La administración Trump tomó medidas que buscan imponer gravámenes a los buques chinos que atraquen en puertos estadounidenses, amenazando con perturbar las rutas marítimas globales y agravar la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo.
Según un plan presentado por el Representante Comercial de EEUU, todos los buques construidos y de propiedad china que atraquen en Estados Unidos estarían sujetos a una tarifa basada en el volumen de mercancías transportadas. La propuesta surge tras una investigación de meses ordenada por la administración Trump para determinar si la construcción naval china amenaza la seguridad nacional de EEUU.
La llamada petición 301 ordena que las nuevas tarifas entren en vigor en seis meses, con una segunda fase que restringiría los buques de gas natural licuado construidos en el extranjero, que comenzaría en tres años. Los fondos provenientes de las tarifas de atraque se utilizarían para revitalizar la menguante industria de la construcción naval estadounidense, que hace tiempo pasó de la construcción de buques comerciales a centrarse en contratos navales.
Trump ha argumentado durante mucho tiempo que el papel dominante de China en la industria marítima ha hecho que Estados Unidos dependa excesivamente de la nación asiática, haciéndose eco de las preocupaciones de algunos astilleros.
Pero los importadores estadounidenses que dependen de los buques chinos para transportar todo, desde petróleo crudo hasta productos minoristas, ven las tarifas de atraque como un arancel de facto que agravaría la ya vertiginosa lista de derechos que Trump ha impuesto a las importaciones globales.