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Rodrigo Valdés: “El mercado es ciego y exigirle cosas para las que no está hecho es una equivocación”

El ministro de Hacienda se define como una persona “pragmática” y lamenta que la discusión actual se enfoque “más en lo urgente que en lo importante”.

Por: Sebastián Valdenegro | Publicado: Lunes 9 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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"Uno siempre tiene que estar agradecido con reconocimientos como éste, pero tengo harto peso sobre los hombros para seguir agregando adicionales".

- Pero no lo esperaba...

- No, no lo esperaba. Fue una sorpresa.

Una de las características que sus pares más enfatizan en Rodrigo Valdés es su humildad. No marearse ante el éxito de una carrera ascendente, que comenzó a inicios de los ´90 en Cieplan y que pavimentó el camino hacia puestos ejecutivos en el Banco Central, el Ministerio de Hacienda, Barclays, el FMI, BTG Pactual y BancoEstado.

Sin embargo, todo aquello parece pequeño comparado con el desafío que enfrenta desde el 11 de mayo este economista de la Chile: ser el ministro de Hacienda de la Presidenta Bachelet, el encargado de la billetera fiscal y de resguardar los equilibrios económicos, además de la titánica tarea de darle gradualidad y realismo a una agenda programática plagada de promesas y "vacas flacas" producto de la fuerte desaceleración económica.

Desde esa vitrina, este doctor del MIT recorre sus principales definiciones en materia económica, los costos personales que ha debido afrontar al mando del equipo económico de la presidenta Bachelet, su mirada del mercado y el Estado, y las principales influencias que lo marcaron en su formación.

- ¿Le agrega algún desafío en particular el saber que entre sus pares es percibido hoy como el economista más influyente?

- Es importante distinguir las personas de los cargos. Los ministros de Hacienda siempre son influyentes, por lo mismo lo que importa es el cargo que estoy desempeñando, no mi persona. No hay que marearse y pensar que es uno el influyente. Es el cargo.

- ¿Siempre quiso ser economista?

- No, no tenía idea que iba a ser economista hasta bien tarde en mi carrera de colegial. Siempre pensé estudiar ingeniería porque me salían más fáciles las matemáticas. Pero con un amigo pensamos estudiar comercial un semestre para irnos a viajar, pero finalmente no quedamos en el mismo momento en la universidad. Entré y descubrí la economía. No sabía casi nada de economía, me gustó y me empezó a ir bien. Descubrí una buena combinación de rigurosidad, de matemáticas, pero con una aplicación más amplia que la ingeniería.

- ¿Usted pensó en ser ministro de Hacienda alguna vez?

- No. Ser ministro de Hacienda es un honor y es una labor a la que una persona que es economista no dice que no, porque es un desafío importante. Es un puesto muy influyente que permite hacer cosas que de otra manera uno no podría hacer.

- ¿Qué economista es para usted el más influyente hoy y por qué?

- Bueno, como están las cosas, Janet Yellen es la economista más influyente hoy, dada la importancia que tiene en lo que va a hacer la Reserva Federal en los próximos años. Creo que por su influencia directa también Stanley Fischer, que es el segundo en la Fed. También el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. Por el peso de su opinión, Larry Summers.

- ¿Y en Chile?

- En Chile hay muchos economistas influyentes. Tenemos la suerte de tener un amplio grupo de economistas muy bien formado.Otros países tienen esos grupos, pero no están metidos en la discusión pública, y nosotros tuvimos la suerte como país de que muchos de ellos participan en la discusión pública. Hay ex presidentes del Banco Central, hay ex ministros de distinto tipo, economistas que se mantienen muy activos e influyen en el debate.

- ¿Cómo se define Rodrigo Valdés desde la perspectiva de la teoría económica?

- Yo me defino como una persona, primero, pragmática, y segundo, que dudo de todas las teorías económicas en el sentido de que esta es una ciencia que todavía no madura completamente. Por lo tanto, lo que uno ve en las distintas teorías son herramientas útiles que hay que saber cuándo usar, pero no hay recetas en esto. De hecho, el peor error que uno puede cometer es pensar que una teoría económica explica todo. Creo que distintas circunstancias requieren aplicaciones de distintos modelos. Y tenemos que reconocer que todavía tenemos modelos imperfectos para entender la realidad.

- ¿El MIT transmite un sello especial?

- Sí, creo que justamente esta mirada pragmática y crítica, y no comulgar con ruedas de carreta. En el fondo, no creérsela tan fácil, ya que las cosas son siempre más complicadas. Y no pensar que la teoría que a uno le enseñan es la única que existe.

- Por estos días debutó la historia de los "Chicago Boys". ¿Qué opinión le merecen?

- Cuando estudiaba en la Universidad de Chile tuve varios profesores educados en Chicago, muy bien formados y profundos, pero menos pragmáticos de lo que me gustaría, en el sentido que parecían tener demasiada fe en su propia visión del mundo.

En Estados Unidos las diferencias entre las distintas universidades se explican considerando si están cerca del mar o cerca de los lagos; es decir, si son "de agua salada o de agua dulce". Así, se dice que las de agua salada son más pragmáticas, menos dogmáticas, más abiertas a seguir distintas teorías dependiendo de dónde se aplica bien la teoría. En cambio, se dice que las de agua dulce tienen una visión posiblemente más rigurosa de algunas cosas, pero menor capacidad para salirse del encapsulamiento de su propia visión del mundo.

- ¿Qué falacias económicas lo sacan un poco de quicio? Se lo pregunto porque está latente en el debate la tensión que pareciera existir entre igualdad y crecimiento o distribución del ingreso y crecimiento económico.

- Bueno, hay muchas y a distinto nivel. A nivel más sofisticado, sacar conclusiones con poca información, a conveniencia de cada cual. Creo que la rigurosidad con que se miran los datos en Chile todavía es baja.
También pensar que un instrumento tiene efectos sólo sobre equidad y no en eficiencia; o al revés. Hay quienes consideran los efectos en forma unidimensional y no son capaces de ver que hay dilemas que enfrentar en casi todas las cosas que existen.

- Usted se definió como un ministro de un gobierno de centro-izquierda. ¿Qué aspectos lo distinguen de un ministro de Hacienda de centro-derecha?

- Dos aspectos: primero, una sensibilidad especial respecto de la equidad y de la lucha de décadas por una sociedad con más justicia social; y segundo, más dudas que lo que tiene un economista más de derecha respecto de la eficiencia con que funcionan los mercados, pero tengo que decir que me diferencio de un economista de izquierda en que también tengo muchas dudas respecto de las soluciones que los Estados pueden dar a las fallas del mercado.

- ¿Cree en la frase del presidente Aylwin: "El mercado es cruel"?

- Creo más bien que el mercado es ciego. Exigirle al mercado cosas para las que no está hecho es una equivocación. Por ejemplo, pensar que uno va a lograr una mejor equidad a partir de sólo acciones de mercado. Se requiere algo más que eso.

- ¿La economía es parte de la felicidad de las personas?

- En la teoría económica sí, pero en la realidad no estoy tan seguro. No sé si nuestros tatarabuelos eran más o menos felices que nosotros, y nosotros somos más ricos. Pero la teoría económica es clara: la felicidad depende de cuánto se consume y cuanto se descansa. Reconozco que es una visión economicista media brutal.

- ¿Qué episodio lo ha marcado a la fecha como economista?

- Muchas cosas. Cuando estaba en el FMI traté de convencer al presidente de un banco central que su país iba a entrar en crisis si no actuaba. Esas horas de discusión con ese presidente fueron muy marcadoras respecto de la importancia de la economía. Lamentablemente, él no tuvo la fuerza para decidir ni lo acompañó la política, y el país entró en un problema grande.

A nivel más académico, hay momentos satisfactorios cuando uno descubre un resultado o le acierta a un trabajo que publica una revista importante. Supongo que eso es parecido a cuando un futbolista mete un gol.

- ¿Ha sido muy distinto trabajar en Chile que en el extranjero?

- Un poco. Acá uno conoce mucho mejor quién es quién, qué significa un silencio o una palabra, entonces la fineza en las relaciones humanas es menos complicada.

Cuando me ha tocado trabajar fuera de Chile lo más difícil ha sido acostumbrarse a culturas distintas y trabajar con gente de distintos países. A veces, uno pasa vergüenzas tratando de contar un chiste en inglés.

- ¿Qué lugar de trabajo lo marcó más en lo personal y lo profesional?

- Mi pasada en el Ministerio de Hacienda en el gobierno de Lagos con Nicolás Eyzaguirre: aprendí de política, tuve la oportunidad de hacer muchas cosas en poco tiempo y vivir lo vertiginoso que es el servicio público. Eso es único y ése fue el período en que más aprendí.

En lo personal, en todas partes he tenido la suerte de encontrarme con buenos equipos y he trabajado en ambientes donde hay confianza y una capacidad técnica y política muy alta. Eso hace la pega más fácil.

Casi todas mis pegas han sido en equipo; por lo tanto, uno depende mucho de los demás. He picoteado en hartas partes y he tenido que aprender códigos específicos de cada trabajo. Humanamente, ha sido bueno conocer tanta gente, profesionalmente también.

- ¿Cuál es su visión del debate económico interno?

- Estamos preocupados de la economía internacional y de hacer las cosas bien en Chile. Estamos preocupados de hacer cambios bastantes importantes, que se deben conducir bien porque es fácil que produzcan efectos complicados de digerir en el corto plazo. Dicho eso, casi siempre nos vamos a lo urgente y no a lo importante.

- ¿Cuál es su talón de Aquiles?

- Como economista me ha faltado estar más tiempo en las instituciones que trabajé y madurar un poco más la etapa respectiva; por lo tanto, creo que no fui capaz de sacarle todo el provecho a algunas etapas de mi vida. Pero he estado en una carrera muy rápida, donde han aparecido desafíos nuevos quizás un poco a destiempo, pero que fue imposible dejarlos pasar.

Mi principal debilidad es que me ha costado encontrar un buen balance entre mi vida profesional y mi familia. Trabajar mucho permite el éxito profesional, pero tiene costos. Siento que le he quitado tiempo valioso a mis niños.

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