Dos factores marcaron la conferencia de prensa que ofreció ayer la presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen: uno fue el reconocimiento, por primera vez, de los efectos que tendrá la reforma tributaria que discute el Congreso. El otro fue el adiós de la economista, que ha encabezado por cuatro años el banco central más poderoso del mundo.
La entidad cumplió con las expectativas del mercado y subió en 25 puntos base la tasa de interés de referencia, dejándola en un rango de 1,25% a 1,5%, 125 puntos por encima del mínimo que tocó durante la crisis.
Junto con ello, mejoró sus proyecciones de crecimiento para este año en una décima y las de 2018 en cuatro, al tiempo que disminuyó su previsión de desempleo.
Entre los factores de esa mejora, reconoció Yellen, estuvo el proyecto de reforma fiscal que impulsa el Partido Republicano del presidente Donald Trump. En sus primeros comentarios explícitos sobre el tema, la autoridad manifestó que “los cambios en la política tributaria probablemente entregarán impulso a la economía en los próximos años”. Agregó, no obstante, que los efectos macroeconómicos del proyecto “siguen siendo inciertos”.
Cuestionada por periodistas, Yellen se permitió una opinión personal, al expresar su preocupación por un posible aumento de la deuda si la recaudación fiscal baja. En ese escenario, manifestó, “el espacio para que el estímulo fiscal tenga un rol activo sería limitado”.
El alza de tasas, aunque esperada, no fue unánime. Dos miembros de la Fed, Neel Kashkari de Minneapolis y Charles Evans de Chicago, votaron en contra. Ambos habían expresado su preocupación por el aún bajo nivel de la inflación.
La entidad mantuvo su previsión de tres alzas de tasas el próximo año.
Adiós a las palomas
Yellen cerró ayer su última conferencia de prensa como presidenta de la Fed con un adiós escueto, al decir: “Gracias por ser una audiencia tan atenta estos últimos cuatro años”.
La economista aún presidirá una reunión de política monetaria más, el 30 y 31 de enero, pero al mes siguiente entregará su cargo, probablemente al abogado y exbanquero Jerome H. Powell, quien aún debe ser confirmado por el pleno del Senado estadounidense. También dejará su asiento en el directorio, a pesar de que su período expira recién en 2024.
Apenas meses después de Yellen, el presidente de la Fed de Nueva York, William Dudley, se retirará de manera anticipada.
Con ello, cambiará el equilibrio en la institución: tanto Yellen como Dudley son considerados “palomas”, es decir, favorecen la aplicación de más estímulos y la cautela en las alzas de tasas. Sin ellos, los “halcones”, que prefieren endurecer la política monetaria, podrían dominar la mesa. Ello, por supuesto, dependerá de quién nomine Trump en los cargos vacantes.
La esquiva inflación
El ritmo de los precios al consumidor sigue siendo el principal obstáculo para que la Fed acelere su ritmo de alza de tasas.
Según datos publicados ayer por el Departamento del Trabajo, la inflación general avanzó 0,4% mensual en noviembre, una variación robusta, pero fuertemente influenciada por un salto de 7,3% en los precios de la gasolina en el mismo período.
La inflación subyacente -que excluye los precios de alimentos y energía y es preferida por la Fed para tomar decisiones- subió apenas 0,1% entre octubre y noviembre, influenciada sobre todo por una baja de 1,3% en los costos de la ropa. La variación anual fue de 1,7%, menor a la de octubre (1,8%) y aún por debajo de la meta del banco central, que apunta a 2%.
Un análisis de Capital Economics advierte que la situación podría cambiar con los datos de diciembre, cuando se haya disipado el efecto que tuvieron los huracanes sobre la oferta de combustibles y la llegada del invierno (boreal) aumente el consumo de prendas de vestir.
Por su parte, las proyecciones de Bloomberg Economics apuntan a que la inflación subyacente se acelerará el próximo año, superando la meta en el último trimestre.
Republicanos logran acuerdo sobre reforma tributaria
La próxima semana podría aprobarse definitivamente el proyecto de reforma tributaria que impulsa el Partido Republicano del presidente Donald Trump, y que incorpora una fuerte rebaja en los impuestos corporativos. Los parlamentarios oficialistas del Senado y la Cámara de Representantes lograron ayer un acuerdo que concilia las iniciativas que cada institución tramitó por separado. El pacto reduciría la tasa tributaria de las empresas del actual 35% a un 21% en 2018, para luego llegar al 20% en 2019 o 2020. También bajaría los impuestos individuales de los más ricos del actual 39,6% a 37%.
El acuerdo podría someterse a votación el próximo lunes, pero aún no está claro que sea aprobado. En el Senado, la iniciativa puede prescindir de apenas dos votos oficialistas y uno, el senador Bob Corker, ya ha manifestado que está indeciso. Su preocupación, y la de algunos de sus colegas, se centra en el déficit fiscal de EEUU: el proyecto podría aumentarlo en US$ 1,5 billones (millones de millones) en diez años.