Por Blanca Arthur
Cuando parecía que era prácticamente imposible, finalmente le llegó la hora a Pablo Longueira para asumir una candidatura presidencial que remecerá por completo el panorama político.
Coqueteando desde hace años con dicha opción, el propio líder de la UDI la mantenía siempre latente, incluso ahora.
Tanto es así que, frente a los primeros síntomas de debilidad de la postulación de Laurence Golborne, su nombre reapareció como una de las cartas para reemplazarlo. Pero tanto las mediciones que seguían favoreciendo al abanderado independiente, como el compromiso de la UDI con éste -ratificado hace 10 días en el Consejo General- indicaban que era improbable un cambio.
Hasta que las circunstancias mostraron lo contrario.
Luego del complejo escenario que planteó para la postulación de Golborne tanto el caso Cencosud, como posteriormente las dudas sobre sus declaraciones patrimoniales, en la UDI se consideró que, al menos, debía reestudiarse la situación.
En intensos análisis en la cúpula de ese partido, la que enfrentaba el serio dilema de abandonar a su candidato en horas difíciles, al final se impuso el criterio de que era ésta la oportunidad de dar el golpe.
El primer dilema que se zanjó fue que, en un escenario donde el gran desafío era hacer frente al abanderado de RN, Andrés Allamand, el candidato de la UDI no podía ser otro sino Longueira.
Esa fue la opción que se desestimó en su momento, cuando en una decisión que muchos consideraron apresurada, la UDI apostó a la popularidad de Golborne, con el impulso de personeros con tanta influencia como el senador Jovino Novoa, reconocido opositor al perfil o el estilo que impuso Longueira desde el Ministerio de Economía.
Pero en un cuadro en que el sensible tema del combate a los abusos podía quedar en entredicho en la campaña, se estimó que precisamente el discurso de Longueira podía ser un factor que beneficiara a la candidatura de la UDI.
En medio de este terremoto que sacude a dicho partido, una de las principales dudas que se han suscitado es la razón por la cual se habría desestimado la posibilidad de la ministra Evelyn Matthei, quien además de haber tenido desde su cargo una línea similar, aparecía incluso mejor posicionada en las encuestas.
La primera respuesta que asoma es que, teniendo en cuenta el escenario actual, lo más importante es contar con un abanderado de reconocido liderazgo interno, capaz de generar mística en las bases para enfrentar una campaña tan complicada como ésta.
Sin desconocer los méritos de la combativa ministra para dar una dura pelea tanto frente a Allamand como a Michelle Bachelet, se consideró al final que una candidatura de Longueira representaría mejor los intereses de la UDI en el actual desafío electoral, pero también para el futuro.
Con su decisión, la UDI decidió finalmente apostar su mejor carta con la idea de que si junto con ganarle a su contrincante, favorece a los parlamentarios, queda consolidado como el liderazgo de su sector.