Tormenta perfecta azota a economía brasileña
La situación macroeconómica, el escándalo de Petrobras y los problemas energéticos complican a Dilma Rousseff, a más de un mes de su reelección.
- T+
- T-
A poco más de un mes de que Dilma Rousseff asumió su segundo mandato presidencial, Brasil enfrenta una "tormenta perfecta". En el frente macroeconómico, un triple golpe de resultados peores de lo esperado para las cuentas fiscales de 2014; un alto riesgo de escasez de agua y apagones debido a problemas en el sector eléctrico; y las implicancias económicas del escándalo de corrupción en Petróleo Brasileiro (Petrobras, la compañía estatal de petróleo) están mellando las expectativas para el resto del año.
En el frente político, la recién reelecta presidenta enfrenta una descarnada oposición en el Congreso, y ha visto una brusca caída en las encuestas de opinión.
A pesar de que se esperaba que Brasil registrara un déficit primario (excluyendo los pagos de intereses de deuda) por primera vez en casi dos décadas, los resultados de diciembre fueron peores de lo anticipado. El déficit primario fue de 0,6% del PIB, haciendo de la meta de un superávit primario de 1,2% para 2015 una tarea cada vez más desalentadora para el ministro de Hacienda ortodoxo, Joaquim Levy.
Brasil también registró el peor déficit nominal (incluyendo el pago de intereses de deuda) entre los mercados emergentes en 2014, de 6,7% del PIB, más del doble del déficit visto en 2013 (3,3%).
Triple golpe
La inflación está repuntando nuevamente como resultado de los esfuerzos del gobierno por realinear los precios y tarifas congeladas durante la campaña para controlar las presiones inflacionarias en 2013, tras las manifestaciones generalizadas que se produjeron en el país.
El Banco Central de Brasil (BCB) espera que los precios administrados, que representan un 25% del índice de precios al consumidor, aumenten cerca de 10% en 2015, incrementando los riesgos de que se traspase el techo de la meta de 6,5%. Eso ya ocurrió este año, en enero, cuando la inflación subió 1,2% frente a diciembre, elevando el aumento general de precios durante los últimos doce meses por sobre 7%.
Añadiendo sal a la herida, la escasez de agua y el creciente riesgo de racionalización eléctrica en el sureste de Brasil, donde la industria manufacturera y otras están altamente concentradas, están dañando las perspectivas de crecimiento.
Como resultado de estos problemas y de las duras medidas de ajuste que serán puestas en marcha –los resultados fiscales para 2014 implican que el paquete fiscal de Levy necesitará adaptarse en al menos dos puntos porcentuales del PIB si es que quiere alcanzar el objetivo establecido- 2015 se perfila como un año de recesión. En consecuencia, la EIU revisará su pronóstico de crecimiento desde un superávit de 0,5% a un déficit de 0,5%. Sin embargo, el racionamiento podría causar una caída mayor, y hay riesgos adicionales a la actividad asociada con la controversia de Petrobras.
Petrobras es la mayor compañía del país y es central en la producción y en las cadenas de suministro en Brasil. Los problemas de la compañía ya se han extendido al sector de construcción y es probable que causen mayor daño a otros sectores a través de una intrincada red de proveedores, y compañías que están ligadas a otras compañías relacionadas con Petrobras, alcanzando eventualmente al sector financiero.
El escándalo de Petrobras, por lo tanto, representa riesgos sistemáticos para la economía brasileña. Las dificultades por cuantificar los efectos cascada han puesto al país en un estado de parálisis: la extrema incertidumbre está deteniendo la actividad empresarial, frenando los flujos de inversión tanto doméstica como extranjera, y dañando la confianza de los consumidores, que se ha reflejado en las deplorables cifras de ventas del retail durante los últimos dos meses.
La confianza general también ha empeorado. Según encuestas recientes realizadas por Detafolha, una encuestadora local, más de un 80% de los brasileños espera que la inflación siga subiendo este año. Además, más de un 70% espera que el desempleo aumente y que los salarios disminuyan. Es la primera vez en más de una década que la confianza alcanza tal caída.
De forma reveladora, la posición personal de Rousseff se ha desplomado. En sólo tres meses, su tasa de rechazo ha subido de 24% a más de 40%. Más de la mitad de la población piensa que ella es en gran parte responsable de los problemas en Petrobras, y no cree que será capaz de manejar las secuelas del escándalo. Los llamados a su destitución han ganado arrastre, pero son una posibilidad remota.
Dilma acorralada
En el frente político, Rousseff parece estar acorralada. Por primera vez desde que el Partido de los Trabajadores (PT) asumió el poder en 2003, los niveles de aprobación del gobierno han caído a su punto más bajo en la mayoría de las regiones del país, incluyendo el noreste.
El noreste, que por mucho tiempo se consideró una base clave de votantes del PT, es una de las regiones más pobres de Brasil, y la que más ha sentido el impacto de la implementación de los programas sociales desde que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva asumió el poder hace doce años.
El principal partido de su coalición de gobierno, el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), parece estar contra ella –uno de sus más importantes adversarios políticos, Eduardo Cunha, un congresista del PMDB, ha sido recientemente electo como líder de la Cámara de Diputados y está causando estragos por las medidas de ajuste fiscal.
La presidenta ha pedido ayuda a Lula, su mentor político, pero hay crecientes señales de que su relación se está volviendo más tensa. Además, el "fuego amigo" desde su propio partido, el PT, particularmente durante las medidas de ajuste fiscal, está también sirviendo para aislar a Rousseff. Los crecientes riesgos y el pobre liderazgo son la peor combinación que Brasil podría enfrentar en esta desafiante coyuntura.