajustes en años de crisis. Pese a su agitada agenda, que en julio lo llevó por Europa y también Estados Unidos, sus ojos no se despegan de Chile ni menos del momento económico que atraviesa.
- ¿Mejorará las expectativas económicas el protocolo de la reforma tributaria y sus indicaciones?
- Va a mejorar las expectativas, pero no va a cambiar el ciclo, porque no está enteramente determinado por lo que pasó con la reforma tributaria. El debate por el proyecto generaba una incertidumbre que podría ser muy prolongada y que afecta el ambiente tanto para invertir como para consumir. Cuando hay incertidumbre es natural que se reduzca el gasto, hay ahorro por precaución, y las empresas postergan inversiones mientras esperan que se resuelva la incertidumbre.
- ¿Cuánto cree que primó el escenario de mayor desaceleración en la búsqueda de un acuerdo?
- Sin duda era una preocupación. En Chile todo lo que se quiere hacer en materia de inclusión social y de crear un país más justo e inclusivo tiene que ser en un contexto de una economía que crece. Nos interesa que todos los chilenos se suban a un carro que avanza rápido, porque la otra es detener el carro y ahí todos se pueden subir, pero no avanzamos. Por eso es primordial el crecimiento.
- ¿No cree que el gobierno perdió la brújula en el sentido de resaltar el valor del crecimiento?
- No. Yo he escuchado que es prioritario, al acuerdo así lo revela. Hay ruido de algunas minorías, pero ciertamente no es el sentir del país ni del gobierno.
- El año pasado cuando el gobierno anterior hablaba de un PIB de 4,9% para 2014, usted ya veía un crecimiento bajo 4%...
- El ciclo venía a la baja, porque así es el ciclo económico. No hay que echarle la culpa a factores externos. En 2009 tuvimos una crisis muy grande, de la que salimos con mucho vigor, con mucha creación de empleo y se produjo una fuerte alza de la inversión, del consumo. ¿Y qué es lo que ocurre con eso? El ciclo se normaliza y esa sola normalización hace que la economía se desacelere. Es súper importante tener claro que estamos viviendo ciclos económicos con menor amplitud que en el pasado. Ahora, a todos nos sorprendió que la desaceleración fuera algo más severa, y parte de eso tiene su origen en un clima de mayor incertidumbre. Y en la medida que eso se despeja, debiera ayudar a una normalización más rápida. Este año es probable que el PIB este en 2,5%, aunque no es descartable que sea menos de 2,5%.
- ¿Pero falló el diagnóstico? Usted fue parte del equipo económico de la hoy presidenta Bachelet. Se sabía que venían reformas.
- Primero, la economía iba a crecer menos. Y era normal que así fuera. Lo que sí se percibe es que la incertidumbre genera postergación de decisiones de gasto, tanto en los hogares como en las empresas, en las compras como en la inversión. Se posterga porque uno quiere saber lo que va a pasar y después debiera generar una aceleración del ciclo. Soy optimista que para el próximo año la economía puede crecer a tasas más cercanas a 4%. El impulso monetario es importante. Lo que pase más en el largo plazo dependerá de cómo hagamos las reformas y del clima que vayamos generando.
- ¿Las otras reformas tendrán impacto en la economía como lo ha sido la tributaria?
- Las reformas constitucionales y educacionales, si bien son grandes reformas, es más difícil que tengan impacto directo en la actividad económica, pero sí afecta el ambiente, el estado de ánimo, las decisiones. Claro que reformas mal diseñadas pueden revelar incompetencia.
- ¿Hubo sobrerreacción del mundo privado ante la reforma tributaria?
- Uno no controla el ciclo económico ni tampoco las reacciones que habrá en el ambiente político. Y lo que sí hay que reconocer con bastante hidalguía es que no se había ido al detalle de la reforma tributaria, como lo hizo el Senado, que tiene el poder, la influencia y la capacidad de hacerlo. Y lo hizo muy bien.
- ¿Y se rescató en las indicaciones el valor del ahorro y de la inversión?
- Sí, aunque desde un punto de vista más general lo importante para crecer es la productividad y andar generando incentivos para el ahorro y la inversión puede simplemente terminar favoreciendo a grupos específicos. Por eso, creo que de repente esta súper obsesión por la brecha entre primera categoría y global complementario para generar ahorro tiene mucho de mito. A veces, solo sirve para sacar ingresos encubiertos con la tasa de primera categoría.
- ¿Queda mucho por hacer en el área de la productividad para que se empiece a notar en el crecimiento del Producto tendencial?
- Sí. Pero diferenciemos. En el corto plazo lo que tenemos que hacer es manejar el ciclo y ahí está la política monetaria y la política fiscal. Pero en términos de largo plazo lo más importante es la productividad. En años pasados el PIB tendencial estaba cerca de 5% y ahora es más probable que ronde el 4,5%. Para avanzar, necesitamos energía, un ordenamiento que permita terminar con la sensación de que tenemos un sistema institucional que hace muy complejo la implementación de proyectos y, además, un Estado que facilite -menos amenazador- que la gente pueda desplegar su creatividad.
- A estas alturas, ¿cree que los empresarios tienen excusas para postergar sus inversiones?
- No me gusta ponerlo así. Cada uno invierte cuando le parece razonable. Esto no es una cosa de que los empresarios en un cónclave toman sus decisiones. No, así no se toman las decisiones en el mundo privado. En el primer semestre hubo incertidumbres que no sólo afectaron a las compañías grandes, sino también a las pymes, a los hogares. Por lo tanto, hay que ver cada tema en su contexto. En una economía descentralizada con alta competencia, estas son cosas que cada empresa las va decidiendo de acuerdo a sus propias perspectivas. Esa es la manera más simple de ponerlo.
- ¿Se sumaría a lo que está planteando un sector empresarial de detener la reforma laboral dado el actual contexto?
- No. Lo que uno ha escuchado en el ámbito laboral son cosas súper razonables. Debe haber una discusión seria. Estamos en la etapa previa al diálogo, en una etapa primaria y es absolutamente válido poder discutir temas laborales, que son muy importantes para el país.
El “consumismo” del Central
- ¿Se necesita un plan de contingencia adicional o basta para reactivar la economía la agenda de energía, de productividad, acelerar obras públicas?
- Hay cosas que en esta parte del ciclo uno puede apurar, como los temas de infraestructura. Esto nos ayudará a complementar lo que pasará por el lado de la inversión privada y del gasto, que debieran recuperarse. Además, los sectores exportables están en un mejor escenario en términos de rentabilidad. También la política monetaria debería aumentar su contribución y eso debería generar un panorama para ir hacia una recuperación vigorosa. Por eso cuando uno habla de 4% para el próximo año, se ve perfectamente posible.
- ¿Qué tanto debiera acelerar el Banco Central su aporte?
- Es algo que van a tener que ir viendo ellos.
- ¿Pero están atrasados?
- El año pasado hubo un excesivo “consumismo” en el Banco Central. No fue la posición oficial del banco, pero cuando uno lee las minutas se nota que hubo más preocupación por el consumo que por la inflación. Entonces, eso desvía un poco la atención de la meta de inflación, que tuvo una aceleración, pero transitoria. El compromiso con la meta es lo que permite atenuar el ciclo.
- ¿Hubiera partido antes con la baja de tasas pese a que el consumo seguía fuerte?
- El crecimiento del consumo es la última cifra que yo miraría para tomar una decisión de política monetaria, además todos sabíamos que se iba a desacelerar. Es mucho más importante lo que está pasando con la brecha de actividad, lo que está pasando con las velocidades de crecimiento y cómo eso impacta las perspectivas inflacionarias. Ahora, ¿qué hubiera hecho yo? No sé, no me parece justo ponerme en esa situación. Sí he aprendido mucho de que hay que darle más activismo a la política monetaria, o sea, estar dispuestos bajar un poco más, pero también a subir cuando es necesario. Porque sí hay una cosa de la cual estoy convencido, es que el principal conductor de política del ciclo económico es la política monetaria. Hay momentos en los cuales no evita que la economía se desacelere, no evita que la incertidumbre afecte la desaceleración, era imposible que nosotros evitáramos el colapso que hubo en el año 2008-2009, pero lo que uno tiene que hacer es facilitar las recuperaciones, facilitar que la respuesta de la economía sea positiva. La política fiscal ayuda, pero tiene márgenes bastante más restringidos.
- Hay personas que hablan de que podríamos estar ad portas de una recesión auto infligida…
- No, no. Hay que separar: qué es lo que uno tiene y a dónde vamos o no a llegar. Lo que sí, este momento representa un desafío importante al manejo del Banco Central y de la política fiscal. Nadie está hablando del grado de agresividad de 2009, sería absolutamente inadecuado con lo que hemos visto hasta ahora, pero la política monetaria puede tomar un rol bastante más determinante. Las reducciones de la tasa han sido adecuadas y es esperable que baje más.
- ¿A qué nivel llevaría la tasa?
- No descartaría que la tasa llegue a 3%.
- ¿Y qué rol que le queda a la política fiscal?
- La política fiscal tiene que ser contracíclica, pero también capaz de retirar el estímulo cuando corresponda y ese es el drama de las políticas fiscales. ¿Qué se puede hacer? Acelerar cosas que uno igual tiene en agenda, como obras de infraestructura, eso es positivo. Del lado tributario, por ejemplo, la propuesta de otorgar algún beneficio para retirar rápido el FUT, puede tener algún impacto macro más allá del que tendrá en las finanzas públicas de largo plazo y que a uno no le interesa que existan estos mecanismo en el largo plazo. Pero en la coyuntura actual puede acelerar un poco el gasto, que es lo que necesitamos hacia el próximo año.
- ¿El Presupuesto 2015 debe tener un gasto mucho más elevado?
- Hay que sujetarse a los parámetros que el gobierno ha dado desde un principio, de cómo va a ser su convergencia hacia el equilibrio fiscal y, en ese contexto, que no pase lo del año pasado de haber puesto un 4,9%, cuando nadie, ¡nadie!, pensaba que iba a ser 4,9%. Además, fue un 4,9% con trampa, porque fue un 4,9% diciendo “nosotros hubiésemos llegado al 4,9%”. Fue un 4,9% con cero credibilidad. Por lo tanto, hay que tener un escenario realista, creíble, y que sea de convergencia a una situación fiscal equilibrada.

"En el protocolo primó la política del diálogo, no de la colusión"
- ¿Cómo ha visto la discusión de la reforma tributaria?
- El origen de la reforma viene de las propuestas de primera vuelta de Orrego y Bachelet. Ambos abordaban el ir a un sistema tributario de base devengada, lo cual yo apoyé. Ahora, ¿qué fue lo que ocurrió? Tres cosas: primero, había dudas sobre su constitucionalidad e implementación. Lo segundo, esto no era un cambio gradual, sino que abrupto. En la declaración de rentas de 2018 uno pasaba de un sistema sobre base retirada a otro de base devengada sin preparación previa. Por lo tanto, esto iba a producir una incertidumbre durante los próximos cuatro años que iba a debilitar notablemente la actividad económica. Y tercero, no había mecanismos para estimular el ahorro, es decir, no castigar el consumo futuro, que se genera vía ahorro.
- Tras las indicaciones, ¿la reforma es mejor al proyecto original?
- No había incentivos al ahorro claros. La idea general es que los sistemas tributarios sean más favorables al ahorro versus al consumo presente. En este sistema había que buscar mecanismos de incentivos al ahorro. Dado este escenario, se debe reconocer el trabajo que hizo la comisión de Hacienda del Senado. A mí me tocó ir un día en la noche, fue un trabajo responsable y es lo que uno espera que ocurra en el Senado, las cosas no se deben cocinar fuera del Senado. Y, en este sentido, el protocolo de acuerdo no fue una política de la colusión, como algunos tratan de pintarla, primó la política del diálogo ni siquiera de los acuerdos. Es la política de sentarse a conversar, de entender, y ver lo que es mejor para el país dado los objetivos importantes, como es la recaudación fiscal. Y bajo estos principios, lograr la mejor reforma considerando que había una propuesta conceptualmente razonable en el papel, pero que una vez en el mundo real tenía problemas muy complejos.
- ¿Qué cosas faltaron?
- Hay cosas que no me gustan. No me parece que los dividendos paguen más que los ingresos laborales. Es decir, la tasa máxima de los ingresos laborales es 35% y la de los dividendos es 44,5%. Eso es anti ahorro, porque si bien genera incentivos para mantener las utilidades ya existentes en la empresa, castiga a quienes vayan a ahorrar y en algún momento quieran retirar las utilidades. No obstante, no es un tema que sea de primera magnitud.
- ¿La coexistencia de dos sistemas tributarios para las empresas?
- Esto se puede arreglar y se debiera ordenar bastante bien. Es enredado que haya dos sistemas, que existan muchos sistemas, que alguien piense que le convenía un sistema y no en el que está. Lo que uno quiere como principio general es que la gente se dedique a trabajar y no a buscar alternativas para pagar menos impuestos. Y en estas cosas es mejor tener menos sistemas. Pero son todos aspectos arreglables, porque lo importante es que no se termine con un sistema tributario donde los más informados, los que tienen más capacidad de escudriñar, son los que más se benefician, versus el ciudadano normal, que trabaja, que le va bien.
- Si bien primó el diálogo, también hubo lobby.
- El lobby siempre aparece haya o no diálogo. El de los alcoholes, el de renta presunta, el que todavía tengamos que hacer cosas raras entre la gasolina y el diésel. ¿Por qué no podemos cobrar efectivamente a quien más contamina? Y este último gato que apareció entre gallos y medianoche, que es el blanqueo de capitales. No se entiende que un gobierno progresista que busca la justicia, la equidad, le esté dando un blanqueo a quienes no pagaron sus impuestos, es contradictorio. Está bien y se entiende que algunos países lo hagan, pero deben hacerlo en serio y poner algún impuesto al menos similar al que pagan los ciudadanos que cumplen con su deber. Y esto es lobby.
- ¿La renta presunta no se justificaría?
- Una cosa que sí se debería haber eliminado hace tiempo, es la renta presunta y eso habría permitido tener menos impuestos en otras áreas. Si bien se ha ido acotando, todavía es súper rentable tributariamente invertir en un campo con renta presunta. Pero no se justifica, porque la persona que tiene un almacén en una esquina de barrio tiene que cumplir con todas sus obligaciones y no tiene renta presunta versus un transportista. Es cierto que hay beneficios para las pymes, pero esto se aplica a todos los sectores ¿Por qué hay esa discriminación entre actividades? No hay ninguna justificación. Debería haber un compromiso por desarmarlo.
- ¿Pero lo deja tranquilo como ha progresado la reforma?
- Lo que me deja tranquilo es la política del diálogo. No creo en las negociaciones ocultas, donde ganan quienes tienen más poder de lobby, sí creo profundamente en el diálogo sancionado por los políticos y eso fue lo que ocurrió. Los senadores llegaron a un acuerdo con aporte técnico. Es una reforma tributaria mejor, pero no exenta de costos. Y será fundamental que tengamos la misma disposición a discutir lo que haremos con los recursos.