Economía

Los Juegos Olímpicos de Río serán una prueba de fuego para el gobierno de Temer en Brasil

Un fracaso del evento mermaría aún más la confianza de inversionistas en un país que, según Moody’s, no verá un gran beneficio económico al finalizar la cita.

Por: | Publicado: Lunes 1 de agosto de 2016 a las 04:00 hrs.
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Desde este viernes 5 de agosto, los ojos del mundo estarán centrados en Río de Janeiro, Brasil, una ciudad que ha prometido ser el escenario perfecto para acoger los Juegos Olímpicos 2016, en medio de la mayor crisis económica, política y social de los últimos años.

Con un gobierno con apenas dos meses en funciones –tras la suspensión de la presidenta Dilma Rousseff por irregularidades en las cuentas públicas durante su gestión–, la mayor cita deportiva del mundo se convierte en una prueba de fuego para el mandatario interino, Michel Temer.

El jefe de Estado, cuya gestión es calificada como buena o regular por 56% de los ciudadanos, será el encargado de inaugurar el evento con un breve discurso y sin descender al terreno del Macaraná.

En la ocasión, los grandes ausentes serán Rousseff, su predecesor Luiz Inácio Lula Da Silva, y los ex mandatarios José Sarney y Fernando Henrique Cardoso, éste último considerado el estadista contemporáneo más grande de América Latina e ícono del desarrollo de la nación amazónica.

Rousseff rechazó “jugar un papel secundario” y dijo: “Para empezar, (los juegos) son el fruto del gran trabajo del ex presidente Lula y, en segundo lugar, el gobierno federal proporcionó la infraestructura”. Con estas palabras asumiría que de ser un éxito, o un fracaso, la responsabilidad podría recaer en “los padres” de este evento.

Y es que, precisamente el carisma internacional de Lula ayudó a Río de Janeiro a ser elegida, en 2009, como la primera ciudad de Sudamérica en acoger una cita de esta magnitud. En ese momento dijo: “Los Juegos Olímpicos volverán a dar confianza al pueblo”; una confianza que, sin duda, necesita Temer para levantar al país de su peor recesión pero además para devolverle el carácter “de gran nación” que tenía hace siete años.

El mandatario interino tendrá que demostrar que es capaz de salir de la crisis múltiple: una economía hundida, un gigantesco escándalo de corrupción en Petrobras, y una crisis política que se cobró el cargo de Rousseff y que podría hacer lo mismo con él (quien también ha sido vinculado a presuntos hechos irregulares en su campaña).

Pobre impacto económico

El esfuerzo de Brasil por alojar los Juegos Olímpicos es mayúsculo, teniendo en cuenta que los distintos organismos multilaterales esperan una contracción de la economía en torno al 4,5% para este año, después de que el PIB cayera 3,9% en 2015.

Un fracaso no haría sino mermar aún más la confianza de inversionistas sobre la capacidad del país que además vería un beneficio económico pobre, según un informe de la agencia calificadora Moody’s en mayo. “Los Juegos Olímpicos 2016 en Río de Janeiro darán a la ciudad mejoras duraderas en infraestructura, así como un alza temporal en ingresos tributarios, pero una vez finalizados, el país volverá a despertarse en su creciente recesión”, dijo la agencia calificadora pronosticando que no habrá grandes modificaciones en sus debilidades estructurales.

Se estima que el costo total aproximado de organizar el evento deportivo será de unos 11.000 millones de euros (US$ 12.277 millones), un 67% más de lo presupuestado inicialmente.

El gasto de US$ 7.100 millones en infraestructura equivale al total de lo destinado para la Copa del Mundo de fútbol organizada por la nación amazónica en 2014 y, según Moody’s, ya fue absorbido casi en su totalidad.

La gran pregunta para muchos es si lo invertido en el evento realmente significará para Brasil un legado económico.

Carrera de obstáculos

La recta final hacia los Juegos Olímpicos se ha transformado en una carrera de obstáculos, que van desde el brote del virus de Zika, fallas estructurales en las Villas Olímpicas, la promesa incumplida de limpieza de la Bahía de Guanabara para las competencias acuáticas, hasta amenazas de posibles atentados terroristas.

Incluso, los recursos asignados a la seguridad del evento se han reducido en un 33%. El Secretario de Seguridad de Río de Janeiro reveló que no hay fondos para articular un dispositivo de emergencia.

A esto se le suma la venta por debajo de lo esperado de las entradas, la cancelación de viajes de al menos 20 mil personas por la inseguridad y los escándalos de corrupción que han alcanzado incluso a la constructora de uno de los parques olímpicos.

El difícil panorama ha llevado al Ejecutivo a apretarse el cinturón. Los atletas no contarán con lujos en sus habitaciones –de hecho, si quieren aire acondicionado tienen que pagar por él–, el presupuesto operativo de la ciudad de 6,5 millones de habitantes fue reducido, y los organizadores se están apoyando en más de 50.000 voluntarios.

Rechazo brasileño

“A los habitantes de la ciudad no nos importan los Juegos Olímpicos. Nosotros no nos beneficiaremos”, dijo a la agencia AFP Gopala Miron, una estudiante que se manifestó a principios de años en contra de la cita. Ella forma parte del 50% de los brasileños que rechaza la el encuentro deportivo y es que el impacto que este tipo de eventos suele tener en transporte, seguridad y servicios básicos no es menor.

Ya en 2014, durante el Mundial, movimientos sindicales y sociales se tomaron las calles para protestar, situación que se pudiera repetir en esta oportunidad.

Si los Juegos Olímpicos tienen tienen éxito, la ciudad anfitriona puede disfrutar de la gloria del evento, y a ello se sumaría el gobierno de Temer como “el que hizo posible que todo saliera bien”. Sin embargo, si hay problemas, el jefe de Estado interino podría jugarse la carta de que la responsablidad es de Rousseff, quien enfrenta la votación para su juicio político sólo cuatro días después del cierre de los Juegos.

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