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¿Por qué Alemania odia tanto a Google?

Temeroso de un poder monopólico, el ministro de Economía de Alemania, Sigmar Gabriel, ha planteado que la compañía debería ser dividida en partes.

Por: | Publicado: Lunes 15 de septiembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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Verboten! (prohibidos!). Esa parece ser la reacción por defecto de Alemania ante los disruptores digitales.

Un tribunal en Frankfurt impuso recientemente una prohibición temporal sobre Uber, el popular servicio para compartir transporte fundado en Silicon Valley. El caso fue presentado a los tribunales por la industria de taxis de Alemania, que argumenta que este servicio plantea riesgos a la seguridad y viola las leyes de transporte de pasajeros del país.

Por sí misma, la prohibición de Uber no representa un gran problema. La compañía está provocando la furia de los conductores de taxis establecidos en muchos otros países también. Pero, en Alemania, es otra señal más de la creciente hostilidad en la nación europea hacia las firmas tecnológicas de Estados Unidos. Google (cuyo presidente ejecutivo, Eric Schmidt, es miembro del directorio de la compañía matriz de The Economist y de la Economist Intelligence Unit) ha sido un blanco preferente de críticas cada vez más histéricas.

Mathias Döpfner, el jefe de Axel Springer, la mayor editorial de periódicos de Alemania, ha comparado a Google con el gigante Fafner del “Anillo de los Nibelungos” de Wagner. Los artículos de la prensa se refieren a la compañía como a un “pulpo” que sigue agregando nuevos tentáculos. Cuando a fines del año pasado trascendió que Goo-
gle estaba operando una flota de barcazas cargadas con contenedores, abundaron las especulaciones de que la firma pretendía construir un imperio flotante que estuviera más allá del control de los estados nacionales.

Lobby en la Comisión


Los temores alemanes pueden tener consecuencias políticas. Sigmar Gabriel, el ministro de Economía alemán, ha sugerido que la compañía debería ser desmembrada. Y Alemania puso presión sobre Joaquín Almunia, el saliente comisionado de la competencia de la Unión Europea, para que volviera a revisar un acuerdo que su equipo había negociado con el gigante online en febrero y que supuestamente iba a hacer que los competidores de Google tuvieran más visibilidad en su servicio de búsquedas.

Es perfectamente razonable preocuparse sobre los abusos de poder monopólico de los gigantes digitales que dominan en sus mercados, como ocurre en los casos de Amazon, Facebook y Google. Poderosos efectos de red hacen difícil para los competidores mantenerse en la pelea. Si Google abusa de ese poder, debe ser castigado. Almunia ha encontrado a la empresa culpable de algunas acusaciones específicas de abusos y ha llegado a acuerdos. Sin embargo, no existen razones para pensar que una solución más dramática como las que proponen algunos políticos alemanes —que Google debe ser tratado como un “servicio esencial” como la red eléctrica o la red de gas, o que debe ser dividido en partes— vaya a beneficiar a los consumidores.

Abrirse a la competencia


De igual manera, es legítimo preocuparse acerca de la privacidad y esta publicación ha criticado tanto a Facebook como a Google en esta materia. Es comprensible que una sociedad marcada por la vigilancia estatal bajo los Nazis y la Stasi debería estar particularmente preocupada, pero también debería aceptar que los consumidores entreguen libremente sus datos a cambio de un servicio. Y la fobia digital de Alemania no está motivada solamente por su memoria histórica, sino también por las empresas que quieren que el Estado proteja sus modelos de negocio y mantengan a los competidores fuera. Springer disfruta de un mayor poder político en Berlín que cualquier otra entidad estadounidense en Washington, y él fue una de las principales figuras que hizo lobby para que Almunia decidiera renegociar su acuerdo con Google.

En vez de tratar de obligar a Goo-gle a usar una camisa de fuerza, los políticos alemanes harían mejor si concentraran sus esfuerzos en eliminar las barreras que hacen tan difícil para las startups del viejo continente crecer tan rápido como en EEUU. En lugar de hacer lobby en la Comisión Europea para oponerse a Google, deberían presionar a Jean-Claude Juncker, el nuevo presidente de la Comisión, para que cumpla su promesa de crear, finalmente, un mercado único para los servicios digitales. Racionalizar las regulaciones en su propia casa sería una manera más efectiva de asegurar el futuro digital de Alemania que denunciar a los innovadores extranjeros, sólo porque son grandes y estadounidenses.

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