España emergió esta semana de su segunda recesión en cinco años gracias a la “germanización” de su economía. Con este término los expertos aluden a que la reactivación española se ha basado en el repunte de sus exportaciones, en referencia a sus vecinos alemanes, la mayor potencia exportadora de Europa. Pero este proceso no garantiza una recuperación sostenida. El crecimiento de 0,1% que habría anotado el PIB español durante el tercer trimestre respecto de los tres meses anteriores estuvo impulsado por el sector exterior, que con su aporte al PIB de 0,4 punto porcentual se ha convertido en el motor de la actividad.
Mientras la economía se ha encogido 7,5% desde comienzos de 2008, las exportaciones han crecido 14,6% y ahora equivalen a un tercio de la producción total, lo que se compara con un quinto hace cinco años.
El Ministerio de Economía informó el miércoles que los envíos subieron 6,6% entre enero y agosto frente a un año antes, llegando a una cifra histórica de 155.800 millones de euros (US$ 214.600 millones).
“Luego de las reformas implementadas recientemente, España se ha convertido en una potencia exportadora, y dejará la recesión completamente atrás en 2014 con el crecimiento de la inversión privada y del consumo volviéndose positivo después de tres años de declive y los niveles de crédito estabilizándose”, comentó a Reuters Ignacio de la Torre, economista de la firma de asesoría financiera Arcano.
Debilidad doméstica
Sin embargo, la fortaleza mostrada por las ventas en el exterior contrasta fuertemente con los indicadores internos. La demanda doméstica sigue deprimida luego de caer 0,3% durante el verano boreal, igualando el descenso registrado entre marzo y junio. Por su parte, la inversión retrocedió 0,1% el trimestre pasado, una disminución menor a la baja de 2,2% anotada en el período inmediatamente anterior.
El economista Daniel Lacalle explicó al diario español Expansión que muchas compañías han liquidado sus inventarios a bajos precios para conseguir ingresos. “Esto no genera inversión”, acotó.
Para Gerard Padró, profesor de la London School of Economics, el problema radica en que “por el momento, toda la mejora de la productividad ha venido por la vía de los costos laborales, y no de la inversión, y esto no es sostenible”.
Un segundo desafío es el ahorro. Las medidas de austeridad han impedido que el gobierno acumule reservas, mientras que los mayores impuestos han limitado el ahorro privado, que se redujo hasta 14,9% del PIB en el segundo trimestre. “Con esta tasa, sería imposible recuperar los niveles de inversión previos a la crisis, que estaban en 31% del PIB”, aseguró a Expansión David Taguas, director del Instituto de Macroeconomía y Finanzas.
Un tercer reto es la falta de crédito. El banco central de España alertó en su último Boletín Económico que “los elevados costos de financiamiento de la banca española” podrían estar “actuando como freno al proceso” de salida de la crisis. La entidad estima que los préstamos seguirán creciendo por debajo del PIB, lo que hará menos robusta la recuperación.
Para empeorar las cosas, las nuevas pruebas de esfuerzo les exigirán a los bancos seguir siendo precavidos a la hora de otorgar préstamos.
Cae el desempleo
Probablemente el sector donde queda claro que España todavía no está en el camino de un crecimiento sólido es el mercado laboral.
El Instituto Nacional de Estadísticas reveló ayer que el número de desocupados descendió por segundo trimestre consecutivo, hasta 5,9 millones de personas entre julio y septiembre. De esta manera, la tasa de desempleo se situó en 25,98%, el menor nivel en un año.
Si bien la reducción es positiva respecto de los tres meses anteriores, el dato todavía más que duplica los 2,59 millones de desempleados que existían durante el verano boreal de 2008.
Además, la disminución estuvo alentada por los trabajos temporales de la época veraniega, particularmente por los del rubro turístico.
Si España sigue dependiendo del sector externo para hacer crecer su economía, es posible que la perspectiva del mercado laboral no varíe mucho, ya que las exportaciones generan menos puestos que industrias de trabajo pesado como la construcción o los servicios.

