Al padre Robert Sirico le dicen el "sacerdote del capitalismo". Como defensor del enriquecimiento, entre una de las tantas libertades civiles por las que aboga, se ha generado una larga lista de amigos, varios líderes empresariales entre ellos, y otra de enemigos que critican su defensa del "personalismo económico" y la ganancia personal.
En el intertanto, promociona la enseñanza de economía en los programas de estudio de teología -sin importar si son Católicos o no- y escribe con regularidad para medios prestigiosos como The Wall Street Journal, the New York Times y Forbes, entre otros.
Su prédica es simple: el capital no es enemigo del Cristianismo. El mensaje deja a varios confundidos: ¿Un sacerdote que defiende a los ricos?
Sirico dice que ya se acostumbró a las caras raras. En su reciente visita a Chile y Argentina, se encontró con varios que le hicieron la misma pregunta. "Hay una confusión en la mente de las personas, de que si estás a favor del mercado libre, no estás con los pobres. Mi visión es que si te preocupan los pobres, entonces te preocupa sacarlos de la pobreza. Y para eso están las empresas".
Manos a la obra
Tal confusión lo llevó a fundar en los '90, después de pasar por su propia crisis de fe, el Instituto Acton para el estudio de la religión y la libertad, en California. A través de éste, aboga por las libertades de la propiedad privada y de ética en las empresas. Y es el comando central en su defensa de la riqueza como una herramienta que mejora el bienestar de las personas.
"Siempre digo que la beneficencia no saca a la gente de la pobreza. Es sólo otra herramienta. Porque cuando la gente piensa en pobreza, piensa en donaciones. Por eso tenemos que pensar en cómo los negocios y las empresas pueden generar el trabajo y las oportunidades para que los pobres dejen de serlo", dice desde Buenos Aires, donde dictó una de las siete conferencias sobre pobreza que dará este año en el mundo.
Pasó por Santiago antes, donde tenía planeada una serie de reuniones con líderes religiosos y empresariales y debatir el aporte que el capitalismo puede hacer en los programas de desarrollo social. Obviamente, la visita se vio reducida a algunas reuniones privadas producto del terremoto.
Convencer a sus pares, católicos o de otra religión, de que el dinero no es el enemigo, le es a veces más complicado que discutir de religión, añade. "Es muy triste escuchar a líderes religiosos hablar de desarrollo como si fuera algo malo. El mismo Papa Benedicto XVI dice que no es malo. Como todo, el problema es cuando algo se convierte en ideología. Para la mayoría de la gente de mercado, sus practicantes, la ganancia es importante, pero también lo es la familia y los amigos. La avaricia no es propia del capitalismo, porque puedes ser pobre y ser codicioso. Mi gran preocupación entonces es que los líderes religiosos, de cualquier fe, entiendan el potencial moral de un mercado y que no vean a los empresarios como malas personas".
Sirico insiste en que hay que dar vuelta el argumento. "Mucha gente se pregunta de dónde viene la pobreza. La gran pregunta es de dónde viene la riqueza. Los países más ricos tienen menores niveles de pobreza, mayor regulación, leyes objetivas que se aplican a todo el mundo por igual".
La ganancia tampoco es la gran panacea, agrega. "No digo que el capital vaya a suministrar todas las necesidades, pero vaya que ayuda".
Crisis de conciencia
Asegura que la debacle financiera y económica que sumió al mundo en la recesión por casi dos años, no sólo fue una crisis de mercado. "El mundo financiero está formado por gente y sus valores. Y si estamos pasando por una crisis en el mercado, es porque la gente está en crisis", advierte.
No por algo el concepto "riesgo moral" está detrás de cada una de las teorías sobre cómo se gestó el colapso de la banca mundial que terminó llevando a los principales bancos centrales del mundo a su rescate. "Las raíces de la crisis económica están en el riesgo moral, que no es una frase teológica, sino económica. Ocurre cuando la gente es inducida a tomar decisiones sin saber todas las consecuencias porque se les oculta esa información. Las agencias de préstamos públicos como Freddie Mac y Fannie Mae ocultaron información a la gente cuando pedía sus créditos hipotecarios. La gente fue inducida a comprar pero sin saber los efectos de lo que estaban haciendo".
Muchos pecaron de codiciosos, reconoce. "Por supuesto que hubo avaricia en todo esto, pero lo esencial es que las instituciones bancarias que participaron de esto oscurecieron el verdadero precio de los préstamos hipotecarios. Y los gobiernos pensaban que estaba todo bien. Nadie aquí es un santo; se aumentó el vicio al manipular los mercados".
Millonarios planes de emergencia, la intervención de los gobiernos de EE.UU. y Europa a los bancos "demasiado grandes para caer" tras el colapso global que significó la quiebra de Lehman Brothers y el rescate orquestado por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo de otras instituciones financieras, evitó una catástrofe mayor.
Pero el desenlace de la crisis en EE.UU. no se está dando como al padre Sirico le gustaría. "En vez de la crisis de conciencia que debía suceder, tenemos a parte de los responsables en el Congreso y en el gobierno lidiando con un plan de rescate que no está bien. El gran debate ahora es si podemos salir de la deuda que significó esta ayuda, endeudándonos todavía más".
Por es le preocupa de sobremanera que Washington sea la nueva capital financiera del mundo. "Éste es uno de los períodos más peligrosos en EE.UU. porque los políticos no son empresarios. No calculan las cosas en cuanto a pérdida de riqueza. Un empresario enfrenta un déficit recortando costos y aumentando las ventas. Cuando un político enfrenta un déficit, ve cómo aumentar los impuestos pero sin perder votos. Y cuando estamos en una sociedad en la cual la mayoría de la gente vive un estilo de vida subsidiado por la deuda, incentivas a que voten en contra de la minoría que produce. Y eso no es sostenible".