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China todavía puede fallar como Japón

Hasta 1990, Japón era la gran economía más exitosa del mundo...

Por: | Publicado: Miércoles 15 de junio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Hasta 1990, Japón era la gran economía más exitosa del mundo. Casi nadie anticipaba lo que le ocurriría en las décadas siguientes. Hoy, las personas están aún más asombradas de los logros de China. ¿Es concebible que este coloso aprenda que el éxito espectacular es el precursor de un fracaso sorprendente? La respuesta es sí.

El producto interno bruto per cápita de Japón (a paridad de poder de compra) saltó desde un quinto de los niveles estadounidenses en 1950 a 90% en 1990. Pero esta convergencia espectacular entró en reversa: para 2010, el PIB per cápita de Japón había caído a 76% de los niveles estadounidenses. El PIB per cápita de China saltó de 3% del nivel estadounidense en 1978, cuando comenzó la “reforma y apertura” de Deng Xiaoping, a un quinto de los niveles estadounidenses hoy. ¿Seguirá esto de modo tan espectacular en las próximas décadas o China puede también sorprender negativamente?
Es fácil plantear el caso optimista. Primero, China tiene un historial probado de éxito, con una tasa promedio de crecimiento económico de 10% entre 1979 y 2010. Segundo, China está muy lejos de los estándares de vida de los países de altos ingresos. Respecto de EEUU, su PIB per cápita está donde estaba el de Japón en 1950, antes de un cuarto de siglo de veloz expansión. Si China igualara el desempeño de Japón, su PIB sería 70% de los niveles estadounidenses para 2035 y su economía sería más grande que la de EEUU y la Unión Europea combinadas.

No obstante, existen contraargumentos. Uno es que el tamaño de China es una desventaja, en particular, hace su auge mucho más dramático para la demanda por recursos naturales que cualquier cosa en el pasado. Otra es que los efectos políticos de tal transformación pueden ser perturbadores para un país dirigido por un partido comunista. También es posible, sin embargo, presentar argumentos puramente económicos para la idea de que el crecimiento podría frenarse más abruptamente que lo que la mayoría asume.

Tales argumentos descansan en dos características de la situación de China. La primera es que es un país de ingresos medios. Los economistas cada vez más reconocen la “trampa del ingreso medio”. Así, se hace duro sostener incrementos rápidos en la productividad y manejar enormes cambios estructurales a medida que la economía se hace más sofisticada. Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur son casi las únicas economías que lo han logrado en los últimos 60 años.

Felizmente, China tiene estrechos parecidos culturales y económicos con estos éxitos del este de Asia. Tristemente, China comparte con estas economías un modelo de crecimiento alimentado por la expansión que es a la vez una fortaleza y una debilidad. Más aún, la versión china del modelo es extrema. Por esta razón, puede plantearse que el modelo causará dificultades incluso antes que como lo hizo en el caso menos distorsionado de Japón.

El premier Wen Jiabao mismo describió la economía como “inestable, desequilibrada, descoordinada y a la larga, insotenible”. La naturaleza de este desafío me resultó evidente durante las discusiones del decimosegundo plan quinquenal en el Foro Chino de Desarrollo 2011 en Beijing en marzo. Este nuevo plan aboga por un cambio agudo en el ritmo y estructura del crecimiento económico. En particular, se prevé que la expansión decline a sólo 7% anual. Más importante, se espera que la economía se reequilibre de la inversión al consumo y, en parte como resultado, de la manufactura hacia los servicios.

La pregunta es si estos cambios pueden manejarse con suavidad. Michael Pettis de la Escuela de Gestión Guanghua de la Universidad Peking ha argumentado que no se puede. Su razonamiento se basa en que en el modelo de crecimiento por inversión, la represión de los ingresos de los hogares juega un rol central subsidiando esa inversión. Remover esa represión (una condición necesaria para un crecimiento más rápido del consumo) conlleva el riesgo de provocar una desaceleración brusca en la producción y una desaceleración aún mayor en la inversión. El crecimiento es conducido tanto por la expansión subsidiada de la capacidad como por el calce rentable de la oferta con la demanda final. Esto termina con una colisión.

La inversión ciertamente ha crecido mucho más rápido que el PIB. De 2000 a 2010, el crecimiento de la inversión bruta fija promedió 13,3%, mientras que el crecimiento del consumo privado promedió 7,8%. En el mismo período, la porción del consumo privado en el PIB se redujo de 46% a un mero 34%, mientras que la participación de la inversión fija subió de 34% a 46%.

El profesor Pettis dice que la supresión de los salarios, la enorme expansión del crédito barato y una tasa de cambio contenida eran todas formas de transferir ingresos de hogares a empresas y por tanto de consumo a inversión. Dwight Perkins de Harvard planteó en el Foro Chino de Desarrollo que la “relación incremental capital-producto” (el monto de capital necesario para una unidad extra de PIB) subió de 3,7 a uno en los ‘90 a 4,25 a uno en los 2000. Esto también sugiere que los retornos han estado cayendo al margen.

Si este patrón de crecimiento se revirtiera, como desea el gobierno, el crecimiento de la inversión debe caer bien por debajo del PIB. Esto es lo que pasó en Japón en los ‘90, con tristes resultados. La tesis planteada por el profesor Pettis es que una estrategia de inversión forzada normalmente terminará con tal colisión. La pregunta es cuándo. En China, puede ser antes en el proceso de crecimiento que en Japón porque la inversión es tan alta. Muchas de las inversiones emprendidas ahora no serían rentables sin el apoyo artificial proporcionado. Un indicador, sugiere, es el rápido crecimiento del crédito. George Magnus de UBS también escribió en una columna en FT el 3 de mayo de 2011 que la intensidad crediticia de la expansión china se ha incrementado de modo notable. Esto, también, recuerda a Japón en los ‘80, cuando el intento por mantener la expansión en una demanda doméstica guiada por la inversión llevó a una ruinosa expansión del crédito.

A medida que el crecimiento se frena, la demanda por inversión ciertamente se contraerá. A una tasa de 7%, la tasa necesaria de inversión podría caer en hasta 15% del PIB. Pero el intento por desviar ingresos a los hogares podría forzar una declinación todavía mayor. De ser un motor de crecimiento, la inversión podría convertirse en una fuente de estancamiento.

La visión optimista es que el potencial de crecimiento de China es tan grande que puede manejar la transición con facilidad. La visión pesimista que es difícil para un país que invierte la mitad del país desacelerar suavemente. Espero que la transición a un crecimiento más lento y mayor dependencia del consumo sea accidentada. El gobierno chino es capaz, pero no puede caminar sobre el agua. El agua sobre la que tendrá que caminar en la próxima década estará revuelta. Cuidado con las olas.

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