La energía nuclear después de Fukushima
El sábado 16 de abril, un tornado golpeó la central nuclear Surry en Virginia provocando la interrupción del suministro...
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Por Ed Crooks y Sylvia Pfeifer
El sábado 16 de abril, un tornado golpeó la central nuclear Surry en Virginia provocando la interrupción del suministro de energía a los dos reactores que tiene Estados Unidos en el lugar.
El “apagón de la planta” (que detiene el abastecimiento de energía necesario para mantener en funcionamiento los sistemas de refrigeración de los reactores) es la amenaza más seria que enfrenta una planta nuclear. Sólo cinco semanas antes eso mismo había causado la crisis en la planta Fukushima Daiichi, operada por Tepco en Japón. Comenzó la fusión de los reactores después de que el tsunami posterior al terremoto del 11 de marzo había desactivado el suministro energético de reserva utilizado para bombear agua y enfriar el combustible nuclear.
Es el tipo de amenaza que la industria nuclear debe poder manejar si es que quiere tener un futuro. Tal como el mes pasado señaló Jim Ellis, presidente del Instituto de Operaciones de Energía Nuclear, después de Fukushima el sector se encuentra en un “momento fundamental” después de un “revés visible y visceral”.
Con los combustibles fósiles más caros, el aún elevado temor al calentamiento global y la gran cantidad de métodos renovables todavía no probados como grandes fuentes de electricidad, éste debería ser el momento de la energía nuclear. Los proveedores de reactores como Areva de Francia y GE Hitachi y Toshiba Westinghouse, que son estadounidense-japoneses (y de generadores como EDF de Francia, RWE de Alemania y Enel de Italia) anhelaban un “renacimiento nuclear” de la inversión en nuevos reactores, que estaba suspendida desde el desastre de Chernobyl de 1986.
En todo el mundo operan cerca de 440 reactores de energía nuclear, según la Asociación Nuclear Mundial (WNA por sus siglas en inglés), una organización del sector. Se están construyendo otros 60 y hay 493 planificados o propuestos, lo que crea un mercado que podría mover billones de dólares en las próximas décadas.
Después de Fukushima, esas esperanzas siguen vivas pero han menguado. La energía nuclear actualmente abastece el 14% de la electricidad del mundo, pero está en duda cuánto representará en el futuro.
El sector tiene que tranquilizar a la gente no sólo afirmando que las fallas específicas en Fukushima no pueden repetirse, sino también que los sistemas y procedimientos minimizarán el riesgo de que una crisis diferente pueda golpear otro reactor en otra parte del mundo. Cualquier solución probablemente implique compañías sometidas a un nivel de vigilancia mucho más severo.
En Surry, funcionaron los sistemas de resguardo. El incidente mostró la cara que quiere mostrar la industria nuclear: que es capaz de manejar los problemas, conforme a procedimientos bien aplicados.
Sin embargo, Fukushima expuso un panorama diferente. Un informe preliminar de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) dado a conocer la semana pasada elogió la respuesta de la industria y el gobierno japonés pero mencionó la debilidad de las regulaciones y de los “planes para casos de emergencia”. “Los sistemas regulatorios nucleares deberían brindar un tratamiento adecuado a los severos acontecimientos externos, incluyendo su revisión periódica, y deberían garantizar que la independencia regulatoria y la claridad de las funciones se mantienen en todas las circunstancias conforme a los estándares de la AIEA”, dijo. Tal como preguntó Dieter Helm, profesor de política energética en la Universidad de Oxford: “¿cómo pudo un país sofisticado como Japón colocar sus generadores de respaldo en el trayecto de una ola de gran tamaño? La pregunta es ¿qué más no se verificó?
Las revisiones mundiales de seguridad nuclear ya comenzaron a exponer fallas en otros países. En EEUU, la Comisión de Regulación Nuclear del gobierno condujo una evaluación rápida que detectó que de los 65 lugares donde se encuentran reactores operando, 12 tenían “problemas” con algunos de los estándares de seguridad, a menudo vinculados con la capacitación. Dave Lochbaum, ex instructor de Comisión Reguladora Nacional estadounidense (NRC por sus siglas en inglés) que ahora pertenece al grupo ambientalista Union of Concerned Scientists, comentó: “la historia de la industria indica que es muy buena para detectar cuáles son los problemas y qué se necesita hacer. Pero no tanto para idear cómo lograr que eso se implemente”.
Definitivamente, la industria está teniendo que hablar con más humildad. “Más que nunca, tenemos que dar la imagen de credibilidad y transparencia”, comentó Vincent de Rivaz, director de la francesa EDF en el Reino Unido, donde encabeza uno de los programas nucleares más ambiciosos del mundo desarrollado. Agregó: “habrá un antes y un después de Fukushima. La industria está decidida a aprender todas las lecciones”.
Las soluciones propuestas abordan tanto la respuesta como la prevención de crisis. En cuanto a la respuesta, Ellis del Instituto de Operaciones Nucleares (Inpo) y otros están pidiendo personal capacitado y equipos como bombas móviles de respaldo que sean sólo para emergencias. Otras propuestas se centran en aplicar normas más estrictas para evitar las fallas que hicieron posible el desastre de Fukushima.
Pierre Gadonneix, ex CEO de EDF que ahora preside el Consejo Mundial de Energía, una organización del sector, afirmó que el acuerdo actual -donde la AIEA hace recomendaciones pero las autoridades nacionales son mayormente responsables de supervisar la seguridad- “permite demasiadas discrepancias entre países”. A largo plazo, “debemos fomentar un nivel de gobierno verdaderamente internacional”. Rusia, que tiene una importante industria de energía nuclear y fuertes ambiciones para exportar, quiere que los estándares de seguridad de la AIEA sean de cumplimiento obligatorio. Pero los estados miembro están divididos y el mandato de la AIEA se discutirá en el encuentro de este mes. Muchos expertos dudan que la AIEA, que se centra en controlar la proliferación, también sea capaz de regular.
Autorregulación alerta
En EEUU, Inpo brinda un nivel adicional de supervisión más allá del que ofrece la Comisión Reguladora Nacional estadounidense. Creado después del accidente en Three Mile Island en 1979, el Inpo envía inspectores propios y de otras compañías nucleares a calificar todos los reactores del país. Para hacer revisiones lo más transparentes posible, las notas que otorga no son publicadas abiertamente pero pueden tener un impacto importante. Las aseguradoras las utilizan para calcular el costo de una póliza para la planta. También son informadas a la Comisión Reguladora Nacional estadounidense y las plantas en malas condiciones pueden enfrentar acciones.
Pero quizás la sanción más severa sea que todos los años los CEO del sector se reúnen en la casa matriz del Inpo en Atlanta y asisten a un encuentro a puertas cerradas donde los operadores de las centrales que no recibieron buenas calificaciones están obligados a explicar las medidas que planean tomar para revertir eso.
Crowell asegura que la mejor forma de mejorar la seguridad y recuperar la confianza es globalizar ese modelo, a través del equivalente internacional del Inpo, la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (Wano) con sede en Londres. La Wano ya realiza revisiones de sus miembros. Sin embargo, no emite calificaciones y no puede obligar a que se tomen acciones correctivas.
El sistema de EEUU no es perfecto. Lochbaum de la Union of Concerned Scientists señaló que desde Three Mile Island, 48 reactores tuvieron que cerrar durante más de un año, sugiriendo que el Inpo no pudo detectar y evitar amenazas con la suficientemente antelación. Pero acepta que el Inpo hace un buen trabajo cuando fija estándares de capacitación y comparte información.
Sin embargo, muchos ejecutivos del sector nuclear aceptan que la amenaza que enfrenta la industria es tan seria que es inevitable un cambio radical. “Todos los ejecutivos con los que hablé comparten la idea de que necesitamos una Wano más sólida,” comentó George Felgate, director general de la Wano. “Simplemente no podemos tener otro accidente, en particular uno provocado por un error humano”.