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Tironi y su opción por el Apruebo: “Hoy trato de contener mi propio elitismo”

Para uno de los hombres clave de la transición, “si la convención hubiera estado compuesta por 154 hombres blancos, de Santiago y de universidades tradicionales, buena parte de las cosas que se dijeron sobre ella no se hubieran dicho”.

Por: Rocio Montes | Publicado: Viernes 29 de julio de 2022 a las 04:00 hrs.
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Eugenio Tironi, sociólogo. Foto: Julio Castro
Eugenio Tironi, sociólogo. Foto: Julio Castro

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El sociólogo Eugenio Tironi sirve té con stevia antes de esta conversación en su departamento de Providencia. Está en el último piso, el 12, de un edificio clásico de la comuna, a solo cuadras de la avenida homónima y de su movimiento. Hace cinco años vive en esta zona de la ciudad, cuando decidió dejar su casa de La Reina, entre los cerros. Desde un hogar luminoso y tranquilo –no se oyen ruidos–, analiza el momento político chileno a cinco semanas del plebiscito. A media tarde de un día de semana, se le ve relajado, con ropa informal. Al oriente, una vista despejada hacia Los Andes en una tarde fría de invierno.

“La Concertación, al menos en los primeros años, tuvo que tender puentes hacia la derecha y el empresariado para evitar el retorno en gloria de Pinochet. Hoy la gente de centro, como yo, debe tender puentes hacia los sectores excluidos, porque ahí está el peligro de quiebre social”.

“No le tengo miedo a una propuesta constitucional derechamente innovadora y disruptiva”.

- ¿Cómo estamos hoy los chilenos?

- Cansados, porque la hemos tenido muy dura. Tuvimos la pandemia que en Chile fue severa y, además, con medidas muy restrictivas. Con la incertidumbre económica que ella generó y trastornos en la vida. Veníamos, además, saliendo del estallido, que provocó un trastocamiento radical. Y luego, todo este proceso constituyente que representa una enorme fuente de incertidumbre, que hemos tenido encima más de un año y que nos ha obligado a tomar decisiones. Tuvimos, posteriormente, ya no un cambio de gobierno, sino el cambio de la generación en el poder, una revolución silenciosa. La asunción de Boric es el cambio más importante desde 1990. Chuta, entonces hemos tenido que digerir todas estas fuentes de tensión, con pocos amortiguadores y en forma bastante solitaria.

- Son razones de peso para estar cansados…

- Y este cansancio nos hace estar un poco exaltados, mal genio… A las once de la noche, Chile está en silencio. No se ha restablecido la vida nocturna. Cuando se restablece, aparecen 15 tipos y la asaltan. Aquí la vida no vuelve, sigue en suspenso…

– ¿No observa tanto entusiasmo, entonces, con el plebiscito? Más ganas de salir pronto…

– No va a haber entusiasmo, definitivamente. Va a ser como una suerte de campaña silenciosa, íntima, donde cada uno está más bien conversando consigo mismo. Y está eligiendo no lo óptimo, sino el mal menor. Hubo un momento de esplendor donde se generaron muchas ilusiones, de que a partir de una nueva Constitución se iniciaba un mundo nuevo. En el plebiscito de entrada de 2020 y la partida de la convención. Pero eso se esfumó muy rápidamente.

– ¿Y hoy, en qué lógica estamos?

– En la lógica del mal menor, de ver qué se puede, lo que sea más viable. Todo el mundo preocupado de los contrapesos, de que nadie salga demasiado ganador. Y yo creo que el resultado va a ser súper estrecho.

– Lo que, de alguna forma, empujará a los acuerdos…

– De todas maneras. Y es lo que muestran las encuestas: que la mayoría de los que están por rechazar no quieren mantener la actual Constitución, sino generar una nueva, que hay que concordar, y los que aprueban, no se están comprando enteramente la propuesta de la Convención, sino que quieren corregirla. Entonces, no estamos dispuestos a comprarnos el paquete completo, queremos un híbrido.

– Concuerda, entonces, con una de las interpretaciones a las palabras del Presidente de hace dos semanas: que estaba apelando al cansancio y, por lo tanto, mejor aprobar, porque en caso de ganar el “Rechazo”, el proceso constitucional continuará…

– Pero eso lo había dicho antes Moody’s, entre otros. Porque gane el “Rechazo” o el “Apruebo”, el camino que sigue será tortuoso, difícil.

– ¿Por qué?

– Si gana el “Apruebo”, habrá una fuerte presión hacia correcciones y, dos, porque hay que implementar lo acordado, que será fuente de tensiones gigantescas. Y si gana el “Rechazo”, es muy difícil no elegir el mecanismo a través de un nuevo plebiscito. Si no fuera así, es muy probable que ese proceso nazca con un ala herida, por un déficit de legitimidad.

– Usted votará “Apruebo”…

– Sí, con contradicciones asumidas y gestionadas­.

– ¿Y cómo ha vivido lo que ocurre en su sector político ante el plebiscito? Lo que fue la Concertación está en el “Apruebo” y en el “Rechazo”…

– Difícil. Este proceso me ha hecho reflexionar y ponderar mucho los argumentos. No ha sido una decisión fácil. Además, hoy uno está muy obnubilado por lo que fue la performance de la Convención y eso dejó un sabor amargo. Recién ahora, al tomar distancia, uno se da cuenta que, sí, dejó un sabor amargo, pero quizá la Convención fue un acto reparatorio por el que debíamos pasar.

– ¿En qué sentido?

– Estos sinsabores los debíamos probar porque los habíamos negado por mucho tiempo. Me refiero a los grupos marginados que se empoderaron y se convirtieron en protagonistas. Y además, al final del día, produjeron lo que les encargamos, en los tiempos y bajo los métodos establecidos. Entonces, no seamos tan severos en la crítica, porque, al serlo, estamos siendo severos con los pueblos indígenas, las regiones, la paridad, al hecho de que personas comunes participen en las decisiones públicas. Entonces, esto me hace ser humilde y es un punto de diferencia que tengo con mis antiguos compañeros de ruta.

– ¿A qué se refiere?

– A que hoy trato de contener mi propio elitismo y mis tentaciones a ser despreciativo hacia otro tipo de saberes, miradas y maneras de conocer. Trato de comprenderlo y respetarlo. Tengo una visión menos crítica de la Convención y, al mismo tiempo, pienso que algunos de esos compañeros de ruta –que son mi generación– están demasiado dolidos por la crítica a los 30 años y no han logrado tratar de comprender lo que hay detrás.

- ¿Y qué hay detrás?

- Es la manera en que una nueva generación se diferencia de los mayores y en eso es inevitable que sea injusta. Pero no tiene sentido que uno se abanderice en la defensa a ultranza y que toda innovación e irrupción sea mirada con tanto temor. En eso tengo una discrepancia con mi generación política: yo no le tengo miedo a una propuesta constitucional derechamente innovadora y disruptiva.

- ¿Por qué?

- Uno, porque creo que si se equivoca, lo podemos corregir. Dos, porque estamos respondiendo a una ruptura muy profunda, que quedó revelada en 2019. Y tres, porque responde a los desafíos de este siglo. Si a mí me hubiesen presentado una propuesta que lo único que hace es incorporar los derechos sociales y un poquito de cambio en el sistema político, eso sí que sería para mí una oportunidad perdida. Esos son los temas del siglo XX. En cambio, esta propuesta tiene la virtud de que va mucho más lejos. Puede no resultar, que tenga efectos contraproducentes, pero es la hora de intentarlo. Y además no le puedo negar a los jóvenes el derecho de planteárselo, como nosotros nos lo planteamos en su momento. Y los Chicago boys se lo plantearon en su momento. Por eso, con quienes fueron mis compañeros de ruta, creo que tenemos aproximaciones vitales distintas. Y quizás porque tenemos experiencias de vida distintas…

- ¿Cómo cuáles?

- Yo, por motivos casi profesionales, convivo con mucha gente joven que está lejos de compartir los miedos que movilizan a mis viejos camaradas.

- ¿Por qué habla usted tanto del miedo? ¿Es el miedo el que hace rechazar a, por ejemplo, los que fueron líderes de la Concertación, como Frei o Alvear? Han argumentado con asuntos concretos que les preocupan de la propuesta constitucional, como el fin del Senado o el devenir del Poder Judicial…

- Yo tengo ahí un punto de vista que quizá no es muy popular: yo no creo que sea demasiado importante una Constitución. Una Constitución no fabrica sociedades sino que las sociedades adaptan las constituciones para lo que son sus necesidades. Nosotros hicimos la transición con la Constitución de 1980, cambiando muy poquitas comas.

- ¿Cree que hay opciones para cambios posteriores?

- Tengo fe -y los hechos lo corroboran por el debate de hoy en día- en que podemos fácilmente convenir correcciones, por ejemplo, sobre la judicatura, sobre el Senado, el consentimiento indígena o los derechos de agua. Se ha instalado la noción de que, en caso de ganar el “Apruebo”, lo que va a regir no va a ser el texto del 4 de julio, sino que otro. Y ese otro, tendrá que incorporar algunas de las banderas del “Rechazo”. Pero la pregunta que hay que hacerse es sobre qué chasis nos paramos y yo estimo que es mejor pararse en un chasis nuevo, sobre todo porque nos da más posibilidades para responder a nuestro gran problema: la enorme fractura que quedó en evidencia en octubre de 2019 y en la convención, que teatralizó fracturas, dolores, heridas, resentimiento, rabia, odio, que no estábamos viendo. Y a propósito de temores, me da un poco de susto que después de todo este ejercicio, desahuciemos este proceso y este esfuerzo.

- Otra gente, como Ernesto Ottone, plantea que es más fácil reformar con el triunfo del “Rechazo”

- Yo, modestamente, estimo que no. Yo creo que es mucho más disruptivo partir desde el “Rechazo”.

- Hoy trata de contener su propio elitismo, dice usted. ¿Cree que hay algo elitista en el “Rechazo”?

- Confieso que me molesta un poco… Para decirlo brutalmente: me temo que si la Convención hubiera estado compuesta por 154 hombres blancos, de Santiago y de universidades tradicionales, buena parte de las cosas que se dijeron sobre ella no se hubieran dicho. Y nadie me puede dar garantías de que si hubiera sido así, hubiese tenido un resultado mejor, menos polarizante y más consensual y más “casa de todos”. Si generalmente son las elites las que destruyen la “casa de todos”, no es el pueblo. Y yo no sé si el triunfo del “Rechazo” nos acerca a una sociedad más cohesionada. De pronto para tener una sociedad más cohesionada, tenemos que pasar por ingratitudes, malos sabores, por situaciones poco estéticas y tragarnos el ego y el amor propio.

- Dice que algunos de sus compañeros de ruta siguen demasiado dolidos por las críticas a los 30 años. ¿Cómo superó usted aquello?

- Soy un defensor acérrimo de los 30 años y no tengo ningún complejo, pero no soy un viudo de los 30 años. Hay que tratar de entender qué hay detrás de la crítica, de la tía Pikachu en la Convención, del resentimiento hacia la derecha y la Concertación.

- ¿Cómo entiende ese resentimiento del que habla hacia quienes lideraron la transición, como usted?

- Hay un sentimiento de marginación muy profundo del cual yo me hago la autocrítica de no haber sido suficientemente sensible. A la Convención se le podrán hacer muchas críticas, pero fue un escenario donde se expusieron los perdedores del sistema. Y esto me hace ser humilde frente a ellos.

- Lo que dice suena a mea culpa…

- Puede ser. Pero considero que la Concertación, al menos en los primeros años, tuvo que tender puentes hacia la derecha y el empresariado para evitar el retorno en gloria de Pinochet. Hoy la gente de centro, como yo, debe tender puentes hacia los sectores excluidos, porque ahí está el peligro de quiebre social. No nos olvidemos que este proceso comenzó con un estallido que estuvo a punto de producir el colapso de la democracia y la convivencia. Es en función de este punto de partida que tenemos que juzgar el proceso que hemos vivido y las opciones que se abren. No estamos en un debate académico.

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