Las relaciones entre el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y las empresas en Brasil definitivamente están resultando complejas. El gobierno no sólo se está enfrentando a los accionistas de la petrolera Petrobras, la mayor empresa de Latinoamérica por capitalización de mercado, y de la minera Vale, el mayor productor mundial de hierro. Ahora las autoridades están enfrascadas en una polémica con Brasil Foods (BRF), el mayor exportador mundial de pollo.
BRF nació en julio de 2009 de la fusión de Perdigao y Sadia, dos rivales de peso que unieron sus fuerzas para abordar el mercado internacional. Aunque el acuerdo por US$ 3.810 millones está operando en la práctica, todavía no había sido confirmado por el regulador, y ahora el Consejo Administrativo de Defensa Económica (CADE) quiere obligar a la empresa a deshacerse de algunas de sus principales marcas antes de ratificar la fusión. BRF dijo el jueves que no pretendía vender Sadia ni Perdigado, sus buques insignia, ni sus fábricas, pero aún así la caída en las acciones del grupo reflejó la creciente incertidumbre de los inversionistas por el futuro del acuerdo, el segundo mayor en la industria a nivel mundial en los últimos dos años. Los títulos de BRF se derrumbaron 7,13% el martes, después del anuncio del fiscal general, su mayor retroceso desde noviembre de 2008.
Puntos positivos
La venta de sus principales marcas “reduciría las sinergias”, declaró a Bloomberg el analista de la corredora Link Investimentos, Rafael Cintra, en Sao Paulo. “Tratarán de buscar alternativas para conseguir que se apruebe el acuerdo porque las marcas son puntos positivos para la empresa”.
El CADE depende del ministerio de Justicia, la misma cartera que la semana pasada demandó a BR Distribuidora, la división de Petrobras que administra su cadena de estaciones de servicios, para obligarla a bajar los precios de los combustibles.
El regulador anunciaría su decisión sobre la fusión el próximo mes.