En rigor, la carrera presidencial que terminará mañana comenzó hace más de un año y medio. El 23 de marzo de 2015, el republicano Ted Cruz anunció oficialmente su intención de competir por la Casa Blanca, dando pie a 597 días de polémicas, escándalos y acusaciones cruzadas.
Quizá es por eso que más de la mitad de los estadounidenses sufre del llamado “estrés electoral”, según un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, su sigla en inglés). La investigación, basada en las respuestas de más de 3.500 adultos que viven en el país, halló que la ansiedad generada por las elecciones de este martes afecta más gravemente a los mayores de 71 años (un 59% de ellos declaró estar estresado por los comicios), pero también a los llamados millenials (de entre 19 y 37 años), donde la cifra fue de 56%.
El trauma causado por estas elecciones podría ser de larga duración. “Va a haber una alienación tremenda el 9 de noviembre en las personas que pierdan”, dijo a Bloomberg el profesor de siquiatría de Stanford, Keith Humphreys.
Por su parte, la directora de la Clínica de Terapia Familiar en Nueva Jersey, Susan Macios, señaló a la agencia que “nuestra población mexicana ha estado expresando ansiedad sobre eventuales deportaciones”.
La retórica también ha afectado a los musulmanes. Según un estudio de la Universidad de Georgetown, los episodios de islamofobia han visto un aumento agudo durante la campaña: 180 amenazas o ataques a musulmanes entre marzo de 2015 y el mismo mes de 2016.
El miércoles, cuando se haya conocido el nombre del próximo jefe de la mayor economía mundial, será tiempo de comenzar a sanar las heridas que dejó la temporada eleccionaria.
Controversias sin tregua
Desde su primer discurso, Donald Trump marcó el tono que lo acompañaría durante toda su campaña: el 16 de junio de 2015, al anunciar su candidatura, señaló que “cuando México envía a su gente, no envía a los mejores (...) Envía a personas que tienen muchos problemas. Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores. Y algunos, puedo asumir, son buenas personas”.
Las controversias irían de la mano del magnate inmobiliario en su giro hacia la política. Trump competía con otros diez precandidatos republicanos, a quienes enfrentó en duros términos: insultó a Carly Fiorina por su apariencia física, atacó al padre y a la esposa de Ted Cruz y criticó la falta de dinero de Marco Rubio.
Sus dardos también apuntaron a los refugiados sirios y a los musulmanes. Para estos últimos, llegó a prometer una prohibición de entrar al país durante su presidencia.
Una vez lograda la nominación republicana, el magnate inmobiliario encauzó sus críticas hacia Hillary Clinton: cuestionó su experiencia política, dijo que ordenaría una investigación y arresto en su contra si llegaba a ser presidente y, en el último debate, la llamó “mujer repugnante”.
El estilo confrontacional del magnate neoyorquino cayó mal incluso dentro de su propio partido. McCain le retiró su apoyo, los ex presidentes Bush nunca se lo dieron -ni siquiera estuvieron presentes en la convención en que fue nominado- y el presidente de la cámara baja, Paul Ryan, se negó a hacer campaña junto a él.
La lucha con el pasado
Pese a su larga carrera política como primera dama, senadora y secretaria de Estado, Hillary Clinton vivió una dura y agotadora batalla para convertirse en candidata. Su rival demócrata, Bernie Sanders, se resistió a respaldarla incluso después de que varios medios oficializaron que ella había alcanzado el número de delegados suficiente para quedarse con la nominación. Cuando finalmente lo hizo, no logró convencer a todos sus seguidores. Así, la convención demócrata de julio comenzó con pifias y polémicas, entre ellas la renuncia de la presidenta del comité del partido, Debbie Wesserman.
Los mayores tropiezos aún estaban por venir. Con la nominación asegurada y el apoyo de Sanders, Clinton se enfrentaba a su propio pasado como secretaria de Estado, en momentos en que el FBI investigaba su uso de un servidor privado para enviar y recibir correos confidenciales. En julio, el director del organismo dijo que, aunque la candidata había sido “extremadamente descuidada”, no había razón para iniciar acciones legales. Sin embargo, en octubre, a días de la votación, reveló que el FBI investigaba nuevos correos.
Uno de sus peores momentos los vivió cuando, en un discurso de campaña, dijo que consideraba que la mitad de los votantes de Trump eran “deplorables”. Más tarde pediría disculpas.
Guerra sucia
Denuncias de abuso sexual y de violación también han marcado la carrera por la Casa Blanca. En octubre, el Washington Post dio a conocer un video de 2005 en que Donald Trump se jactaba de acosar a mujeres, desatando una ola de críticas. Para compensar su caída en las encuestas, el candidato hizo una conferencia de prensa junto a mujeres que acusaban al ex presidente Bill Clinton de violarlas. También las invitó a los debates. Clinton usó a su favor la relación de Trump con las mujeres en más de una oportunidad. En el primer encuentro cara a cara, desenterró un episodio en el que su rival había cuestionado a la modelo Alicia Machado por subir de peso.
De salir derrotado mañana, el magnate neoyorquino podría alargar aún más la guerra sucia. Hasta ahora, se ha rehusado a comprometer su respeto a un resultado adverso. La pesadilla podría continuar.
Las elecciones más caras de la historia costaron US$ 6.917 millones
La ONG estadounidense Center For Responsive Politics, que realiza cada año un seguimiento a los gastos en las campañas presidenciales y legislativas, determinó que la carrera de 2016 es la más cara en la historia. El costo total proyectado por la institución es de más de US$ 6.917 millones, superior a los US$ 6.285 que costó la elección de 2012 (o US$ 6.609, al ajustar por inflación).
Del total, más de US$ 4.200 millones se han gastado en las disputas por el congreso, mientras que los otros US$ 2.650 millones se han inyectado en la carrera presidencial.
Según esa misma fuente, la carrera presidencial demócrata ha logrado reunir un total de US$ 734 millones en donaciones, mientras que la republicana ha recibido más de US$ 562 millones.
En las carreras parlamentarias, no obstante, el partido conservador superó a sus contendores en los aportes reunidos: los republicanos anotaron un total de US$ 527 millones para sus candidatos a la cámara baja, versus US$ 431 millones de los demócratas. En el senado, el partido de Donald Trump también logró una recaudación mayor: US$ 362 millones, versus US$ 320 millones del de Hillary Clinton.
Las cifras de la ONG se basan en información de la Comisión Federal de Elecciones de EEUU.
