Por Constanza Morales H.
Luego de ganar las elecciones presidenciales de 2008, una de las decisiones más cruciales que debió tomar Barack Obama fue la designación del secretario del Tesoro. En medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión, la persona que estuviese a cargo de las finanzas de Estados Unidos tendría la gran responsabilidad de rectificar el camino de la primera economía del mundo.
Al haber sido el presidente de la Reserva Federal de Nueva York desde 2003, Timothy Geithner conocía de cerca el mundo de Wall Street y probablemente por ese conocimiento fue uno de los hombres clave en el rescate de US$ 700 mil millones otorgado a los grandes bancos estadounidenses.
No pasó mucho tiempo para que su nombre comenzara a sonar con fuerza como posible sustituto de Henry Paulson, el entonces secretario del Tesoro.
Durante estos casi cuatro años, este independiente de 51 años se dedicó casi por completo a estabilizar el sistema financiero al forzar a las instituciones a hacerse cargo de sus problemas y buscar fondos adicionales provenientes del gobierno y del sector privado. Geithner fue tan exitoso en esta tarea, que incluso el Departamento del Tesoro ha logrado una ganancia para los contribuyentes con el aún criticado programa de ayuda.
Casi renuncia
El año pasado, cuando el Congreso estaba discutiendo el tema del límite de la deuda, Geithner decidió que iba a renunciar para estar con su familia, que había regresado a su natal Nueva York, para el último año de colegio de su hijo.
En medio de las turbulencias financieras que provenían desde Europa y que amenazaban a la economía estadounidense, el presidente Obama ejerció presión personalmente para que Geithner se quedara —a fines de agosto del año pasado, mientras el mandatario celebraba su cumpleaños número 50 con sus amigos más cercanos, le pidió a la esposa de Geithner, Carole Sonnenfeld, que diera una caminata con él— y finalmente logró persuadirlo.
El anuncio de que el funcionario se mantendría en su cargo se produjo el mismo fin de semana en que la agencia calificadora Standard & Poor’s rebajó la codiciada triple A a Estados Unidos, debido a la disfunción que mostraba el sistema político de dicha nación.
Al poco tiempo, Geithner —quien había predicho que la degradación de la nota jamás ocurriría— comentó a CNBC que “ellos llegaron exactamente a la conclusión equivocada”, porque “al enfrentar tremendos desafíos, nuestro país ha mostrado una capacidad única y extraordinaria a lo largo del tiempo de actuar realmente con un tremendo historial de criterio”.
Luego de ese evento, el secretario del Tesoro volvió al bajo perfil que lo caracteriza para dedicarse al monitoreo de lo que estaba ocurriendo en Europa.
No al segundo período
Tras la reelección de Obama a principios de noviembre, surgieron diversas especulaciones sobre quiénes continuarían en el gobierno. Entre los que no seguirían durante cuatro años más estarían la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el propio Geithner.
En medio de estos rumores, la Casa Blanca se preparaba para enfrentar el desafío más urgente: evitar el abismo fiscal, una serie de alzas en los impuestos y de recortes en el gasto que entrarán a regir en enero si es que no se llega a un acuerdo antes de fin de año.
Hasta hace poco, Geithner no aparecía como un posible candidato que sirviera como interlocutor entre la Casa Blanca y el Congreso para resolver dicho problema. Tanto demócratas como republicanos lo criticaban por su rol en el rescate a los bancos. Mientras algunos lo acusaban de estar más preocupado de Wall Street que de la gente afectada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, otros lo culpaban por el pobre desempeño de la economía.
El mismo Geithner había dicho que él podría no ser la persona indicada para liderar las negociaciones sobre las políticas tributarias y de gasto, al declarar el año pasado al diario New Republic que “tú quieres a alguien en este trabajo que pueda tender un puente en el mundo político de una forma distinta a la que yo puedo”.
Pero el jueves de la semana pasada, Geithner llegó hasta el Capitolio como el enviado especial del gobierno para hablar con los líderes del Congreso y resolver el tema.
Según Washington Post, que Obama lo haya elegido para liderar las conversaciones muestra cuánto el presidente ha llegado a confiar en Geithner. Este neoyorquino ha logrado superar los problemas iniciales y las frecuentes críticas para convertirse en alguien con quien los republicanos y demócratas quieren trabajar.