Hace unos años, poco después de que Jay Powell fuera nombrado presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, lo vi sentado en una reunión de banqueros centrales. Parecía el nerd de la clase: mientras sus colegas cotilleaban con indiferencia, él se sentaba en primera fila, tomando notas diligentemente durante cada discurso.
¿La razón? Dado que carecía del doctorado en economía y/o la cátedra de la que presumían predecesores como Ben Bernanke (su carrera anterior se centró en derecho y finanzas), estaba doblemente ansioso por demostrar sus credenciales. Parecía particularmente preocupado por ser un buen administrador del banco central.
Donald Trump debería tomar nota. En los últimos días, el Presidente de EEUU ha atacado repetidamente a Powell por su supuesta reticencia a flexibilizar la política monetaria, calificándolo en redes sociales de “Sr. Demasiado Tarde” y “un gran perdedor”.
Un cínico podría considerar esto como un disparate político. Después de todo, Trump necesitará a alguien a quien culpar si sus políticas arancelarias desencadenan una recesión, como parece probable, y Powell es un chivo expiatorio fácil en redes sociales. Pero, disparate o no, los inversionistas están (con razón) muy nerviosos: los precios del dólar, bonos y acciones se han desplomado a la vez, lo cual es muy inusual.
Ante la fluctuación de los mercados, los inversionistas deberían considerar tres puntos. En primer lugar, es extremadamente improbable que Powell ceda, dadas sus características personales y su deseo de ser un administrador diligente de la política monetaria. De hecho, preveo que se presentará a la presidencia de la Fed hasta el último momento para completar su mandato en 2026, y probablemente también su puesto en la junta de gobernadores, que finaliza en 2028.
En segundo lugar, los distintos aspectos del mandato de la Fed presentan distintos niveles de defensa legal. El 20 de enero y el 18 de febrero de este año, la Casa Blanca emitió dos órdenes ejecutivas que parecen socavar el control del banco central sobre la regulación financiera.
La Reserva Federal aún no ha cuestionado esto públicamente. Esto es notable. Quizás se deba a que muchos abogados consideran que se encuentra en un terreno legal inestable o a que hay menos urgencia, dado que ya existe cierto consenso entre la Casa Blanca y la Reserva Federal, por ejemplo, sobre la necesidad de reformar las normas sobre los ratios de apalancamiento bancario.
Sin embargo, esto también subraya otro punto: los funcionarios de la Fed consideran que su máxima prioridad es defender su mandato en materia de política monetaria a toda costa. Y en este caso, los abogados de la Fed creen tener una base sólida.
En tercer lugar, incluso si la Corte Suprema vulnera la confianza de Powell, él sabe que los inversionistas -y la mayoría de los políticos de EEUU- respaldan la independencia de los bancos centrales. Además, acontecimientos recientes sugieren que Scott Bessent, secretario del Tesoro, no quiere que los rendimientos de los bonos se disparen. Esto significa que el desafío de Powell contará con el respaldo de la junta directiva de la Reserva Federal, lo que implica que Trump no se enfrenta a un solo hombre.
Es de esperar que esta situación continúe, en particular si se produce una estanflación, lo que, por supuesto, pondría a los mercados de bonos en un peligro aún mayor.