Los ánimos están encendidos. Como era imaginable, con la proximidad de los 40 años del golpe de Estado reaparecieron las distintas miradas que existen para apreciar lo que ocurrió entonces, pero también las diferencias acerca de cómo enfrentar un tema tan sensible como es éste, generándose una polémica que irrumpió con especial fuerza en la agenda política, justo en un período eleccionario.
La coincidencia de la fecha no ha sido un factor ajeno al debate, aun cuando al menos en los comandos de las dos principales abanderadas presidenciales, teniendo en cuenta lo que ambas representan, se han cuidado de que la conmemoración del 11 de septiembre esté lo menos ligada posible a la campaña, porque ni en el de Michelle Bachelet quieren que ella aparezca buscando beneficios, ni en el de Evelyn Matthei, que la situación amague sus opciones.
Pero el creciente clima de tensión que se ha suscitado por la discusión acerca del papel que jugaron los distintos actores o las responsabilidades que les cabe o deben asumir unos u otros, da cuenta de que el tema no está al margen de los intereses político-electorales.
El papel de la DC
En esa línea, una de las inquietudes del entorno bacheletista es que, en momentos en que están bregando por la unidad de todos los partidos opositores, la polémica por la actuación de la Democracia Cristiana en el golpe del ‘73 pueda atentar contra ese propósito, por lo que miraron con aprensión que ésta se replanteara luego de que el presidente del Senado, Jorge Pizarro, asegurara que su partido no lo había respaldado.
De hecho, las declaraciones del parlamentario fueron refutadas de inmediato por algunos personeros como los presidentes del PS, Osvaldo Andrade, o del PC, Guillermo Teillier, pero además reanimaron el debate que se instaló al interior de la propia DC luego de que algunos dirigentes, reconociendo su preocupación por la actitud del partido hace 40 años, propusieron que dicho partido adoptara como postura oficial la que asumió el llamado Grupo de los 13 que, encabezado entre otros por Bernardo Leighton, Radomiro Tomic y Renán Fuentealba, condenando explícitamente el golpe en una declaración dos días después de ocurrido.
La polémica tras el rechazo a esa idea por parte, no sólo de la mesa que preside Ignacio Walker, sino en forma categórica por uno de los firmantes del texto, el ex ministro Belisario Velasco -quien afirmó que no se podía tratar de cambiar la historia- complicó a aquellos DC que se sienten incómodos con lo sucedido en esa época, lo que también ha molestado por abrirle un espacio a la derecha para que les encare con los argumentos emanados de sus propias filas, que no pueden eludir la responsabilidad frente al golpe.
El gesto de Larraín
Ese flanco abierto en la oposición es al que han apuntado algunos de los dirigentes de la derecha, comenzando por su candidata presidencial, Evelyn Matthei, quien aludió precisamente a la DC cuando no pudo evitar entrar al debate luego de que éste adquiriera otro cariz con la decisión del senador de la UDI, Hernán Larraín, de pedir perdón por las posibles omisiones en que pudiera haber incurrido.
El gesto del parlamentario -aun cuando se le reconoce que es consecuente con lo que ha sido su postura frente a los derechos humanos- complicó a la abanderada presidencial, quien en su primera reacción señaló que como ella tenía 20 años al momento del golpe, no tenía por qué pedir perdón. Pero tras la dinámica que tomó el debate, en que esa declaración no se consideró adecuada, Matthei optó por recodar que ella fue la primera persona de su sector en reconocer y condenar abiertamente las violaciones a los derechos humanos.
En el entorno de la candidata oficialista admiten que, aun respetando la actitud de Larraín -lo que hizo su vocera, Lily Pérez- a ella no lo correspondía adoptar una postura similar, porque entre otras cosas se exponía a que se interpretara como un oportunismo propio de la campaña, considerando además, que con excepción de algunos dirigentes como Osvaldo Andrade, la izquierda no acogió el gesto del senador, sino incluso hubo quienes reaccionaron diciendo que no perdonaban.
El impacto del tema
En medio del clima que se ha creado, en el comando de Matthei han estado buscando la manera de compatibilizar la sintonía frente a las posturas que existen en su sector, con una muestra de sensibilidad frente a lo ocurrido, partiendo de la base que una mala aproximación al tema puede significarle pagar costos frente a Bachelet, especialmente por lo que ésta representa.
Pero aun cuando efectivamente para la abanderada de la Nueva Mayoría la fecha podría resultarle beneficiosa, tanto ella como su entorno se han cuidado especialmente de no darle una connotación política-electoral, no sólo porque su historia no es la misma que pueden mostrar todos sus aliados, sino porque estiman que no deben arriesgarse a aparecer utilizando una conmemoración como ésta con fines ajenos a su significado.
Eso explica, por ejemplo, que después de haber sostenido que para la reconciliación era necesario encontrarse en un cara a cara con la verdad y la justicia, morigerara el tono con un mensaje unitario y de futuro, como el que hizo al manifestar que los chilenos podían mirarse como adversarios, pero no como enemigos, además de que el país los necesitaba a todos, porque en Chile no sobra nadie.
El debate que se ha generado muestra, en definitiva, que a 40 años del golpe, la reconciliación sigue siendo una tarea pendiente, a la que en esta oportunidad la coincidencia con la campaña no ha colaborado.