El deterioro de diversos indicadores laborales se transformó en un tema que, además de ser monitoreado por los economistas, ahora es una preocupación país. Y cómo no si la tasa de desocupación que publica el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) ya suma 32 meses sobre el 8%.
Un escenario que, además, ha ido acompañada de otras problemáticas, como una mayor duración del desempleo; menos avisos de opciones de trabajo; más jóvenes, mujeres y adultos sobre 55 años sin una fuente laboral; y más costos salariales debido en parte a la entrada en vigencia de una serie de leyes laborales, dicen analistas.
Pero ¿qué tanto del mal desempeño de los indicadores responde a un debilitamiento estructural del mercado del trabajo, a una crisis o emergencia laboral o, más bien, a un cambio en la composición sociodemográfica?
Esa fue la pregunta que buscó resolver el investigador senior del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales (OCEC UDP), Miguel Lorca, al profundizar en los factores detrás de las débiles cifras.
De acuerdo con su análisis, hay más de un fenómeno ocurriendo al mismo tiempo, pero la causa es más bien estructural.

Los resultados
Como primer punto, el informe expone que el estallido del conflicto social y la pandemia de Covid-19 fueron dos fenómenos que generaron caídas abruptas en la ocupación y participación, seguidas de una recuperación lenta y parcial hasta llegar a 2025.
De hecho, a nivel internacional, Chile se mantiene entre los pocos países que no han recuperado plenamente sus niveles laborales prepandemia, con una tasa de ocupación y desempleo aún rezagadas.
La tasa de ocupación actual -que refleja el porcentaje de la población en edad de trabajar que tiene empleo- es de 56,5% al cierre de junio-agosto, menor al 57,9% registrado en 2019.
Esto tiene la contracara de que el desempleo llega a 8,6%, mayor el 7,6% de hace seis años.

En el caso de participación, o sea la proporción de quienes están en edad de trabajar y lo hacen o están buscando hacerlo, los datos son 62,7% y 61,8%, respectivamente. No obstante, el alza no es pareja.
Para su investigación, Lorca aplicó una metodología que permite estimar cómo serían los niveles de los indicadores laborales hoy si se hubieran mantenido los parámetros de 2019 (antes de la pandemia), considerando la composición sociodemográfica actual.
Esta base, expone el informe, permitió construir escenarios que simulan cómo se habrían comportado los números si la población enfrentara las condiciones de mercado y preferencias laborales de ese período.
Este ejercicio permitió distinguir entre los cambios derivados de transformaciones estructurales en la composición de la fuerza laboral, como el envejecimiento, la mayor educación o más participación femenina; de aquellos que responden a cambios estructurales en el funcionamiento del mercado laboral, por ejemplo, lo relativo a la demanda de trabajo.
Dado este análisis, en 2020 la brecha entre las tasas observadas y las simuladas se amplió abruptamente: la tasa de ocupación masculina cae a 54,9% frente a un 68,2% contrafactual, y la femenina a 36,9% frente a 48,8% simulada.
Sin embargo, desde 2021 se observa una recuperación progresiva, las tasas efectivas permanecen por debajo de los niveles contrafactuales, con rezagos atribuibles al efecto parámetros de aproximadamente 2,6 puntos porcentuales (-210 mil ocupados menos) en hombres y 1,6 pp en mujeres (133 mil ocupadas menos).
Estos resultados, interpreta el investigador, indicarían que la menor ocupación posterior a 2019 no se explica por cambios en la composición de la fuerza laboral, sino por un deterioro en las condiciones estructurales del mercado laboral, “reflejado en una menor capacidad del sistema para transformar atributos individuales en inserción laboral efectiva. Dicho deterioro parece haber afectado más intensamente a los hombres en términos absolutos”.
Considerando esto, el documento expone que la expansión neta del empleo (427 mil ocupados más entre 2019 y 2025) se explicaría principalmente por una mejora en la composición de la población en edad de trabajar (770 mil personas ), más educada y con mayor participación femenina.
En contraste, el aumento neto de la desocupación en el mismo periodo (144 mil personas) y de la inactividad (565 mil personas) reflejaría “una estructura demográfica menos propensa a la inserción laboral como condiciones de mercado menos favorables”.
“Si bien la tasa de informalidad muestra una leve reducción, esta permanece elevada y concentrada entre mujeres, jóvenes y personas mayores, lo que confirma su carácter estructural. En conjunto, Chile aún no ha recuperado plenamente la tasa de ocupación previa al estallido social y la pandemia, debido a un entorno económico y productivo que no ha sido capaz de atraer y emplear el mayor capital humano disponible”, expone el informe.
Así, el informe de Lorca plantea que el deterioro en la empleabilidad afecta especialmente a las personas con menor nivel educativo y a la mayoría de los grupos etarios, excepto los jóvenes de 25 a 34 años, quienes exhiben cierta recuperación.
“La evidencia sugiere que el país enfrenta desafíos laborales de naturaleza estructural y persistente, más que un fenómeno transitorio o coyuntural”, asegura en su informe el investigador.
Ante esta apreciación, Lorca resalta que desde la perspectiva de política pública, los resultados refuerzan la necesidad de fortalecer políticas de mediano y largo plazo orientadas a mejorar la empleabilidad, la productividad, la formalización y la calidad del empleo, con especial énfasis en los grupos más vulnerables del mercado laboral.
“El impulso del empleo formal y de calidad exige una articulación efectiva entre las políticas laborales y las estrategias productivas, promoviendo la creación de puestos de trabajo sostenibles mediante mayor inversión, innovación y diversificación sectorial, junto con una regulación que brinde previsibilidad tanto a trabajadores como a empresas”, concluye.