Diseñado para capturar oportunidades en empresas con ciencia validada y precios castigados, detrás de este fondo están Alex Seelenberger y Jair Konitzki, con experiencia en inversiones y que hoy residen en San Francisco, EEUU, y Madrid, España, respectivamente.
Seelenberger es socio de Aurus Capital y fue CFO de Vincerx Pharma, compañía que en 2020 se listó en el Nasdaq. En tanto, Konitzki es fundador de Vizcaya Capital y tiene experiencia en banca de inversión con pasos por JPMorgan y Santander.
Del boom al ajuste
La idea del Deep Value Biotech Opportunity Fund viene de mediados de 2022, cuando ambos compartían su diagnóstico sobre la profunda crisis que atravesaba la biotecnología en EEUU.
“Durante la pandemia, esta industria vivió un auge sin precedentes, como llevar vacunas al mercado en muy corto tiempo. La percepción era que el sector podía resolver problemas globales y eso llevó a un boom de IPO (salidas a bolsa) y a que los inversionistas volcaran capital masivamente en estas compañías”, dijo Seelenberger.
Sin embargo, agregó, el entusiasmo dio paso a una abrupta corrección: desde febrero de 2021 los principales índices del sector -como el XBI- han caído más de 50% y permanecieron deprimidos.
“El alza de tasas en EEUU golpeó a las compañías en fases tempranas, que no generan ingresos y dependen de financiamiento constante, dejando a más de 200 compañías cotizando incluso por debajo del efectivo en caja”, afirmó.
Oportunidad, liquidez y transparencia
Este escenario, que para el mercado era una señal de alarma, representó una oportunidad para el dúo de inversionistas.
“Llorábamos las penas con Jair. Veíamos compañías sin deuda y más plata en caja que su nivel de valorización. Nos preguntábamos cómo poder aprovechar esta oportunidad”, dijo Seelenberger.
Así fue como en 2024 llegaron a la idea del fondo, con el que quieren resolver “tres problemas clásicos” del capital de riesgo en biotecnología: la falta de liquidez, la dificultad de valorar las inversiones y las altas barreras de entrada para inversionistas pequeños.
Buscan replicar la lógica de invertir en compañías en fases clínicas tempranas, pero con un vehículo que ofreciera liquidez y transparencia diaria. Konitzki diseñó una estructura que permite a cualquier inversionista comprar un certificado con acceso a un portafolio diversificado de biotechs listadas en EEUU.
Para lograrlo, se apoyaron en un ETN (Exchange Traded Note), respaldado por las acciones de esas compañías. Esto permite que el precio del certificado se actualice todos los días y dé visibilidad y facilidad de custodia en bancos.
Según Konitzki, el certificado del fondo funciona de manera similar a una cuota de un fondo mutuo, es decir, su valor se ajusta diariamente en función del desempeño de las compañías subyacentes, con valorización pública en Bloomberg.
“Los inversionistas pueden vender sus certificados en el mercado secundario a cualquier interesado, entonces entrega flexibilidad para entrar o salir”, comentó.
La tesis de inversión del fondo se apoya en dos ejes principales. El primero es la valoración de mercado, donde se busca compañías que transen con valorizaciones negativas o apenas positivas, lo que refleja el “castigo” del mercado.
El segundo es la “resistencia financiera”, medida por la cantidad de caja disponible. El criterio mínimo es que las empresas tengan al menos 18 meses de liquidez asegurada para poder ejecutar sus planes clínicos sin necesidad de rondas inmediatas.
A partir de esos filtros iniciales, realizan un análisis sobre un universo de 300 biotecnológicas listadas. En el equipo asesor tienen a Ahmed Hamdy, quien fue el director médico de Pharmacyclis (vendida a Abbvie en US$ 21 mil millones) y cofundador de Acerta Pharma (vendida a Astra Zeneca en US$ 7 mil millones).
La idea es que el portafolio esté entre las 10 y 15 compañías. Entre ellas, hoy tienen firmas en la frontera científica, como una enfocada en terapias celulares para reparar funciones dañadas del organismo, y otra en edición genética para corregir mutaciones en el ADN.
El primer exit
El fondo comenzó a operar en enero de este año con capital propio de los fundadores. De hecho, tuvieron su primer exit antes de abrirlo a los inversionistas: en mayo Regulus Therapeutics -parte de su portafolio- fue vendida a Novartis por US$ 1.700 millones.
“Lo interpretamos como una validación de esta tesis de inversión. Incluso en un mercado castigado, hay empresas con ciencia robusta que atraen el interés de la gran industria”, dijo Seelenberger. Actualmente, administran cerca de US$ 5 millones con un total de 64 inversionistas, en su gran mayoría chilenos, entre ellos, siete family offices locales.
“Este no es un vehículo perpetuo, sino oportunista. Queremos aprovechar la ventana que abrió la caída histórica en valorizaciones de la biotecnología. El fondo debería tener un límite natural de entre US$ 40 millones y US$ 50 millones, porque el tamaño de las compañías no permite manejar montos mayores sin afectar la liquidez”, explicaron.