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Las desventajas de la "economía gig"

Upwork, Uber y empresas similares están moldeando el mercado laboral de una manera más profunda de lo que indican las etiquetas.

Por: Sarah O'Connor, Financial Times | Publicado: Jueves 16 de junio de 2016 a las 19:59 hrs.
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Si hay una frase que me molesta más que "economía compartida" es "economía colaborativa". La semana pasada, nos enfrentamos a las dos: Morgan Stanley publicó un informe sobre la primera y el Centro de Estudios de Política Europea (CEPS, pos sus siglas en inglés) escribió uno sobre la segunda.

Los informes abordan el mismo tema: el crecimiento de las empresas como Uber, TaskRabbit y Upwork y cómo podrían cambiar la economía. Es una pregunta interesante y una en la que pienso mucho. Pero estas compañías son muy diferentes y no encajan muy bien bajo una sola etiqueta. Y si lo hicieran, no sería ninguna de éstas.

La mayoría de las empresas de "economía compartida" o "economía colaborativa" utilizan la Internet para facilitar las transacciones entre compradores y vendedores por una tarifa. Algunas facilitan el arriendo de activos (como Airbnb), algunas la venta de mano de obra (como TaskRabbit y Upwork) y algunas un poco de ambas (como Uber).

¿Qué es exactamente lo que se está compartiendo aquí? ¿Quién está colaborando con quién? Los trabajadores independientes en Upwork "comparten" sus habilidades con el mundo de la misma forma en la que yo "comparto" las mías con Financial Times. Los anfitriones de Airbnb no están "colaborando" con sus huéspedes más de lo que Marriott International "colabora" con los suyos.

Estas etiquetas tenían sentido cuando aparecieron hace unos seis años. Después se usaron para ciertas compañías emprendedoras —como SnapGoods y Share Some Sugar— que tenían como objetivo que los vecinos pudieran prestarse cosas como taladros eléctricos. Algunas de las plataformas de hoy en día todavía se ajustan a la etiqueta "compartida" pero muchas de las más conocidas no lo hacen.

Se podría argumentar que en realidad no importa. Posiblemente estos apodos no se ajusten perfectamente al fenómeno que describen ahora, pero están arraigados y todo el mundo sabe lo que significan.

Pero hay dos razones para no ceder e ir con la corriente. En primer lugar, englobar estas empresas en conjunto conduce a confusiones acerca de su alcance y escala, así como de sus ventajas y desventajas. Podemos debatir si Airbnb está socavando injustamente a hoteles y hostales regulados, pero no lo confundamos con el análisis del impacto de las empresas como Uber en el mercado laboral.

Un estudio reciente de JPMorgan de 260.000 usuarios de las plataformas en línea encontró marcadas diferencias entre las personas que utilizan plataformas de capital como Airbnb y eBay y las personas que venden su fuerza de trabajo. Estos últimos eran más pobres y más propensos a confiar en las plataformas para amortiguar caídas en sus ingresos.

También hay una diferencia entre el trabajo físico y el trabajo en línea. El informe del CEPS indica que los ingresos para "trabajadores físicos" en países como EEUU tienden a ser mucho mayores debido a que están compitiendo a nivel local con personas que se enfrentan al mismo costo de vida.

Las plataformas de "nube humana" virtuales, por el contrario, crean un mercado global donde un trabajador en Dallas compite con uno en Sofía y otro en Manila. Los ingresos promedio por hora en Mechanical Turk están por debajo del salario mínimo en EEUU, pero son catorce veces el salario mínimo en India. A los reguladores nacionales y funcionarios fiscales preocupados por las empresas como Uber les resultará aún más difícil enfrentarse a una "nube humana" sin fronteras.

La segunda razón para rechazar las etiquetas "compartida" y "colaborativa" es que dan la impresión equivocada de lo que hacen estas compañías. No son "amos" que explotan a los "siervos digitales" —como algunos han argumentado— pero tampoco solamente son intermediarios entre la gente común que quiere intercambiar bienes y servicios.

Estas compañías moldean los mercados que crean. Upwork, por ejemplo, ha cambiado recientemente las tarifas que cobra a los trabajadores independientes, de una tarifa plana de 10% a una escala móvil: los trabajadores pagarán 20% sobre los primeros US$ 500 que cobren a un cliente y 5% sobre la facturación de más de US$ 10.000.

David Francis, un investigador asociado de Staffing Industry Analysis, dice que la compañía quiere animar a los usuarios a tratar el sitio como un trabajo a tiempo completo, lo que haría que el modelo de negocio fuera más rentable.

Puede que no sea algo malo, pero es un signo del poder que estas plataformas tienen para moldear el comportamiento de sus usuarios. Ellos no promueven ni facilitan el intercambio y la colaboración: son un puñado de empresas que tratan de ganar dinero mediante la creación y el control de los mercados para nuestro trabajo o nuestras cosas.

Algo me dice que esa pegadiza definición no va a durar.

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