La difícil encrucijada de la DC
Pese al creciente proceso de desafección, los dirigentes de dicho partido saben que no están en condiciones ni de abandonar el gobierno ni de romper el pacto, por lo que la opción para marcar presencia es ejercer el poder en el Congreso.
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Una sensación de malestar se ha ido instalando al interior de la Democracia Cristiana, al punto que como han reconocido sus principales dirigentes están en un proceso de desafección creciente con el gobierno, tanto por el déficit que perciben en su gestión, de la que se sienten marginados, como por la impronta izquierdista que los hace distanciarse.
Fue precisamente ese sentimiento el que imperó en el reciente Consejo Nacional Ampliado al que se convocó para analizar el complejo momento político, en especial la forma en que se puede fortalecer la presencia de dicho partido en las tareas gubernamentales como también al interior de la coalición.
Como es tradicional en la DC, el voto político que se aprobó tras la cita partidaria no dio cuenta del grado de tensión que hubo, porque aun cuando éste marcó distancia con el gobierno al apelar a la necesidad imperiosa de que se debe mejorar la gestión, algunos de los asistentes apuntan a que en ningún caso reflejó en toda su magnitud el desencanto que tienen en su relación no sólo con La Moneda, sino también con sus socios de la Nueva Mayoría.
Es que como indican desde dentro de dicho partido, pese al malestar imperante, saben que no están en condiciones de golpear más fuerte o amenazar siquiera con la posibilidad de abandonar el gobierno a pesar de que no se los considere como esperan.
Pero eso no quiere decir que no están en disposición de hacer sentir su peso con toda la fuerza que sea posible, como lo han estado demostrando especialmente con algunas de sus últimas actitudes en el Congreso, lo que ha puesto una dosis de tensión en el cuadro político que ha complicado tanto a las autoridades como a sus socios.
Marginación
Uno de los principales factores que complica a la DC es que con el desplazamiento hacia la izquierda del gobierno, ellos han quedado en una situación incómoda que los hace no sentirse enteramente representados por los postulados ideológicos que guían la acción gubernamental.
Cuando alegan que no se valora el aporte que hacen, apuntan directamente a que no se considera su mirada, lo que en concreto se ha traducido en la marginación de personeros de su partido en las principales áreas donde se toman las decisiones más importantes de las políticas públicas.
En concreto, uno de sus grandes reclamos es no tener participación en el ministerio de Educación, al plantear que ningún DC ha estado en la elaboración de los proyectos que conforman la principal reforma del gobierno, aludiendo a que el único militante de ese partido en dicha cartera, como es Andrés Palma, no tiene injerencia en los diseños de las propuestas que se hacen.
La desazón se extiende porque indican que lo mismo ocurre en otras áreas sensibles, como Salud, donde tal como en Educación, tampoco son escuchados, e incluso cuestionan que los nombramientos en esos sectores recaen en personeros de partidos de izquierda, pese a que ellos presentan nombres que estiman competentes, como lo planteó su presidente Jorge Pizarro cuando se decidió convocar al Consejo Nacional Ampliado.
Como expresan al interior de la DC, con el nombramiento de Jorge Burgos en el ministerio del Interior, abrigaron la esperanza de lograr presencia e influencia, aunque a estas alturas admiten que se ha desvanecido por la falta de empoderamiento de éste por parte de la presidenta Michelle Bachelet. Tanto es así que, aparte de las conocidas tensiones que éste ha enfrentado, algunos apuntan a que ni siquiera en el proceso constituyente que se inicia ha tenido la participación que se suponía, porque después de haber logrado que éste se hiciera por el camino institucional, en la puesta en marcha ha quedado marginado.
Considerando, además, que dicho partido está excluido del estrecho círculo presidencial, que es donde se toman las principales decisiones, sus dirigentes asumen la necesidad de tratar de marcar presencia como sea.
Falta de fuerza
Pese a la constatación de esa cruda realidad, en la DC reconocen que tienen poco margen de maniobra para actuar, porque aun cuando no faltan algunos que en medio del desencanto aluden a la posibilidad de abandonar el gobierno, ningún dirigente lo plantea como una opción real.
Cuando lo desestiman, no desconocen que, al menos en parte, ello se debe a que pese a estar marginados de los cargos de influencia, gran parte de sus dirigentes de base dependen de los cargos públicos que ocupan, lo que les impide imaginar siquiera un éxodo.
Pero más allá de esa razón, en la DC admiten que el problema de fondo es que no están en condiciones para plantearse con más firmeza o intentar un camino propio, principalmente porque una de sus reconocidas carencias es no contar con una figura presidencial potente que los pudiera fortalecer. Porque aun cuando en los distintos sectores, incluidos quienes fueron disidentes a su gestión, reconocen los méritos de Ignacio Walker en su intento por perfilar al partido, asumen que no es una figura que les permita emprender una aventura en solitario.
En ese contexto, desde la DC miran con especial inquietud la reagrupación de los partidos de izquierda en los próximos acuerdos electorales, básicamente que el PS pacte con el PPD e incluso con el PC, como se está planteando, lo que los deja en el peor escenario de aislamiento, con los consiguientes efectos en los resultados.
Para los dirigentes de la falange se trata de una amenaza real, que miran con tal preocupación que han planteado que un polo hegemónico de la izquierda es el fin de la Nueva Mayoría, lo que en todo caso aparece más como una forma de presión que como una posibilidad real, porque al fin de cuentas saben que no tienen la fuerza para romper con sus socios.
Poder en el Congreso
Con este panorama no parece fácil el camino de la DC para tratar de recuperar presencia e influencia. En esa línea la gran apuesta es usar el único poder real que tienen, que es su representación en el Congreso, donde el gobierno necesita sus votos para sacar adelante sus iniciativas y reformas.
Un caso emblemático, que coincide con el malestar que impera en dicha tienda, es lo que ocurrió con la actitud asumida frente a la glosa presupuestaria para la gratuidad de la enseñanza superior, en que desde el senador Ignacio Walker, hasta la diputada Yasna Provoste, se unieron para anunciar que la rechazarían argumentando que era discriminatoria al excluir a amplios sectores vulnerables como los de los Institutos Profesionales o de los Centro de Formación Técnica.
Como reconocen desde el partido, la inédita amenaza que obligó al gobierno a postergar la votación para buscar acuerdos con el fin de impedir su rechazo, está íntimamente relacionada con el desencanto que existe en sus filas hacia el gobierno, como con la necesidad de perfilarse defendiendo temas que pueden tener acogida en la ciudadanía, que en este caso sería mostrarse cerca de los 350 mil estudiantes vulnerables que quedarían fuera de la gratuidad.
Eso explica que la firmeza demostrada en el Congreso en este tema, también se extienda a otras materias, como ocurre con la reforma laboral, en que aquellos senadores más duros de la DC que no han estado de acuerdo con aspectos de ésta, no están dispuestos a transar al menos su defensa a las Pymes, al punto que se ha atrasado su tramitación más allá de todo lo previsto.
Un último factor que confirma la disposición de la DC a marcar la diferencia, fue que tras la presentación de la acusación constitucional que presentó la oposición contra la ministra de Salud, Carmen Castillo, los diputados de ese partido no la rechazaran sino, por el contrario, anunciaran que la estudiarían en su mérito, dando cuenta con ello de su mirada crítica hacia la gestión de salud del gobierno que afecta a amplios sectores ciudadanos.
Con el poder que están intentando ejercer en el Congreso, el propósito que confiesan algunos parlamentarios, es no sólo de tratar de influir en la medida que sea posible para que sus planteamientos sean acogidos, sino mostrar su disposición a no ser avasallados.
Eso no implica que desde dentro de la DC desconozcan que si bien pueden lograr algo en su afán, no será nunca lo que aspiran, por la debilidad en que están frente tanto a un gobierno, como a una coalición que no los interpreta plenamente, pero que los tienen atrapados.