El General Gana y la muerte en el exilio

Por: | Publicado: Viernes 18 de noviembre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Muchos soldados de fines del siglo XIX experimentaron un proceso doble, que se reflejó en las glorias de la victoria militar en la Guerra del Pacífico y luego en la división de la guerra civil de 1891.

Uno de esos hombres fue José Francisco Gana (1828-1894), quien ingresó muy joven a la carrera de soldado y alcanzó los grados más altos en el escalafón del Ejército. Era, además, hombre de familia aristocrática y de una formación cultural amplia, que se reflejó en algunas publicaciones personales y en el cumplimiento de importantes encargos, como la revisión del Código Militar.

En 1859 contribuyó a la defensa del gobierno del presidente Manuel Montt, ante la segunda rebelión que hubo contra su administración, y una década más tarde se trasladó al sur de Chile en el proceso denominado “Pacificación de la Araucanía”. En la Guerra del Pacífico se levantó Gana como un hombre relevante, tanto en Valparaíso como en el frente de batalla, incluidas algunas de las partes más sangrientas del conflicto, como Chorrillos y Miraflores, donde contribuyó a auxiliar a las tropas. “¡Cuántas viudas, cuántas familias sin apoyo! ¡Que el gobierno y la patria no se olviden de ellas!”, exclamó en una emotiva carta.

En los años posteriores llegó a ser Comandante General de Armas de Santiago y una de las principales figuras castrenses, al asumir como Inspector General de Ejército en 1888. En medio de la conflictiva situación política del país, el General Gana tomó parte por el gobierno de José Manuel Balmaceda (1886-1891), e incluso asumió como Ministro de Guerra en el Ministerio Vicuña (octubre de 1890), siguiendo las invitaciones del gobernante a involucrarse en política.

Por lo mismo, le correspondió firmar la instauración de la dictadura en enero de 1891 y después asumió como Senador del Congreso Constituyente. Sin embargo, la derrota del gobierno significó el comienzo del otoño del General Gana, quien se asiló en la Legación norteamericana en Chile y sufrió el saqueo de su propiedad el 29 de agosto de ese año. Pronto partió al exilio en Europa, donde su posición personal le permitió ir en ayuda de muchos que sufrían la miseria económica además del ostracismo.

En 1893 la Gran Convención del Partido Liberal Democrático lo nombró miembro honorario de los balmacedistas, donde participaron muchos de los soldados vencidos en la guerra civil. Ese mismo año, en un texto titulado “Mi protesta”, resumió con amargura su situación: “Alejado tal vez para siempre de mi país, no haré sino lamentar su desdicha”. Gana tenía razón, por cuanto falleció en el exilio el 8 de julio de 1894, cuando todavía podría “haber sido útil a su partido y a su patria”, como proclamó La Nueva República, periódico de los vencidos.

En noviembre de 1894 tuvo un funeral público y recibió reconocimientos de los balmacedistas, cuando comenzaban a cerrarse las heridas de la guerra fratricida que había enlutado a Chile.

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