La
Comisión Europea (CE) autorizó hoy a Abbey, filial del Banco
Santander, a comprar parte de los activos del británico Bradford & Bingley
(B&B), tras concluir que la operación no perjudicará de manera
significativa a la competencia en Europa.
En un comunicado, el Ejecutivo de la Unión Europea (UE)
recordaba que Abbey se quedará con todos los depósitos correspondientes a
cuentas de ahorro con los que contaba B&B -que tuvo que ser nacionalizado
en septiembre-, junto con las agencias y otros activos esenciales al desarrollo
de las actividades empresariales.
En concreto, la filial del Santander se hará con los
depósitos de 2,7 millones de clientes, por un importe cercano a 20.000 millones
de libras (25.263 millones de euros o US$ 34.300 millones). Asimismo, adquirirá
las 197 sucursales y 141 agencias de distribución con todos sus empleados que
B&B tiene en el Reino Unido.
Algunos activos restantes de B&B, en especial antiguas
actividades de crédito hipotecario, han quedado bajo control del Estado
británico.
Bruselas cree que, dado que B&B no prestaba una gama
completa de servicios bancarios minoristas, es improbable que la adquisición
tenga un impacto significativo en la posición de Abbey en el sector de la banca
minorista.
La Comisión prestó más atención al mercado hipotecario, dado
que la entidad británica sí operaba en ese ámbito. No obstante, señala que,
incluso aunque Abbey intentara completar su cartera de préstamos hasta un nivel
similar al que tenía B&B, la cuota resultante en el mercado hipotecario
seguiría estando debajo del 20%. Continúa habiendo, además, varios competidores
relevantes en el mercado.
La adquisición de los depósitos y sucursales de la entidad británica le
costará al Santander 773 millones de euros, aunque de esa cantidad hay que
restar 250 millones que B&B tenía en caja, procedentes de operaciones en la
Isla de Man. La CE ya dio su visto bueno el 1 de octubre a la operación de
rescate efectuada por Londres. Aunque consideró que la intervención suponía una
ayuda de Estado, Bruselas descartó un efecto perjudicial para la competencia,
sobre todo teniendo en cuenta que Santander pagará por los activos comprados el
precio de mercado