¿Qué tiene el modelo portugués que seduce a la centroizquierda chilena?
Bachelet apunta a la experiencia portuguesa –una excepción en Europa– como un camino posible para la oposición.
- T+
- T-
En la ex Nueva Mayoría y otros sectores de oposición se escucha hablar del modelo portugués. Con una centroizquierda quebrada y que todavía está lejos de reponerse de la derrota electoral, la experiencia de Portugal parece iluminar un camino. Se escucha hablar de esta fórmula en conversaciones privadas y algunas instituciones –como la Fundación Salvador Allende–, incluso planifican seminarios sobre el modelo que lidera António Costa, el primer ministro.
“Quiero recordar que ha sido justamente la resistencia a las políticas de austeridad y al desmantelamiento del Estado de Bienestar lo que ha estimulado interesantes experiencias en ese continente. Por eso resulta tan interesante el caso portugués”, señaló la expresidenta Michelle Bachelet en su discurso del pasado 29 de abril en una premiación que le hizo la Alianza Progresista, que reúne a los partidos socialdemócratas a nivel mundial. La escuchaban militantes socialistas, democratacristianos y comunistas.
Pero, ¿qué tiene el modelo portugués que seduce a la centroizquierda chilena?
La socialdemocracia está en crisis a nivel global y en Europa actualmente solo está presente en cinco de los 27 países: Portugal, Suecia, Eslovaquia, Malta y Rumania. Perdió su poder en Francia –aunque algunos socialistas forman parte del gobierno de Emmanuel Macron–, el SPD alemán ha perdido nueve millones de votos en los últimos 20 años y en España el PSOE de Pedro Sánchez sigue en la oposición y en su guerra intestina en torno a acercarse al centro o al Podemos de izquierda populista de Pablo Iglesias. Por lo tanto, lo de Portugal es, de partida, una excepción: “No es una experiencia que uno pueda copiar, pero es preciso mirarla con atención. Si uno mira a la izquierda dentro de la crisis, en Europa se ha estado salvando Portugal y en América del Sur, Uruguay”, dice el exsenador Carlos Ominami, de Chile 21.
El Partido Socialista de Portugal logró el 32,3% de los votos hace tres años frente al 36,9% de la centroderecha, pero pudo conformar una mayoría en alianza con los comunistas y otras fuerzas, como el Bloco de Esquerda (el Bloque de Izquierda, parecido al Frente Amplio chileno). Con minoría en las urnas, por lo tanto, el Partido Socialista portugués consiguió formar Gobierno bajo el liderazgo del primer ministro Costa. En 2017, los portugueses los premiaron y les dieron a los socialistas un inédito 38% en las municipales.
El académico del Colegio de Estudios Mundiales de París, Ernesto Ottone, señala que varios factores explican el éxito del gobierno de centroizquierda en Portugal en una Europa con tantos problemas.
“Los partidos políticos han tenido una resistencia mayor que en otros países en medio de la crisis de la democracia liberal actual. Por otra parte, Portugal es actualmente el país más pro europeo del continente y todas las fuerzas políticas están en la misma línea. No se ha constituido, por lo tanto, un populismo de derecha xenófobo, antieuropeo y antiinmigración. Un cuarto punto es la buena relación entre el primer ministro y jefe de gobierno –Costa– y el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que aunque es un liberal y de oposición, cumple un papel de mediador”, dice Ottone.
Para Pablo Velozo, ex secretario general del PS chileno y representante de la Alianza Progresista, “frente al fracaso de la derecha en la gestión de la crisis económica de 2009, el socialismo portugués logró cumplir con los compromisos que le puso la Unión Europea sin destruir el Estado de Bienestar”.
El primer ministro, socialista, ha gobernado con la ayuda de los comunistas y el Bloque de Izquierda en el Parlamento, pero sin que estas dos fuerzas lleguen a formar el gobierno. “Una vez que Costa tomó la conducción, no se compromete en un trabajo junto a los comunistas y las fuerzas de izquierda como un plan de gobierno total, sino que trabajan unidos, pero instancia por instancia, según la coyuntura y según los temas”, explica Fernando Reyes Matta, académico de la Universidad Andrés Bello y asesor internacional del expresidente Ricardo Lagos.
En este modelo pensaba Ominami en la segunda vuelta presidencial pasada: “Podría haber sido una experiencia pertinente, porque permitió la convergencia de las fuerzas de izquierda. Era una fórmula posible para Chile, de geometría variable: se podía convenir un programa básico que las fuerzas progresistas apoyaran y acompañan desde el Congreso, sin que el Frente Amplio, por ejemplo, tuviera que hacerse cargo de los problemas del Ejecutivo”.
Pero considerando la antropología de los casos, distinta en cada país, ¿sería ahora posible importar el modelo portugués? Los acercamientos entre la izquierda tradicional y emergente “es un asunto que tiene que ir decantándose”, pero la experiencia portuguesa demostró que “pudieron converger fuerzas de izquierda, como los socialistas y los comunistas, que tenían mucha animosidad”, dice Ominami.
Velozo piensa que “Chile necesita la convergencia de la ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio si se pretende gobernar”. Ottone, en cambio, es menos optimista: “Para que nadie se haga cachirulos en Chile: el gobierno de Costa es claramente reformista gradual, no bolivariano ni de Podemos ni de un populismo de izquierda. Que la ex Nueva Mayoría no se cuente cuentos. Se buscan grandes consensos, pero en el gobierno de Portugal el Partido Comunista no marca la pauta”. Y agrega: “ A mí me parece estupendo que los socialistas chilenos quieran pololear con el Frente Amplio, pero ¿en torno a qué? No existe claridad”.