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REGÍSTRATE AQUÍPor: Equipo DF
Publicado: Lunes 22 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
Qué duda cabe. La semana pasada, cuando toda la prensa mundial daba a conocer que la agenda comercial del Presidente Obama se encontraba en jaque por el rechazo del Trade Promotion Authority o TPA por la Cámara de Representantes de Estados Unidos, no sólo respiraron aliviados los opositores que sigue teniendo el Acuerdo de Asociación Transpacífica en la sociedad civil. Aun cuando públicamente no lo digan, también debe haber sido un alivio para los propios gobiernos de algunos de los países TPP, porque la necesidad imperiosa de cerrar la negociación y por tanto de tener que hacerse cargo de una vez por todas de los puntos más sensibles de este acuerdo que aún siguen pendientes quedaba diluida. Sin embargo, el alivio duró poco. Hoy la aprobación del TPA es casi una realidad. La Cámara finalmente lo aprobó con los votos demócratas que faltaban y es de prever que el Senado norteamericano, con mayoría republicana, también lo hará.
La gran fortaleza que ofrece el TPA es que los países que negocian un tratado comercial con Estados Unidos saben que aquello que se acuerde con su Administración no puede ser posteriormente modificado por el Congreso, el que únicamente queda en posición de aceptar o rechazar lo acordado. Eso sí, también fija las condiciones y términos básicos en los que se debe cerrar el tratado porque, de lo contrario, se sabe por anticipado que el Congreso no le dará su aprobación, lo que refuerza el poder negociador de Estados Unidos especialmente a la hora de argumentar que, o se acepta una determinada propuesta tal como está planteada o no hay tratado porque su Congreso lo rechazará.
Con el TPA en la mano, por tanto, se viene una vertiginosa etapa de cierre final del TPP en la que los países participantes tendrán que mostrar sus cartas en los puntos más sensibles de la negociación que siguen pendientes, por la sencilla razón de que uno o más de los gobiernos involucrados sigue sin ceder su posición negociadora con la expectativa de que los demás terminen aceptándola. Estas son las llamadas líneas rojas. Lo complejo de esto es que basta que un país persista en una de sus líneas rojas para que no pueda cerrarse la negociación de todo el tratado. En general, de alguna u otra manera siempre se termina cediendo y se alcanza el consenso, porque políticamente para nadie es viable asumir el costo de que un país deje o se vea forzado a dejar la negociación. En este caso, es tanto lo que hay en juego con el TPP que si un país pone en riesgo la iniciativa no es para nada descartable que los demás asuman las consecuencias de que ese país quede fuera del tratado.
El gobierno de la Presidenta Bachelet y muchos parlamentarios de la Nueva Mayoría han sido enfáticos en asegurar que hay ciertos aspectos del TPP, especialmente en materia de propiedad intelectual, en los cuales no se cederá ni se irá más allá de lo que ya existe bajo el TLC con Estados Unidos, pase lo que pase. Parece que llegó el momento de la verdad. Si el cierre del TPP le implica a Chile tener que ceder en una de sus líneas rojas, ¿la Presidenta nos dejará fuera?
Corte Suprema respaldó el actuar de la alcaldía, pero el privado busca una millonaria indemnización, lo que ya fue rechazado por la justicia en primera instancia.
El anuncio, que la secretaria de Estado realizó durante la cuenta pública desde la Universidad de O´Higgins en Rancagua, refleja una leve alza respecto de la última medición de 2022 que lo situó en 0,38%.