Los asistentes virtuales o los robots realizando tareas de embalaje son solo dos ejemplos de la transformación que está protagonizando el mercado laboral en el mundo y Chile no está ajeno a ese fenómeno. Un estudio elaborado por CoMov para la OTIC de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) concluyó que 2,4 millones de trabajadores locales enfrentan un alto riesgo de ser desplazados por la tecnología.
De ese total, el estudio basado en datos oficiales (ver recuadro) determinó que solo el 6% podría adaptarse con una capacitación de baja intensidad, mientras que un 31% necesitaría una formación moderada y un 37% demandaría una de carácter importante.
Lo inquietante, es que un 25% directamente no presenta trayectorias posibles en un plazo de tres años debido a las amplias brechas educativas. Y si a ellos se suman quienes requieren una formación intensiva para adaptarse, la cifra llega a 1,4 millones de personas que necesitarán apoyo urgente para mantenerse en el mercado laboral.
“Si no actuamos rápido para actualizar las competencias de los trabajadores, la crisis de empleo se va a profundizar”, advierte el gerente general del OTIC de la CChC, José Esteban Garay, quien agrega que las grandes empresas ya están adoptando nuevas tecnologías, pero no logran encontrar talentos con las habilidades necesarias.

Los más expuestos
El sondeo identificó como grupos más vulnerables a trabajadores de la agricultura, construcción y manufactura debido a los menores niveles de formación y al alto grado de automatización en esos rubros.
Para detectar hacia dónde podría reubicarse la fuerza laboral bajo peligro, el estudio definió los llamados “refugios seguros”, es decir, plazas laborales con bajo riesgo de automatización y con brechas razonables en habilidades y salarios. Por ejemplo, un trabajador de maquinaria podría reconvertirse hacia el mantenimiento de equipos, un rubro poco automatizable y que requiere intervención humana.
El pero es que se detectó que uno de cada cuatro ocupados en riesgo presenta brechas educativas “tan amplias” que no logra reconvertirse, incluso con programas de capacitación. Este podría ser el escenario del agricultor, a quien le resulta muy difícil migrar hacia ocupaciones más sofisticadas por las brechas educativas y hay muy pocos empleos de baja complejidad con niveles salariales similares.
El socio de CoMov, Francisco Carrillo, explica que “el mundo de los operadores de máquinas y de la agricultura se podrían automatizar. ¿Por qué no ocurre de inmediato? Porque los costos de adopción tecnológica son muy caros”.
¿Hay tiempo para reaccionar? Carrillo asiente, considerando que la tecnología “no llegará de golpe”. Aun así, reconoce que tarde o temprano, estas herramientas se instalarán en el país y que, si el Estado no se anticipa, la falta de personal capacitado podría afectar la competitividad de las grandes empresas y dejar en desventaja especialmente a las pequeñas y medianas empresas (PYME).
Quienes no se entrenen y capaciten “verán reducida su capacidad de empleabilidad futura. Por eso, convertirlos es más barato que dejarlos caer”, destaca.
Capacitar a un trabajador tendría un costo promedio de US$ 3.100 por persona y en un escenario de adopción tecnológica acelerada, el gasto total podría superar los US$ 7.400 millones. Es decir, invertir en reconversión laboral costaría cerca del 2% del PIB, mientras que no hacerlo podría significar pérdidas de hasta un 18%, sugieren las mediciones del estudio.
Desde la consultora consideran que hoy el gran desafío está en ampliar el alcance estatal de la franquicia tributaria del 1%.
El estudio propone apoyar la digitalización desde las propias empresas, en especial desde las PYME, para que lideren la transformación productiva y fomenten el desarrollo de habilidades digitales entre sus trabajadores. Además, plantea impulsar la reconversión desde cada sector productivo, promoviendo soluciones colectivas que aseguren la pertinencia de la formación, ya que el esfuerzo -sostuvieron- sólo es efectivo si se comparte.
El reporte se basó en 35 entrevistas a gerentes generales y 213 encuestas a recursos humanos, además de conversaciones con trabajadores y representantes sindicales. La muestra consideró distintos sectores productivos, entre ellos minería, pesca, manufactura, logística, agricultura, salud y retail.
Basado en la encuesta Programa para la Evaluación Internacional de Competencias de la Población Adulta (PIAAC) de 2023 de la OCDE, el equipo midió las brechas cognitivas de cada ocupación, analizando habilidades como comprensión lectora, razonamiento y resolución de problemas. Esto permitió determinar el nivel de esfuerzo de capacitación que necesita un trabajador para acceder a ocupaciones más resilientes frente a la automatización.
A partir de esa información, se calculó un índice para Chile, que mide el nivel de exposición de cada empleo frente a la automatización. De este modo, se pudo saber qué trabajos tenían pocas tareas automatizables y cuáles concentrarían un mayor riesgo. Según este indicador, las ocupaciones en las que más del 25% de las tareas pueden ser realizadas por máquinas se consideran de alto riesgo frente al avance tecnológico.