Bolsonaro vs. López Obrador: ¿En qué se diferencian sus políticas?
Estos supuestos hombres fuertes –ambos nacionalistas y outsiders- vienen de los extremos opuestos del espectro político.
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Latinoamérica está ad portas de un experimento fascinante. El sábado 1 de diciembre Andrés Manuel López Obrador comenzó un período de seis años como presidente de México. En un mes más, Jair Bolsonaro se convertirá en el presidente de Brasil por cuatro años. Entre ellos liderarán las dos mayores economías de América Latina, con un Producto Interno Bruto anual de US$ 3 billones (millones de millones).
Estos supuestos hombres fuertes –ambos nacionalistas y ambos outsiders elegidos para derrocar al statu quo y poner fin a la corrupción- vienen de los extremos opuestos del espectro político.
López Obrador, mejor conocido como AMLO, es un izquierdista de 65 años elegido para terminar con las políticas tecnocráticas que han dominado en México por tres décadas. Bolsonaro, de 63 años, es lo contrario. Un congresista de derecha y su tarea autoproclamada es echar pie atrás las políticas sociales democráticas que han dominado en Brasil durante los 16 años en que gobernó el Partido de los Trabajadores (PT).
Juntos representan el cambio de una era. ¿Qué presidente podría ser más exitoso, o menos dañino? Esta es su definición en los temas clave.
Poder y política
La coalición de López Obrador tiene mayoría en la cámara baja y en el Senado. La oposición es débil. Él tiene poder sobre los gobernadores estatales, ya que el ejecutivo distribuye cerca de un 70% de los ingresos del Estado. Con un alto nivel de aprobación, su poder casi no tiene restricciones. Una reforma constitucional es posible; sus oponentes temen el fin del gobierno sin reelección de México.
En contraste, el partido de Bolsonaro tiene minoría en el Congreso. Las alianzas con partidos de centro o derecha podrían darle mayoría en la cámara baja, pero en el Senado será más difícil. Enfrenta una fuerte oposición del PT, el partido más grande en el Congreso, y tiene menos poder sobre los estados. Gobernar va a requerir consensos. Es poco probable que haya un cambio constitucional.
“La naturaleza mucho más descentralizada de Brasil constituye un control para el poder que AMLO no enfrentará”, dijo Luis Rubio, president del think-tank mexicano Cidac. “En este sentido, el potencial de AMLO para quebrar las reglas y procedimientos constitucionales es mayor”, aseguró.
Gabinete y estilo de gobierno
El conocimiento de López Obrador de las preocupaciones del mexicano promedio es íntimo. Su discurso es poderoso. Su estilo de gobierno es centralizar el poder. Su gabinete no tiene pesos pesados, con la excepción del ministro de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, todos los demás son desechables.
“La centralización de poder (de AMLO) podría mejorar la coordinación con los estados y el Congreso. La pregunta es ¿es este un nuevo enfoque institucional, marcado por el debido proceso, o uno que es más personalizado?”, dijo Duncan Wood, director del Instituto México del Wilson Centre. “Por lo que hemos visto hasta ahora, es mucho más lo segundo”, apuntó.
Abiertamente pro Donald Trump, Bolsonaro depende de un pequeña camarilla de asesores, especialmente su familia. A diferencia de López Obrador, habla rápido, tal como algunos en su gabinete. El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, ha tildado al cambio climático como un complot marxista, y se ha quejado de la “criminalización” de la carne roja y el aceite.
Pero Bolsonaro también nombró a tecnócratas de peso, como el “súper ministro de Justicia”, quien entrega contrapesos pragmáticos. Las realidades inminentes de gobernar también lo llevaron a revertir algunas de sus promesas de campaña.
“La medida del éxito de Bolsonaro será su capacidad de modular esta retórica en formas que avancen los cambios de política necesarios para producir crecimiento económico y crear empleos”, expuso Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Wilson Centre.
Economía y mercados
López Obrador heredó una posición macroeconómica ampliamente sólida en su victoria en las elecciones de julio. Las promesas de responsabilidad fiscal le significaron una luna de miel con los inversionistas, a pesar de su visión estatista de los ‘70 de la economía. El gobierno saliente también firmó un Nafta modernizado (llamado Usmca) con EEUU.
Recientemente, eso sí, los mercados comenzaron a vender. El nombramiento de un asesor de campaña al banco central se ha sumado a los temores. Para algunos, es una oportunidad de compra, para otra es una advertencia de que se avecinan tiempos difíciles. El acuerdo comercial podría desarmarse en el Congreso de EEUU, y los bajos precios del petróleo podrían reducir los ingresos fiscales.
“Los mercados están despertando a la perspectiva de un AMLO menos pragmático económicamente que el que les vendieron durante la campaña”, dijo Shannon O’Neil del Council on Foreign Relations.
En Brasil, Bolsonaro hereda una economía débil que necesita atención urgente. Los inversionistas se alegraron con el nombramiento del “Chicago Boy” Paulo Guedes como un poderoso ministro de Economía, aunque las perspectivas para una reforma de pensiones que es vital son inciertas. Bolsonaro también ha estado en desacuerdo abiertamente con algunos de los planes de privatización de Guedes. Una economía débil y reformas impopulares son grandes riesgos para su presidencia.
“Bolsonaro no tiene experiencia y no tiene una visión particular para el país. Pero, a pesar de que es un poco loco, ha mostrado respeto por ciertas áreas del gobierno”, dijo un administrador de fondos con base en EEUU.