Desde su origen, Chile y en especial sus regiones han convivido con la incertidumbre. Terremotos, incendios, sequías y marejadas forman parte de su paisaje y tanto empresas como ciudadanos han debido adaptarse.
Pero en los últimos años esa exposición ha adquirido un nuevo matiz: los impactos del cambio climático han dejado de ser una amenaza para transformarse en una realidad económica. Con cada temporada de incendios más agresivos, olas de calor que afectan a la agroindustria y reservas hídricas amenazadas por una sequía estructural, la necesidad de mecanismos de protección financiera se ha vuelto urgente.
En ese contexto, grandes aseguradoras globales como Mapfre, HDI, Reale, y Agroseguros de Corfo ofrecen pólizas para enfrentar los impactos relacionados al cambio climático, aunque este mercado no está especialmente desarrollado en Chile.
La nueva regulación
Con este telón de fondo, los seguros paramétricos están apareciendo en escena de la mano de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), que, en agosto, publicó la normativa que autoriza su comercialización en Chile.
A diferencia del seguro tradicional -que paga el siniestro tras comprobar y cuantificar los daños-, el paramétrico se activa automáticamente cuando ocurre un evento medible que alcanza un umbral predefinido. Puede ser una magnitud sísmica, un nivel de lluvia o un valor extremo de temperatura. Si el parámetro se cumple, el pago se realiza sin necesidad de peritaje ni estimación de pérdidas.
La nueva regulación establece qué riesgos pueden asegurarse bajo esta modalidad -como por ejemplo, terremotos, incendios, tsunamis, granizo, sequía o exceso de temperatura- y define la estructura técnica de las pólizas.
Además, exige que las compañías mantengan el 100% de la prima retenida durante la vigencia del contrato, como medida prudencial para garantizar la solvencia ante un pago automático.
Hasta ahora, el mercado asegurador chileno operaba bajo un esquema basado en el principio indemnizatorio, es decir, el asegurado debe demostrar el daño para recibir la compensación. Pero con los seguros paramétricos, la lógica se invierte.
Los expertos señalan que esta innovación, que ya se aplica en mercados desarrollados, podría transformar la forma en que se gestionan los riesgos catastróficos, en especial aquellos relacionados con el clima.
La CMF explicó que estos instrumentos “entregan liquidez inmediata tras un evento extremo, reducen las brechas de protección y fortalecen la resiliencia económica”.
Lo anterior, en un país donde los costos de los desastres naturales superan regularmente los US$ 1.000 millones anuales, la posibilidad de contar con mecanismos automáticos de pago resulta especialmente atractivo.
Seguros forestales
La adopción de los seguros paramétricos se da en un contexto en que una de las pólizas más utilizadas por las empresas son las que cubren incendios forestales.
Según datos de la aseguradora Marsh, los precios técnicos de los seguros contra incendios de las empresas forestales han aumentado hasta en un 200%, lo que ha generado que muchas firmas del sector optaran por retener más riesgos, adquirir coberturas más limitadas o, en casos extremos, dejar de asegurarse, exponiéndose a pérdidas significativas.
Las regiones más afectadas por los incendios forestales en Chile en la última década son Biobío, que sufrió 23.199 siniestros y perdió más de 377 mil hectáreas, y La Araucanía, con más de 13 mil incendios y 369.815 hectáreas afectadas. La situación en la Región de Valparaíso también es crítica, con un total de 6.889 incendios en el período y 86.781 hectáreas afectadas.
Además de la mayor frecuencia y gravedad de los siniestros, las aseguradoras enfrentan limitaciones en el mercado internacional de reaseguros.
Según un informe de Alessandri Abogados, los seguros paramétricos se presentan como una herramienta complementaria, no sustitutiva de este negocio, ya que permiten disponer de liquidez inmediata para enfrentar los primeros gastos tras un evento extremo, mientras los seguros tradicionales cubren la reparación de daños materiales.
En la práctica, un agricultor podría recibir un pago automático si el índice de precipitaciones cae por debajo de un nivel determinado durante la temporada, sin necesidad de comprobar que sus cultivos se dañaron.
Sin embargo, en el mercado también reconocen que el modelo exige un cambio de mentalidad y una inversión en capacidades técnicas: se necesitan datos meteorológicos de alta resolución, sistemas de monitoreo confiables y modelos actuariales capaces de correlacionar índices físicos con pérdidas económicas reales.
Si bien Chile cuenta con una red de estaciones meteorológicas en expansión y con agencias técnicas que generan información pública de calidad, los expertos advierten que aún existen brechas, especialmente en zonas rurales donde la falta de cobertura de sensores dificulta el diseño de parámetros precisos.