“Quiero morir antes que ofenderte con el pecado”

Por: | Publicado: Viernes 18 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
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Párrafos escogidos de la biografía “Laura Vicuña, una niña Confesora de la Fe” realizada por Monseñor Felipe Bacarreza. (Colección Honor de Dios, 1991, 53 págs.)


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Luego que conoció la piedad, escribía su directora, la amó, y alcanzó un don de oración tan alto y continuo que se le veía en tiempo de recreo absorta en Dios… “Es que usted - - le objetó el Padre (confesor)-, al estar siempre preocupada con este pensamiento, descuidará tal vez sus deberes”. “¡Ah, no, Padre! -repuso ella-. Conozco que ese pensamiento me ayuda a hacerlo todo mejor, y que en nada me estorba; porque no es que esté yo pensando continuamente en él, sino que sin pensarlo estoy gozando de ese recuerdo”. 
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Un episodio ocurrido ese año, marcará la vida de Laura. Merece ser revelado, dando para ello la palabra a su jefa de curso, la hermana Azócar: “Recuerdo que la primera vez que le expliqué el sacramento del matrimonio, Laura se desmayó, sin duda, porque de mis palabras dedujo que su mamá estaba en pecado mortal durante todo el tiempo que permanecía en la casa de aquel señor. En ese tiempo en Junín había una sóla familia que vivía como Dios manda. Lo referí a Directora y ella me dijo que volviera a tratar ese tema para ver si verdaderamente Laura sufría por eso y se daba cuenta; y cuando así lo hice, ella palideció de nuevo y debí correr en su ayuda”. 
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Desde entonces Laura comenzó a multiplicar sus oraciones y penitencias para obtener la vuelta a su madre a Dios y su separación del hombre con el que convivía. Entre más profundizaba en el conocimiento de Dios, experimentaba un más hondo sufrimiento de saber a su madre alejada de Él. 
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A imitación de Santo Domingo Savio, propuesto como modelo de las escuelas salesianas, Laura, para esta ocasión, escribió de su propia mano tres propósitos, que vale la pena reproducir completos: 
1. Quiero, Jesús mío, amarte y servirte durante toda mi vida; por eso te ofrezco toda mi alma, mi corazón y todo mi ser. 
2. Quiero morir antes que ofenderte con el pecado; y por eso quiero apartarme de todo lo que pueda separarme de ti. 
3. Prometo hacer de mi parte cuanto sé y puedo, aun con grandes sacrificios, para que Tú seas siempre más conocido y amado, y para reparar las ofensas que todos los días te infieren los hombres que no te aman, especialmente los que recibes de los míos. ¡Oh, Dios mío, concédeme una vida de amor, de mortificación y de sacrificio! 
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No en vano, el día de su Primera Comunión había hecho Laura el propósito: “Quiero morir antes que ofenderte con el pecado”. 
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El seminarista salesiano Félix Ortiz, en el periódico quincenal de Viedma, “Flores del Campo”, del 14 de mayo de 1910, publicó una memoria de los últimos momentos de Laura, de los cuales fue testigo… “También yo fui a visitarla… Acercándome a su cama le pregunté, qué era lo que más le agradaba de ese momento. Ella sonriendo me susurró casi al oído: - Lo que más me consuela en este momento es haber sido siempre devota de María. ¡Oh, sí, ella es mi Madre, ella es mi Madre! Nada me hace feliz que pensar que soy Hija de María”.

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