Los desafíos de los “Chicago garotos” para mantener el programa cuando asuma Bolsonaro
El círculo económico del presidente electo está mirando las experiencias de Chile en los setenta y Argentina con Macri en implementar reformas de corte liberal.
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La alianza entre el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, y la visión económica liberal que se terminó convirtiendo en uno de los ejes de su programa de gobierno, comenzó a gestarse a fines del año pasado, cuando el entonces candidato se reunió por primera vez con el economista Pablo Guedes en Río de Janeiro a fines de 2017. La cita se concretó a instancias del empresario Winston Ling, quien pese a vivir hace 17 años en China mantiene una activa presencia en ese país, tanto en los negocios del holding Évora –que concentra los negocios financieros e industriales de su familia–, como en el ámbito público apoyando distintos think thank y centros de liderazgo ligados a la derecha.
Ese fue el punto de partida del ascenso de Guedes en el círculo de hierro de Bolsonaro y a su actual posición de próximo “superministro a un nivel como nunca se ha visto en Brasil”, señala un cercano. En efecto, no existen dudas respecto de que su papel es tan gravitante como el del titular de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro; del jefe de la Casa Civil, Onyx Lorenzoni; el Canciller Ernesto Araújo y el titular de la cartera de Seguridad Institucional, General Augusto Heleno. Junto a los hijos más “políticos” del futuro mandatario –Eduardo, Flavio y Carlos-, este grupo es considerado como los referentes de las principales esferas de poder del nuevo régimen.
La formación de Guedes como doctorado de la Universidad de Chicago es leída como el ADN del nuevo gabinete económico, que comparte con parte importante de las designaciones realizadas a la fecha: Roberto Castello Branco (Petrobras), Rubem Novaes (Banco do Brasil), Joaquim Levy (BNDES, banco de desarrollo estatal brasileño) y Carlos Costa, subsecretario de Productividad y Empleo.
Y ese sello es abiertamente reconocido por Guedes, quien fue profesor en la U. de Chile hasta 1980. “Los Chicago boys salvaron a Chile y arreglaron el desastre”, señaló el economista en una reciente entrevista a Financial Times, reafirmando que el plan económico de Bolsonaro tiene muy en cuenta las lecciones de la instalación del modelo de economía de mercado en nuestro país.
¿Es el programa económico de Bolsonaro una estrategia refundacional tal como ocurrió en Chile a partir de 1973 a partir del plan conocido como el “ladrillo”? Un alto asesor económico del futuro gobierno brasileño asegura que “sin duda, esa es voluntad del equipo encabezado por Guedes, expresada en reformas estructurales y un gigantesco plan de privatizaciones y reposicionamiento económico en el exterior como no se ha visto en muchas décadas”.
El juicio de los mercados
No obstante el optimismo con el cual los mercados y analistas internacionales recibieron la victoria de Jair Bolsonaro, los expertos tienen la mirada puesta en la capacidad de las nuevas autoridades para implementar el programa. Es el caso de JP Morgan, que si bien celebró las reformas liberales como oportunidad para “un crecimiento más rápido impulsado, especialmente, por la inversión”, advirtió en su último informe que la clave en los próximos meses es “quién dirigirá al nuevo gobierno, qué quieren hacer específicamente y en qué momento, así como el poder de la nueva administración para aprobar reformas constitucionales y avanzar en la agenda de privatizaciones, la reducción del Estado y el cambio tributario”.
Aunque desde un punto de vista conceptual ve similitudes entre el programa de Bolsonaro y lo que hizo Chile abriendo la economía y eliminando la protección a determinadas industrias, el presidente de Credicorp Capital, Guillermo Tagle, precisa que “mientras acá los cambios estructurales más fuertes se hicieron en una situación de colapso económico y fue posible una reforma de esa magnitud, la gran diferencia, además del régimen político, es que la economía brasileña –a pesar de su crisis– tiene un tamaño y características como una estructura social que sigue beneficiando a una gran cantidad de personas, lo cual es mucho más complejo de desmantelar”.
Más allá de la formulación de intenciones en la línea correcta, el gerente general de Octogone Chile, Manuel Bengolea, acota que “el problema es cómo bajarlas a la realidad, y aunque Guedes da garantías, el presidente es un populista de derecha, por lo que existe un riesgo de que en el camino gire el timón si las medidas adoptadas afectan su popularidad. Los procesos de Chile y Brasil son absolutamente coincidentes, pero otra cosa es la voluntad y la capacidad política”.
Además del precedente chileno, en el entorno de Guedes tienen en la mirada puesta en las actuales dificultades del presidente Mauricio Macri en Argentina, pero aseguran que –a diferencia del estilo tecnocrático de su par trasandino- Bolsonaro tiene una fuerte base de apoyo en el Congreso y un capital social muy arraigado en la población brasileña.
¿Shock o proceso gradual?
La solución a los problemas más urgentes de la economía brasileña: la reducción del déficit fiscal –desde el actual 7% a cero en 2020– y la deuda pública (que representa el 77% del PIB), se funda en el estímulo a la inversión con reformas como una profunda apertura comercial, el cambio al sistema de pensiones (casi el 50% del gasto público) y la reducción del aparato estatal. Aquí la primera gran medida en manos del próximo gobierno es la puesta en marcha del programa de privatizaciones de unas 150 empresas con el cual se quiere reducir el 20% de la deuda pública en una primera etapa.
Aunque Bolsonaro excluyó de esa lista a la gigante Petrobras, a la generadora Eletrobras y al Banco do Brasil –apartándose de la línea inicial de Guedes– un personero ligado al futuro gobierno señala que el propósito final es “privatizar todas las empresas” y que en el caso específico de Petrobras “la idea es venderla completamente, meta que es compartida por el nuevo presidente de la empresa”.
No obstante, la misma fuente explica que existen dos visiones sobre la manera de realizar el plan privatizador: mientras unos son partidarios de provocar un “shock al inicio del gobierno con una especie de blitzkrieg (o guerra relámpago) en un plazo de 12 a 18 meses, los otros quieren hacerlo en un proceso ordenado a lo largo de los cuatro años, buscando optimizar el precio de las empresas públicas”.
El ajuste irá acompañado de la anunciada reducción de la burocracia estatal ajustando las plantas de funcionarios y vendiendo activos inmobiliarios del Estado, con casos emblemáticos como el “edificio del Ministerio de Hacienda en Río de Janeiro”.
En la capacidad de inyección de expectativas a los inversionistas, y el cumplimiento de los pronósticos de que la economía tendrá el próximo año “su mejor performance económica desde 2010”, se funda buena parte de la apuesta de ese gobierno en su primera fase tras asumir el poder en Brasil el próximo 1 de enero.
Pensiones en la mira
Los equipos económicos de Jair Bolsonaro tienen otro objetivo central en la reforma a las pensiones, un problema de muchas aristas y de alto potencial de rechazo en la sociedad. Por eso, este tema todavía se maneja con estricta reserva: en términos generales, se ha señalado que apunta a elevar la edad de jubilación –que en ese país un gran porcentaje de las personas logra en torno a los 55 años, nivel que ahora se subiría a un piso de 62 años– y a modificar el actual sistema de reparto introduciendo un modelo de capitalización individual similar al que rige en Chile. La diferencia es que la adhesión de las personas a esta modalidad sería voluntaria. "Si este plan se envía dentro de los primeros 40 días, eso podría dar un plazo de oxígeno político de 12 a 18 meses al gobierno", explica un asesor, quien precisa que la idea es partir con un primer paquete de medidas "ya que, en definitiva, Brasil requiere dos o tres reformas de pensiones".
"En Brasil es necesario un shock de expectativas"
Bajar los impuestos o abrirse al comercio exterior podrían ser buenas cartas para el gobierno entrante.
"Desde hace mucho tiempo, Brasil necesita un cambio estructural importante para recortar gasto público y así enfrentar su gigantesco déficit fiscal de 7%. No obstante, la meta de reducirlo a cero al año 2020 es impracticable", advierte el gerente general de Octogone Chile, Manuel Bengolea.
-¿Cuál es su visión sobre lo que se sabe de la reforma al sistema previsional?
–El sistema de pensiones es otro tema que tiene arruinado a Brasil, y en eso las señales no han sido tan claras: se dice querer incorporar un sistema de capitalización individual, pero voluntario, y el problema es que pasar de uno a otro es costoso. Deberían decir cuál es el camino, porque falta bastante por definir.
–¿En qué otro tema ha faltado una mayor precisión en los anuncios?
–La reforma tributaria tiene dos aspectos: la simplificación y bajar el impuesto a las empresas, que cuesta justificar con un déficit fiscal de ese tamaño. Pero el vehículo de la inversión es lo más importante para la economía y la forma es bajando los impuestos.
–¿Con qué fuerza deberían impulsar las privatizaciones?
–En Brasil es necesario un shock de expectativas a los consumidores y a los empresarios, a estos últimos bajando el tamaño del Estado. Si bien han dejado afuera a empresas tan conspicuas como Petrobras y el Banco do Brasil, esto podría reducir la deuda de manera importante. Y la apertura del comercio exterior sería una gran novedad, porque eso es algo a lo cual para Brasil se ha negado en los últimos 50 años.
-¿Comparte el escenario económico positivo para Brasil en 2019?
–El problema es que tiene un viento en contra externo. No hay que olvidar que es un exportador de petróleo y su baja de precio puede causar problemas serios de financiamiento, con consecuencias en la conducción de la economía en el corto plazo.
"La apertura de la economía es el desafío más complejo"
"A mi juicio, el aspecto más crítico es la capacidad de implementar un proceso de apertura de la economía e integrarla para hacerla competitiva con el resto del mundo. Un avance en esta línea sería realmente muy relevante, y es el desafío más complejo y difícil de articular", enfatiza Guillermo Tagle, presidente de Credicorp Capital en relación a las reformas comprometidas por el futuro gobierno de Brasil y respecto de las cuales también valora la prioridad por reducir el déficit fiscal y cambiar el sistema de pensiones. En este último aspecto, subrayó que "ahora es el momento de hacer las reformas estructurales".
–¿Cuáles son los principales riesgos que ve para implementar el programa?
–Un tema crítico es la corrupción. La evidencia muestra que había un sistema económico empresarial y público-privado estructurado sobre la base de generar muchos recursos para repartir entre muchos actores, y que ahora se tiene que desmantelar. Y eso es de alto riesgo y dificultad en un sistema abierto y democrático.