Nuestro camino a la recuperación se empina
¿Qué se puede concluir de los datos económicos recientes, en particular en los países avanzados? ¿Se está desacelerando la economía mundial?...
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¿Qué se puede concluir de los datos económicos recientes, en particular en los países avanzados? ¿Se está desacelerando la economía mundial? Si es así, ¿debería hacerse algo al respecto y, en tal caso, cuáles podrían ser las alternativas?
En su blog en Financial Times el 5 de junio, Gavyn Davies destaca que la “velocidad y magnitud de la declinación en el crecimiento manufacturero han sido inusualmente severas, en especial en EEUU”. Lo que es aún más importante políticamente es una estimación de que el sector privado estadounidense creó sólo 38.000 empleos en mayo. Davies señala que “si sumamos todos los datos de la encuesta empresarial de mayo, se obtiene una imagen de una economía global que probablemente continúa su expansión, pero no a un ritmo muy rápido”. En conjunto, escribe, “la caída en los sondeos de empresas ha sido mayor que la que se produjo en la primavera del año pasado, cuando la recuperación económica mundial cayó en un bache temporal”. Pero, “todavía no han caído siquiera cerca de los niveles que desencadenarían preocupaciones serias acerca de una recesión con recaída”.
Esto se ve correcto. Destaca el hecho de que en los países avanzados en su conjunto, esta ha sido una recuperación débil, sobre todo dada la profundidad de la recesión. De las seis mayores economías avanzadas (EEUU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia) sólo EEUU y Alemania tuvieron un producto interno bruto mayor en el primer trimestre de 2011 que hace tres años y por muy poco. Considero que los cuatro rezagados siguen en recesión. El hecho de que EEUU tuviera el PIB más alto, respecto de su punto de partida, entre estos seis países puede ser una sorpresa para algunos, dada su tasa de desempleo del 9% en abril. Eso pone de manifiesto la flexibilidad del mercado laboral de EEUU. También sugiere que la demanda y la producción siguen deprimidas. Por las normas no de otros países ricos hoy, sino de su propio pasado, la recuperación de EEUU es muy decepcionante.
Entonces, ¿qué está pasando? La respuesta general es que a los poderosos vientos ya existentes en contra de la recuperación se han sumado otros más o menos temporales.
Las recesiones que tienen su origen en el colapso de las burbujas alimentadas por crédito suelen ser más graves y duraderas que las generadas por los intentos de frenar el recalentamiento inflacionario. Normalmente se necesitan años para que los precios de los activos, sobre todo los precios de los inmuebles, se estabilicen y se reduzca el apalancamiento excesivo mediante quiebras masivas y el lento pago de las deudas. Durante ese tiempo, el gasto privado tiende a ser débil como pasa ahora en EEUU, el Reino Unido y España. El resultado suele ser también un gran aumento de los déficit fiscales, ya que los ingresos se desploman y el gasto aumenta respecto de un PIB lejos menor que el esperado. Este shock productivo es un factor más importante en los déficit fiscales en los países más afectados por la crisis que los muy difamados planes de estímulo fiscal.
Este es, entonces, el viento de frente estructural. Pero a esto se han añadido las alzas en los precios de las materias primas, en especial del combustible, y el impacto en las cadenas de suministro global del terremoto y tsunami de Japón. La última subida de los precios del petróleo refleja en parte la “primavera árabe”. Pero lo más importante es un cambio estructural: el impacto de los gigantes emergentes en la demanda mundial de productos básicos.
La gran pregunta es qué puede hacer la política en respuesta a estas difíciles circunstancias. En su Panorama Económico de mayo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se centra en la consolidación fiscal, avanza hacia la “normalización” de la política monetaria y, sobre todo, en las políticas estructurales. En su justificación, afirma que “la recuperación mundial se está haciendo auto-sostenible y de base más amplia”. Sin embargo, la recuperación prevista implica un alto grado de holgura económica durante años. Esto está muy lejos de ser “normal”. En segundo lugar, existen una serie de riesgos a la baja, entre ellos nuevas subidas en los precios de los productos básicos, nuevas debilidades en los precios de activos y choques financieros o fiscales.
¿Es la política estructural la panacea? La OCDE afirma que “la preocupación acerca de un arraigamiento del alto desempleo y de una reducción permanente en la producción potencial post crisis, junto con la necesidad de fortalecer la confianza en la sostenibilidad de las dinámicas de deuda del sector (...) elevan la urgencia de promulgar reformas estructurales bien diseñadas, que fomenten el crecimiento”. Esto es correcto. La OCDE destaca que “las políticas del mercado de trabajo tienen un papel clave que desempeñar en la prevención de que el desempleo cíclico se vuelva estructural”. En la eurozona, se necesita una mayor flexibilidad de los salarios nominales, a falta de ajuste del tipo de cambio. Por último, como señala la OCDE, son necesarias políticas que controlen el crecimiento de las obligaciones fiscales a largo plazo, en particular aquellas asociadas con el envejecimiento, aunque es preocupante que muchos de ellos afecten a los más desfavorecidos.
Sin embargo, la política estructural no es suficiente. En el predicamento posterior a la crisis, la demanda también importa. Las políticas estructurales que aumentan el incentivo a la inversión son doblemente benditas, ya que elevan la demanda y la oferta potencial al mismo tiempo. Tienen que ser una prioridad en el diseño de planes fiscales y de gasto. Pero, también es fundamental hacer bien el retiro de la política fiscal y monetaria. Es mucho más probable, en las actuales circunstancias, que el apoyo se retire más pronto que demasiado tarde, socavando la recuperación y generando un estancamiento prolongado, con malignos efectos estructurales a largo plazo.
Hay que tener tres consideraciones. Primero, el rendimiento sobre los bonos de los gobiernos estadounidense y alemán a 10 años cayó por debajo del 3% esta semana. La posición de EEUU es sorprendente dada la histeria. En segundo lugar, pese a la expansión de la base monetaria, el crecimiento de los agregados amplios está bien contenida en EEUU y la euro zona. Un relajamiento cuantitativo adicional sería perfectamente manejable y, si la economía pierde impulso, perfectamente sensato. Por último, las medidas clave de la inflación de precios al consumidor están muy bajas en EEUU y la eurozona. Apuntar a una inflación visible volátil e impredecible ciertamente desestabilizará la economía. Considerando que el objetivo de las metas de inflación es que estabilizarla, eso no tiene sentido. En resumen, los argumentos en favor de combinar medidas estructurales para mejorar la producción potencial y la situación fiscal de largo plazo con un fuerte apoyo continuo monetario y fiscal para la recuperación, me parecen, al menos, abrumadores en los países con margen de maniobra. El mayor peligro sigue siendo un semi-estancamiento prolongado en la era post-crisis, no el crecimiento excesivo y la alta inflación. Eso es, por supuesto, un juicio. Pero el juicio es lo que tenemos. Usémoslo.