Internacional

Protestas anti capitalistas plantean algunas importantes preguntas

Por: | Publicado: Lunes 28 de noviembre de 2011 a las 05:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

¿Por qué tardó tanto? La crisis financiera comenzó hace más de cuatro años. Y las protestas anti capitalistas sólo empezaron a propagarse recientemente, incluso hasta la Catedral de St. Paul. Así que, ¿es este el comienzo del resurgimiento de la política de izquierda? Lo dudo.

Para que éste fuera el comienzo de una nueva política de izquierda, dos cosas tendrían que ocurrir: primero, tendría que surgir una nueva ideología creíble; y segundo, alguna fuerza social tendría que marchar detrás de ella.

En el siglo XIX y comienzos del XX, la ideología era el socialismo y la fuerza era el trabajo organizado. El socialismo fracasó como una manera de administrar las economías. Aunque sí tuvo éxito en establecer los Estados de bienestar. El socialismo es una fuerza conservadora, dedicada a defender derechos conseguidos durante un siglo. Mientras tanto, el trabajo organizado ahora sólo está fuertemente atrincherado en el sector público. Eso le da la misma agenda conservadora: defender el Estado de bienestar. Las huelgas de los trabajadores del sector público en Reino Unido contra los recortes fiscales lo demuestran.

Si la izquierda tradicional no ofrece respuestas, ¿puede la derecha de libre mercado volver a que todo siga como siempre? No. La gente que cree en el matrimonio entre políticas democráticas y economía de mercado tiene que reconocer lo que ha ocurrido. Debe hacerlo, sobre todo, porque hay otras formas de políticas más oscuras aguardando por su oportunidad de surgir: nacionalismos, chauvinismo y racismo. Eso es lo que ocurre cuando las élites convencionales fracasan y se impone la frustración. No queremos ver que esa tragedia se vuelva a repetir.

La respuesta a la crisis para aquellos en el campo pro mercado está muy en la línea de los años ‘30. Por un lado están los que culpan de los problemas exclusivamente a los gobiernos. En su contra están los que, siguiendo a John Maynard Keynes, argumentan a favor de un capitalismo administrado.

Una vez más, gran parte del debate se centra en el uso de herramientas de política macroeconómica: ¿se debe relajar o endurecer la política fiscal en una recesión? ¿Son las políticas monetarias no ortodoxas un camino a la hiperinflación o políticas efectivas para circunstancias extremas? Otra vez, tal como surgieron Keynesianos radicales en los ’30 y posteriormente, los defensores de mayor intervención en los mercados ahora están emergiendo.

Éste es un debate necesario. En mi visión, ambas perspectivas son útiles. El rol del dinero en la política es perturbador. El peligro es que estemos yendo desde lo que el historiador económico y premio Nobel, Douglass North, llama un “orden de acceso abierto” a su opuesto, un sistema en que la influencia política es decisiva.

Esto no es sólo ineficiente. Es injusto. Pocos resentían la fortuna de Steve Jobs. La imagen de aquellos que salieron enriquecidos de empresas rescatadas es muy distinta. La era de los rescates debe terminar. Reestructurar las finanzas para hacer que esto sea creíble es de enorme importancia para el futuro. Pero eso no es todo. El capitalismo de mercado crea dificultades inherentes. Las dos más obvias son inestabilidad macroeconómica y extremos de desigualdad.

Es imposible definir un nivel aceptable de desigualdad. Cualquier desigualdad es corrosiva si se cree que los más ricos han arreglado el juego para su favor y no que han triunfado en una competencia honesta. La izquierda no sabe cómo reemplazar al mercado. Pero los defensores del mercado aún así deben tomar en serio las protestas. No todo está bien.

Lo más leído