Columnistas

Improvisar

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 5 de agosto de 2016 a las 04:00 hrs.
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Conocido, recordado y querido (tres atributos que no suelen caminar juntos), Jaime Celedón acaba de pagar su peaje a la vida eterna. Le agradecemos su talento, bonhomía y buen humor. Y el haber ideado y conducido, como experto y relajado catalizador, algo que a comienzos de los 70’ parecía imposible: que enconados adversarios políticos conversaran civilizadamente. Atributo y mérito, también, de un canal católico.

Lo único cuestionable de este programa, imperdible todos los domingos por la noche, era su título: “A esta hora se improvisa”. Primero, porque sus panelistas no improvisaban, se preparaban. Como debe hacerlo todo orador responsable, sea que hable en público o en privado. Y segundo, porque contribuyó a hacer célebre y grato el verbo “improvisar”. Consulte usted un diccionario etimológico, español o inglés, y verá que le remite a las voces “imprudencia” e “impudicia”. Improvisar es hacer las cosas de repente y a la rápida, sin previo estudio o examen. Que es lo exactamente contrario a lo que manda la prudencia: informarse, razonar, consultar, prever, precaver, ponderar todas y cada una de las circunstancias. Cuando la improvisación se hace habitual, degenera en impudicia, descaro, desvergüenza. Y puede, y suele revestir, más allá de su deshonestidad moral, también peligrosidad y responsabilidad delictual.

Un predicador no debe confiarse en su capacidad de improvisar, en el momento, un par de “ideítas” para salir del paso. Sería un descaro, una afrenta a Cristo y a la comunidad de los fieles que esperan ser confortados en la Verdad. Tampoco un profesor digno del nombre de maestro se asilará en la cómoda repetición de los esquemas, conceptos, ejemplos y métodos que ha venido acuñando por décadas: sería no respetarse a sí mismo. Un informe, una asesoría, un diagnóstico, una cirugía, un alegato, un veredicto judicial no se improvisan. No se puede jugar impúdicamente con el patrimonio, la libertad, la salud o la vida de quienes se confiaron al que aparece y funge como experto.

Hoy la ciudadanía sufre bajo un vendaval y festival de improvisaciones. Protagonizadas por quienes juraron servir a su pueblo y Nación, poniendo las bases y seguros de un bienestar y progreso común. “Visión de Estado” implica pre-visión, pre-caución, horizonte de largo plazo. Hoy los estadistas prefieren “leyes cortas”. Son -frecuentemente-, fruto de la improvisación, la imprudencia y la impudicia. Es que fueron elegidos por votantes que no se dieron el trabajo de prever, de estudiar, de examinar. Ni siquiera de ir a votar. Elegidos y electores parecen haber confundido, por desconocimiento del inglés, la abismal diferencia entre “to improve” (mejorar) y “to improvise” (improvisar). Por esta confusión, “A esta hora se improvisa” continúa exhibiéndose, por canales y con atributos nada de católicos: sin talento, sin amistad, sin humor, sin rumbo, sin horizonte. Sin Celedón.

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