Por Yael Schnitzer Raab
El Fondo Monetario Internacional (FMI) está presionando a Argentina para que mejore sus cuestionadas cifras de inflación. Cansada de las críticas, la presidenta Cristina Fernández aprovechó un evento de la Universidad de Georgetown en Washington, el 26 de septiembre, para plantear dudas sobre los datos de otros países. Y su principal blanco fue EEUU, el principal contribuyente del FMI.
“¿Cuáles fueron las estadísticas de Portugal, Inglaterra o este país?, preguntó la mandataria al público. ¿Realmente las creen, realmente creen que el costo de vida en EEUU está subiendo sólo 2%?”.
Aunque el FMI no ha objetado hasta ahora las cifras reportadas por EEUU, las críticas sobre la calidad de los reportes en ese país aumentan cada vez más. Durante la audiencia del congreso en febrero, el representante por Texas Ron Paul, dijo al presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, que “nadie cree” los datos oficiales de inflación de EEUU y que ésta “es mucho más alta de lo que reporta el gobierno”. Mientras las autoridades estiman el alza del IPC en 0,2%, el ex pre candidato presidencial republicano, cree que el nivel real se encuentra en 9%.
Inflación en EEUU ¿10%?
Pero Paul no es el único que cuestiona los reportes de precios. El Instituto Americano de Investigación Económica dice que la inflación, usando su “índice de precios de todos los días”, es actualmente 8%. Esta cifra se calcula quitando ítems que las personas compran pero no tan seguido, como electrodomésticos, muebles, autos, casas y computadores. Mientras incluye: comida, bebestibles, combustible, electricidad y fármacos, entre otros.
Por su parte, John Williams, autor del boletín informativo “Shadow Government Statistics” aseguraba a comienzos de año que la inflación real acumulaba en marzo un avance de 10,3% en doce meses. Williams publicó en su sitio Web que el gobierno de EEUU subestima el nivel de inflación para contener las alzas en los pagos relacionados con la seguridad social y otros costos, indexados a la inflación.
Williams cuestiona la metodología de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por su sigla en inglés) por tres razones. La primera es la “sustitución” de un producto por su precio, donde BLS asume que los consumidores comprarán, por ejemplo, la marca de pollo más barata y considera esta para su índice (no la que subió). La segunda es la “renta equivalente del dueño”, que reemplaza el costo de ser dueño de una casa con lo que costaría rentarla y la tercera es el “ajuste de calidad”, que busca medir cómo los bienes cambian en el tiempo. Por ejemplo, si por el mismo precio ahora se puede comprar un computador mejor, la BLS lo toma como deflación y por el contrario, si un producto mantiene su precio pero disminuye la cantidad, se consideraría supuestamente como inflación.
Sin embargo, no está claro que el Índice de Precios al Consumidor central (utilizado por la Reserva Federal y que excluye los precios volátiles de alimentos y energía), refleje esta inflación oculta. El Daily Finance publicó en enero de 2011 un estudio de Consumer Reports -cuando la inflación oficial era de 1,6%- que mostraba la existencia de una inflación oculta de 12,2% promedio en diez productos de consumo, simplemente por la reducción de sus cantidades y la mantención del precio (ver gráfico).
Pero este 12,2%, provocado por la reducción del contenido del producto no se incluyó en las cifras oficiales.