La primavera árabe se ve amenazada por el invierno
Las protestas pacíficas en Libia se convirtieron en una rebelión armada, pero las fuerzas opositoras no son rival para las tropas mejor equipadas de Gaddafi.
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Por Roula Khalaf en Londres
Tras ver a dos de los suyos barridos por revoluciones populares, los líderes árabes están respondiendo con saña, con los regimenes libio y bahreiní avanzando agresivamente contra la oposición.
En medio de un caldeado debate internacional sobre la imposición de una zona de exclusión aérea para ayudar a proteger a los rebeldes libios contra una enorme ofensiva de Muammar Gaddafi, las fuerzas del régimen se han acercado peligrosamente a Benghazi, la principal ciudad rebelde en el este y asiento del consejo nacional opositor.
Las tropas del coronel Gaddafi usaron artillería pesada y bombas para atacar Misurata el miércoles, la última base rebelde al occidente del país.
Los rebeldes, que han perdido control de varios pueblos tomados en el alzamiento contra el gobierno de más de 40 años del voluble coronel, han advertido que su capacidad de defender Benghazi no debe subestimarse.
Pero el régimen ha intensificado la guerra sicológica asegurando que la victoria está cerca. “Las operaciones militares están terminadas”, dijo Seif al-Islam, hijo de Gaddafi, a la televisión francesa. “En 48 horas, todo habrá terminado”.
Mientras el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas analizaba una resolución sobre una zona de exclusión aérea en Libia, la familia gobernante de Bahrein, al-Khalifa, con respaldo de Arabia Saudita, intensificó su propia campaña contra los manifestantes chiítas.
Ayer temprano, fuerzas de seguridad actuaron contra los manifestantes acampados en la plaza Pearl en la capital Manama y bloquearon las entradas a varias poblaciones chiítas, en medio de informes de que dispararon a los rebeldes. Todas las reuniones y encuentros están prohibidas y se impuso un toque de queda en partes de la ciudad.
“Lo que está ocurriendo en Bahrein nos parece alarmante”, dijo Hillary Clinton, secretaria de Estado de EEUU, a CBS.
Después de las veloces revueltas en Túnez y Egipto, la segunda fase de la primavera árabe ha resultado inmensamente más complicada.
Las protestas pacíficas en Libia se convirtieron en una rebelión armada, pero las fuerzas opositoras no son rival para las tropas mejor equipadas de Gaddafi, pese a las deserciones de su ejército.
Entretanto, el alzamiento en Bahrein ha tomado un peligroso giro sectario, con nuevos enfrentamientos entre partidarios sunitas de la familia al-Khalifa y manifestantes chiítas demandando una monarquía constitucional y el fin de la discriminación.
La intervención de los vecinos árabes sunitas de Bahrein también ha levantado el espectro de un conflicto mayor que pueda arrastrar a Irán, dominado por los chiítas.
La intervención en Bahrein muestra que Arabia Saudita está comprometida con la supervivencia de las familias gobernantes del Golfo, aunque los analistas creen que no se opondría a reformas políticas hacia una monarquía más constitucional.
La sombra de Irán pesa sobre Libia, pero más la de 1991 que la de 2003. Entonces, los chiítas en el sur y los kurdos en el norte sacaron partido del retiro de Saddam Hussein de Kuwait y tomaron control de gran parte del país, convencidos de que EEUU los apoyaría. Pero George Bush (padre) declaró que la política de EEUU era no intervenir en los asuntos internos de Irak. Eso permitió a Saddam usar su fuerza aérea y extendió la vida del regimen en más de una década. La oposición libia podría sufrir una suerte similar.
En medio de las predicciones a que el regimen de Gaddafi pronto recuperará el control de los pueblos ocupados por la oposición, funcionarios británicos pensaban ayer en mecanismos que pudieran contener a un coronel victorioso.