Patricia Arancibia Clavel
Su oficina en el ministerio es sobria y la mesa donde trabaja es la misma que alguna vez utilizó Allende en Tomás Moro. Atento y reflexivo, es un buen conversador que le gusta explayarse, acompañando sus explicaciones con esquemas que dibuja en un pequeño pizarrón portátil.
Jaime Mañalich (55) es un hombre marcado por importantes vivencias que, de una u otra forma, explican y refuerzan sus convicciones en el ámbito de la salud. Es hijo de inmigrantes catalanes que en la década del 30 llegaron “con una mano por delante y otra por detrás” y a los cuales les costó salir adelante. Creció en un pequeño departamento en calle Bandera, donde su mejor vista era la cárcel de Capuchinos. Se educó en escuelas públicas y las humanidades las realizó en el Manuel de Salas, donde aprendió a dialogar sin restricciones todo tipo de temas, incluyendo el aborto y el uso de la marihuana. Entró a Medicina a la Universidad de Chile y desarrolló con éxito su carrera de médico, llegando a dirigir la Clínica Las Condes. Como él mismo dice, “la vida y el país sólo me ha dado oportunidades, mucho más allá de lo que podría haber pensado por mi origen”. Tuvo, además, la posibilidad de ir a hacer un master en economía de la salud por dos años a Canadá, lo que le permitió darse cabal cuenta que la diferencia esencial entre un país en vías de desarrollo y otro desarrollado es que en este último “todos cuentan, todos son ciudadanos, independiente de su cuna”.
Si bien hoy es independiente y señala que su partido es el de los enfermos, ideológicamente sus raíces provienen de la tradición social cristiana. Alberto Hurtado y Frei Montalva son personajes que admira, pues representan, a su juicio, la reafirmación de los valores que conforman una sociedad más justa y equitativa. “Creo -dice con convicción-, que ese modelo de desarrollo humano, que para mí está encarnado biográficamente, donde mejor se representó fue en el proyecto de Frei padre, aunque el concepto de promoción de la persona, autonomía y libertad individual para elegir, fue reemplazado progresivamente en Chile por un proyecto estatizante, donde el Estado dice: ´yo soy el que sé por ti; no te preocupes de nada, yo me encargo porque sé lo que necesitas. "Esa -agrega- “es una mirada descalificadora y peyorativa con el ciudadano y esa actitud que para mí es enfermiza, está presente todavía en muchos.
Conocido y bien evaluado en su gestión -57% de aprobación en la encuesta Adimark- Mañalich está abocado a transformar lo que él llama el ministerio de la enfermedad, en un auténtico Ministerio de Salud. Eso implica un esfuerzo monumental pues significa preocuparse seriamente de prevenir enfermedades, de retrasar su aparición y ayudar a que se generen cambios de conducta en las personas que les permitan vivir más y con mayor calidad de vida. Reacio al tabaco, comenta que éste es un problema muy serio para el ministerio porque de los US$ 4.600 millones del presupuesto anual, se gastan US$ 1.200 millones en las enfermedades que éste produce.
“Mi ego está muy vinculado a los objetivos –dice- y que en un consultorio no haya un medicamento, o una señora no sea atendida con dignidad, me afecta mucho más que un saludo cariñoso en la calle”.
-Entrando en materia, es interesante analizar los conceptos que están detrás de las políticas de salud que está implementando el gobierno. ¿El Estado tiene que subsidiarla o, como sostienen algunos economistas liberales, todos tenemos que contribuir a su financiamiento? Pensemos en el descuento del 7% a los jubilados…
-El tema es complejo y necesita contextualizarse. Recién hace 50 años que la medicina está siendo eficaz produciendo un cambio real en la expectativa de vida de un individuo, que naturalmente era de 30 años y hoy alcanza los 80. Ello ha sido posible a un costo creciente y exorbitante: el mismo acto que antes costaba 1, ahora cuesta 10 y es una realidad a tener en cuenta. Dicho esto, frente al tema de quién debe pagar el descuento del 7% de salud a los jubilados, mi mirada es súper simple y está relacionada con que la política debe hacerlo.
-¿Cómo así?
-Hay que cumplir las promesas. En enero de 2010 dimos un examen extraordinario donde se comprobó fehacientemente que éste es un país democrático. Y, ¿qué es una democracia? Un sistema en que la coalición de gobierno puede perder las próximas elecciones. Todo lo demás es bullshit. Y, ¿por qué ganó Piñera? Al menos por dos razones: porque los electores, por distintos motivos quisieron castigar a la Concertación, es decir un voto de rechazo, y porque creyeron en las promesas del nuevo gobierno: más seguridad ciudadana, más empleo, reducción del 7%, alargue del post-natal etc. Para mí este tema no tiene dos lecturas y cuando escucho a alguien de Libertad y Desarrollo que sugiere que la promesa podía no cumplirse, creo que es grave. Aquí hubo grupos Tantaucos en los cuales participé, hubo un diseño de una política y hubo una promesa que, guste o no guste, hay que cumplirla.
-Cueste lo que cueste…
-Puede haber razonamientos económicos, pero cuando hay un pacto y prometes algo, tienes que cumplirlo a como dé lugar. Somos un país extraordinariamente legalista. Lo que hizo la ex intendenta del Biobío, por ejemplo, no es ilegal, pero la argumentación de lo que hizo no es suficiente y, en ese sentido, la única forma que nosotros tenemos para avanzar es creer y cumplir nuestras promesas. Si el presidente -que de acuerdo a la última encuesta Adimark no goza de credibilidad- estuviera dispuesto por razones cualquiera a no cumplir sus promesas, estaríamos muertos.
-Hasta Andrés Velasco criticó la medida…
-El, con la misión y visión de un ex ministro de Hacienda, se preocupa de cómo producir ahorro fiscal, pero las promesas se transforman en contratos.
-Y ¿qué está pasando con la tan mentada reforma a la salud, ¿promesa postergada?
-Aquí hay dos líneas. Una relacionada con listas de esperas, gestión en los hospitales, temas administrativos muy relevantes, pero poco notorios todavía. Y otra, que es cuando el presidente nombra una comisión de expertos para estudiar el tema del financiamiento global de la salud. La comisión- en la que yo no confiaba- se forma y sus miembros, paradójicamente para mí, comienzan a trabajar como micos y sacan un documento con una propuesta que señala que debe avanzarse en un plan garantizado de salud, con un fondo universal solidario, sujeto eso sí a una mejoría dramática de la administración de la red pública. Si ello no se hace, todo lo demás no tiene sentido y esto es importante en un servicio público capturado por los gremios. Hacienda nos pasó la propuesta y estaremos en condiciones de proponer una ley de refinanciamiento el primer semestre de 2012.
-Mientras tanto, las Isapres están haciendo de las suyas, con fuertes alzas a los planes de sus afiliados…
-Desgraciadamente, en contra de nuestra voluntad, nos encontramos con un dictamen del Tribunal Constitucional, reafirmado por la Corte Suprema. Hace ocho meses que estaba insistiendo a la Segpres que había que preocuparse de hacer una ley corta que llene el vacío legal que dejó esa resolución. Ahora estamos llorando sobre la leche derramada, pues los beneficiarios del sistema experimentaron en marzo, un alza nunca antes vista en sus costos de planes de salud y nada garantiza que la tabla de factores que existe históricamente no se siga utilizando este año.
-Es decir, pueden seguir subiendo…
-De ahí la importancia de la ley corta que se está viendo en el Congreso. Tenemos que sacar más artillería y dejar bien claro a los legisladores de oposición que se oponen a ella que con eso están posibilitando más alzas a los usuarios. Hoy las Isapres tienen completa arbitrariedad para hacerlo. El año pasado subieron sus utilidades en un 90%, pero como no tienen regulación ni ley siguen acumulando ganancias.
-¿Crees, como se ha planteado, que éstas deben desaparecer?
-Hay parlamentarios que creen que –porque viene del gobierno militar- el sistema de Isapres es una mala idea y son básicamente los que tratan de destruirlo. Pero ello requiere un acuerdo político muy grande. En mi opinión, tener un solo sistema de seguro de carácter público, capturado por operadores del Estado, es una situación contraria a los derechos de las personas. Nosotros nos hemos dado un sistema mixto, como la inmensa mayoría de los países. Es bueno que haya competencia, movilidad y que la gente pueda elegir. Pero siempre habrá quienes, como Girardi y su sector, que están pensando cómo matarlas.
-¿Cómo entiendes que el presidente, pese a sus logros, no logra remontar en las encuestas?
-Tuvimos un año de instalación duro con un gabinete más bien técnico. Veo con entusiasmo que la necesidad que existía el año pasado que el presidente estuviera empoderado, a cargo de todas las carteras, es algo que ha ido madurando hacia una mayor delegación.
-Hay varios de tus colegas que están en carrera presidencial…
-El estar en carrera tiene un componente activo y un componente pasivo y lo que predomina hasta ahora es lo pasivo. Creo que el fenómeno Golborne es ejemplificador. El es una “víctima” de las encuestas y no creo que esté convencido de ser candidato. Es una decisión muy compleja y sinceramente pienso que él no tiene una decisión tomada.
-¿Te extrañó que la Concertación siguiera perdiendo apoyo popular?
-No. Creo que la Concertación de Partidos por la Democracia no existe. Hay un esfuerzo de mantenerla pegada con gotita, pero perdió su razón de ser. El proceso de retorno a la democracia está terminado. Es como si hoy se mantuviera una coalición política para la caída del muro de Berlín. Se perdió la identidad común que la unía, se perdieron sus valores comunes. Vemos por ejemplo a un Fulvio Rossi presentando una moción para que se apruebe la eutanasia y varios de sus aliados lo critican y le dicen que de dónde salió con eso. Entonces la gente se pregunta qué valores son los que ellos comparten. En este sentido, la Concertación es un modelo ya fallecido que si bien no tiene certificado de defunción, está condenada al fracaso pese a los intentos refundacionales que pretende hacer.