En los últimos años se masificó el concepto FOMO (del inglés Fear of Missing Out), ese miedo a quedar fuera de lo nuevo, de lo que avanza, de lo que todos están haciendo o de la fiesta a la que todos van y uno no puede.
Hoy, en plena revolución de la inteligencia artificial (IA), el famoso FOMO se queda corto. Lo que realmente está en juego es el FOBO (Fear of Becoming Obsolete), es decir, el temor a quedar obsoleto.
El FOBO se manifiesta cada vez que un profesional se pregunta si sus habilidades seguirán siendo relevantes en un contexto de alta tecnologización. También cuando un docente se enfrenta a una herramienta de IA que enseña de forma más personalizada, o cada vez que una empresa automatiza tareas que antes requerían años de experiencia humana.
¿La IA reemplazará trabajos? Es válido formular esta pregunta, y la respuesta es que algunos probablemente sí. Pero el verdadero riesgo está en no aprender a convivir con la tecnología. La ecuación de fondo no es ‘humanos versus máquinas’, sino más bien ‘IA > humano sin IA’.
En este contexto, la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) ya no es opcional: es el nuevo lenguaje base. Sin embargo, debe actualizarse. Aprender ciencias o programación en el aula ayuda, además del contenido científico en sí, a pensar críticamente y obtener la capacitación necesaria para cuestionar los sesgos de los algoritmos y trabajar con herramientas que cambian a diario.
El desafío actual va mucho más allá de formar profesionales del área de las ciencias e ingenierías. Se trata de formar mentes adaptativas, capaces de aprender, desaprender y colaborar con tecnologías emergentes.
Para enfrentar el miedo a quedar obsoletos en cuanto a políticas públicas, educación básica y superior y gestión de la empresa privada y universidades, los líderes y tomadores de decisiones deben analizar lo que se ha venido haciendo hasta ahora y hacerse preguntas como: ¿Estamos incorporando formación en IA en todos los niveles educativos? ¿Estamos preparando a docentes y no sólo a estudiantes? ¿Estamos invirtiendo en capacitar a los trabajadores adultos? ¿Estamos garantizando que el acceso a las herramientas de IA sea inclusivo o, por el contrario, profundizando las brechas existentes? ¿Tenemos claro que, tratándose de IA, las máquinas pueden quitar trabajo, pero no EL trabajo?
El problema es que si no actuamos, podríamos perpetuar el rol de consumidores pasivos de IA. En cambio, un rol proactivo permitirá que la IA nos convierta en creadores de soluciones, y ello sólo ocurrirá si contamos con profesionales con las habilidades STEM necesarias para este mundo en constante cambio, es decir, una mezcla entre el conocimiento científico, el pensamiento crítico y la resolución de problemas.
Para las universidades y centros de formación técnica, este es un momento clave. La Inteligencia Artificial tiene que ser parte de la estrategia transversal e integrarse en todas las disciplinas. Las universidades tienen la oportunidad y la responsabilidad de liderar esta transición actualizando sus planes formativos, capacitando a sus docentes y fortaleciendo vínculos con el sector productivo. La premisa de fondo es poderosísima: formar estudiantes capaces de trabajar con IA es preparar ciudadanos para un futuro laboral que ya comenzó.
La invitación es abordar el FOBO no como una sentencia, sino como una señal de que debemos transformar la manera en que enseñamos, lideramos y pensamos el desarrollo en el siglo XXI. La Inteligencia Artificial puede ser una herramienta para ampliar oportunidades o para concentrarlas todavía más. Todo dependerá de cómo decidamos actuar hoy. Porque el futuro no será para quienes lleguen primero, sino para quienes estén preparados para quedarse.