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La pragmática búsqueda de la prosperidad

Un ex economista jefe del Banco Mundial aparece con un modelo original e inteligente de desarrollo económico.

Por: | Publicado: Viernes 26 de octubre de 2012 a las 05:00 hrs.
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Por Martin Wolf



El economista chino Justin Li, que hasta hace poco era economista jefe del Banco Mundial, escribió el libro “The Quest for Prosperity: How Developing Economies Can Take Off”, que es tan notable como ambicioso: su objetivo es mostrar la ruta al desarrollo económico. Esto es ambicioso, porque ha sido el santo grial de la economía desde su inicio.

El destacado atributo del modo de pensar de Lin es la practicidad. Como admirador del difunto líder de China, Deng Xiaoping, él tampoco se preocupa si un gato es negro o blanco mientras atrape ratones. Reconoce la contribución decisiva de las fuerzas del mercado. Pero también está a favor de un rol del gobierno que empuje esas fuerzas en la dirección correcta. Sólo así, señala, los países pueden hacer el largo viaje de la pobreza a la prosperidad.

Como en las viejas economías industriales la versión que avanza Lin reconoce la importancia de obstáculos para el progreso económico que los emprendedores individuales no pueden superar por ellos mismos. Pero en oposición a esa escuela, Lin, influenciado por su entrenamiento y experiencia en el este asiático, señala la importancia de explotar la ventaja comparativa de un país.

En su rechazo a lo que él etiqueta la estrategia de “desafío a la ventaja comparativa”, Lin está en línea con la economía neoclásica. Pero también enfatiza el rol del gobierno activo en guiar a la economía y superar los obstáculos del proceso de la continua mejora de la economía. Esto, entonces, es pensamiento heterodoxo.

¿Cómo este enfoque puede transformarse en política práctica? La respuesta es encontrarse en lo que Lin llama “identificación del crecimiento y marco de facilitación”. Esto tiene seis pasos. Primero, se escoge un país para seguir que tenga un set de recursos similares, pero cerca del doble de ingreso real per cápita. Luego, se identifica las industrias transables que han crecido por dos décadas. Segundo, si las compañías son ya activas en estas actividades, se identifica las limitaciones para mayores mejoras y nuevos ingresos. Después, se actúa para removerlas. Tercero, donde esas empresas no son activas aún, se busca inversión extranjera directa en estas actividades. Cuarto, se buscan industrias donde las empresas locales se están ampliando: mejoras en la infraestructura o apoyo para investigación y desarrollo son posibilidades. Quinto, donde la infraestructura y los climas de negocios son pobres, se concentran las actividades en zonas económicas especiales o parques industriales. Sexto, se entregan incentivos de tiempo limitado para compañías pioneras.

La idea que rescata es que el desarrollo que se hace en saltos, pero pequeños, tiene sentido. Se debe ser ambicioso, pero no muy ambicioso. Ese es un buen resumen de lo que los países como Singapur y Corea del Sur han hecho.

Quizás porque es una persona con conocimiento cercano, Lin ha hecho un mejor trabajo en explicar por qué el enfoque del este asiático para el desarrollo funcionó mejor que otros. Por supuesto, su enfoque asume apoyo competente del gobierno. Pero sin eso, el desarrollo no funciona. Es libro inteligente y provocativo que merece ser leído.

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