Shock. No es otra la palabra con la que se puede describir mi reacción al conocer el resultado del crecimiento del Imacec de junio: 0,8%, el peor desde marzo de 2010, mes que recogió los efectos del terremoto y maremoto del 27 de febrero anterior. El nivel desestacionalizado de la serie de Imacec está esencialmente estancado al nivel de julio del año pasado. El crecimiento acumulado en el primer semestre es de 2,2% respecto al mismo período de 2013; el del trimestre 1,8%, lo que hace necesario retroceder hasta el tercer cuarto de 2009, año de la recesión internacional, para encontrar uno peor.
Alejandro Fernández B., gerente de Estudios, Gemines
Después de esto ¿en qué queda el “ir de menos a más durante el año”? La realidad es que hemos ido de mal en peor y, sí, no estamos solos en la región, nos acompañan Argentina, Brasil y Venezuela, lo que no es mucho consuelo, especialmente cuando miramos a Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.
¿A dónde tendremos que ir a buscar las nuevas proyecciones de crecimiento para el año? ¿A 2,5%?, ¿menos? Nada parece descartable a estas alturas ya que todo apunta a un tercer trimestre aún peor al segundo y a una modesta recuperación en el cuarto, por las bases de comparación más débiles, aunque luego del dato de junio nada parece muy seguro. ¿Explicaciones? Espero que a nadie se le ocurra decir que fue por el Mundial de Fútbol. Más bien, lo sabremos con mayor certeza el 18 de agosto cuando el Banco Central publique el detalle de las cuentas nacionales del segundo trimestre. Lo que debe estar ocurriendo es que la inversión sigue deprimida, el consumo está aflojando de manera más clara y, tal vez, hay un nuevo ajuste de inventarios.
¿Responsabilidades? Única y total del gobierno y la coalición gobernante que no han dejado de darse “gustitos”, incluso, desde antes de recuperar el gobierno. La reforma del sistema tributario ha generado una incertidumbre brutal, es mala y, aun con protocolo de acuerdo, no se sabe qué va a salir del Congreso.
La reforma educacional que se improvisa al vaivén de las presiones. Y no es todo. Se descarta una exitosa política de concesiones por el dogma de que el Estado (que no tiene los recursos) es el que debe construir cárceles, hospitales, caminos y puentes.
Se viene una reforma laboral que, con los antecedentes disponibles, difícilmente contribuirá a un mercado del trabajo más eficiente y competitivo, sino que todo lo contrario. La ley corta de puertos y la posibilidad de huelgas legales en éstos (de las otras ya teníamos, sin consecuencias para los infractores) tampoco contribuye a la disminuida competitividad del país. Tal vez no hay retroexcavadora, pero sí cuadrillas de demolición.
Nada justifica el pobre desempeño de la economía chilena durante este año. Desde luego, nada que esté ocurriendo en el exterior, que ha sido la tradicional causa de los vaivenes de la actividad local. Hay factores internos que no son de responsabilidad del gobierno actual: el alto costo de la energía (los dos gobiernos anteriores no hicieron nada al respecto) y el fin del boom del cobre, pero esto no es suficiente para quitar dos puntos porcentuales al crecimiento de este año y, tal vez, uno al del próximo, que se está viendo entre 3% y 3,5% a estas alturas.