Con un entusiasmo desbordante regresó el Presidente Sebastián Piñera de su lucida gira por Europa, tras el reconocimiento que recibió como protagonista de la odisea de los mineros.
Pero inmediatamente después de aterrizar, entendió que los aplausos acá en Chile habían cesado, por lo que no podía seguir exhibiendo el rescate como la única prueba de una gestión exitosa.
En momentos en que aparecían diferentes reparos, graficados de manera irónica por quienes apuntaban a que el gobierno debía abandonar la cápsula Fénix, Piñera junto a sus asesores asumió que era la hora de abocarse a determinar cuál era la mejor fórmula de utilizar el capital alcanzado para impedir que comenzara a depreciarse.
Con indicios de que la Concertación estaba diseñando una estrategia tendiente a tratar de neutralizar el éxito, focalizando sus dardos en la situación más sensible como es la reconstrucción, el propio Presidente decidió iniciar la etapa post mineros, no sólo con una arremetida buscando demostrar lo que se ha hecho en ese plano, sino reimpulsando, además, aquellos temas de la agenda con los que espera sacar el máximo de dividendos al capital que acumuló.
Frente a la actitud más dura con que amenazaba la Concertación, la que explicitó primero con la marginación de los presidentes de partido del homenaje a los mineros, que luego concretó con fuertes cuestionamientos al presupuesto que se tramita en el Congreso -que incluso calificó de "oscuro e hipócrita"—el gobierno consideró que no podía amilanarse.
Por lo menos en La Moneda aseguran comprender este giro en la actitud opositora como una manera de contrarrestar el buen momento del gobierno, sobre todo porque el ánimo de colaboración mostrado en los días previos al rescate con el aval de los jefes partidarios, había generado no sólo ruido interno, sino desorden en las filas a la hora de respetar los acuerdos.
De hecho, en palacio tienen claro que, en gran parte, el endurecimiento del conglomerado obedece a la necesidad de aplacar rebeldías, como la que lideró el senador Guido Girardi en el compromiso para aprobar el royalty, quien el lunes manifestó que esperaba que la marginación de los presidentes de los partidos del acto para los 33 mineros fuera la "punta del iceberg" para no dejarse capturar por la agenda del Ejecutivo.
Es precisamente la falta de propuestas propias de la Concertación, la apuesta que decidió hacer el gobierno al elegir aquellos temas a los que pretenden darle especial relevancia en este período de aterrizaje a la realidad después de los días de gloria.
Enfrentar la reconstrucción
En las sucesivas reuniones en que Piñera diseñó, junto a sus asesores, la ofensiva post mineros, se determinó que—tal como lo anunció al regreso de su gira-- la prioridad era salir a contraatacar los reparos a la lentitud de la reconstrucción. En el análisis interno se asumió que, dadas las connotaciones del tema, podía terminar afectando justamente la imagen de eficiencia que el gobierno había conquistado.
Consciente de que los principales disparos opositores apuntarían a ese flanco, se optó por una estrategia en que el propio Presidente liderara el tema, la que comenzó en la ceremonia de reapertura del paso Miraflores, dañado por el terremoto, donde haciéndose cargo de las críticas de que el rescate a los mineros lo había hecho postergar las tareas de reconstrucción, las refutó no sólo con palabras, sino exhibiendo con cifras en mano lo que se había hecho.
Teniendo claro, en todo caso, que las frías cifras pueden no ser suficientes para aplacar ni las demandas de los afectados, ni por ende tampoco las críticas políticas, la opción de La Moneda fue darle más visibilidad tanto a lo que se ha realizado, como a las metas que aspira cumplir. Es con ese fin que se organizó una gira presidencial por las zonas afectadas, donde junto con inaugurar algunas obras -como dos puentes en la región del Bío-Bío— o entregar subsidios habitacionales, el propio Piñera enfrentará en terreno las demandas de la población.
Con un discurso apuntando a la importancia de actuar sin improvisaciones, porque en situaciones como éstas no se producen milagros -como destacó él mismo --la expectativa de la presencia del Presidente en los lugares más afectados, no sólo es calmar la impaciencia de los damnificados, sino focalizar la atención en lo que se está haciendo, de manera de neutralizar a la Concertación en su intento por poner las críticas a la reconstrucción en el primer lugar de la agenda.
Guerra antidelincuencia
Claro que aun cuando Piñera entendió la urgencia de abocarse a este tema, no es el único al que considera que se le debe dar prioridad para no exponer la aprobación que generó la odisea de Atacama.
En lo más inmediato, también entre sus preocupaciones destaca la necesidad de agilizar la agenda de seguridad, en el entendido de que el combate a la delincuencia debería ser una de las fortalezas principales con que se evalúe a su gobierno, en contraste con la percepción que existe respecto a lo realizado por la Concertación en esta materia.
Con cifras que indican que la aprobación ciudadana en este tema bajó en el último mes de 49% a 43% de acuerdo a la encuesta de Adimark de septiembre, el Presidente le solicitó al ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, que retomara el protagonismo en los temas de seguridad, tal como lo hizo en los primeros meses.
En esta línea, la mirada presidencial apunta a que, tanto o más importante que las medidas que se puedan proponer -como las que anunció en julio al dar a conocer su agenda con 19 propuestas-- son imprescindibles los gestos que den cuenta de que ganarle la batalla a la delincuencia es una prioridad irrenunciable para el gobierno.
Nueva Protección Social
En La Moneda admiten, en todo caso, que los desafíos más importantes que se han planteado apuntan a priorizar una agenda en que el gobierno pueda mostrarse exitoso en materias que la Concertación considera propias.
Con ese propósito, una de las decisiones es darle especial relevancia al combate a la pobreza, en lo que el gobierno -además de seguir apostando al crecimiento de la economía-- se jugó para conseguir que el Congreso le aprobara el presupuesto para que el 2011 pueda dar curso a la entrega del Ingreso Ético Familiar que beneficiaría a cerca de 300 mil personas.
La apuesta de las autoridades es que con esta medida, no sólo puede lograr una mayor cercanía con los sectores más desposeídos, sino que puede exhibir que fue capaz de eliminar la extrema pobreza en un período de un año.
En este mismo contexto se sitúa el impulso que se le pretende dar la creación del Ministerio de Desarrollo Social, en que su principal finalidad es establecer una Red de Protección Social que focalice los recursos destinados a los más pobres de manera más eficiente que las administraciones anteriores, con todos los beneficios que ello puede implicar para el reconocimiento de la gestión del gobierno.
Es cierto que el énfasis de las autoridades lideradas por Piñera seguirá estando en la creación de empleos, pero en palacio indican que ello no significa, ni descuidar las políticas asistenciales que se requieren, ni tampoco aquellas destinadas a mejorar la situación de los trabajadores.
Tanto es así que, al momento de analizar las fórmulas para capitalizar el éxito de los mineros, la agenda laboral apareció quizás como la prioritaria. De hecho, en palacio admiten que, además de las propuestas tendientes a enfrentar los problemas de seguridad que quedaron al descubierto con el accidente en el norte, el Presidente no desestima incluir otros temas en la discusión, como el fortalecimiento de la negociación colectiva -aunque no aceptando que ésta sea por áreas— u otros derechos de los trabajadores, postura que se enmarca en la decisión de aprobar el convenio 176 de la OIT que protege a quienes denuncien irregularidades.
Con ritmos o énfasis que pueden diferir de acuerdo a las circunstancias, la apuesta del gobierno es focalizarse en esta agenda, aunque sabe que --como ha ocurrido hasta ahora-- la realidad puede ser completamente distinta.
Ése es parte del desafío presidencial en su aterrizaje post mineros.