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Fundación KIRI
Inversión social con retorno corporativo: el modelo de Fundación Kiri que conecta salud mental escolar y estrategia ESG

En un escenario donde las compañías enfrentan crecientes exigencias en materia ESG y una ciudadanía cada vez más consciente, surge una oportunidad concreta para vincular propósito y negocio: invertir en salud mental escolar. Fundación Kiri está lanzando un programa especialmente diseñado para el mundo corporativo, que permite a las empresas contribuir al desarrollo integral de estudiantes de colegios vulnerables a través de talleres innovadores de robótica y habilidades socioemocionales.
La iniciativa no solo genera impacto social tangible, sino que además ofrece trazabilidad y métricas claras para reportes ESG, fortaleciendo la licencia social para operar y el valor corporativo sostenible.
En esta entrevista, Florencia Álamos, directora ejecutiva de Fundación Kiri, explica cómo este programa entrega a las compañías una herramienta estratégica de inversión social, qué indicadores se utilizan para medir impacto en los estudiantes y comunidades educativas, y cuáles son las proyecciones de escalabilidad del programa.
Florencia Álamos, directora ejecutiva de Fundación Kiri
¿Por qué la salud mental escolar debería ser hoy un tema prioritario para las empresas en su estrategia de sostenibilidad?
Hoy enfrentamos una verdadera epidemia silenciosa: más del 60% de los adolescentes en Chile presenta síntomas de ansiedad o depresión. Eso no sólo afecta a las familias, también compromete el futuro de nuestro capital humano. Invertir en salud mental escolar es proteger a los niños de hoy y, al mismo tiempo, asegurar la productividad y cohesión social de mañana. Para las empresas, significa anticiparse a un problema estructural, fortalecer su licencia social para operar y responder a las exigencias ESG con impacto real y evidencia comprobada. Al asociarse con una fundación profesional y referente en innovación educativa, las compañías no sólo cumplen, sino que lideran en sostenibilidad.
¿De qué manera este programa permite a las compañías convertir su inversión social en una ventaja corporativa dentro de sus reportes ESG?
Nuestro modelo convierte la inversión social en evidencia dura para directorios e inversionistas. Cada peso se traduce en indicadores concretos: asistencia, convivencia escolar, rendimiento académico y desarrollo socioemocional, todos validados con el marco internacional CASEL. Además, contamos con evidencia comprobada de la mano de grandes instituciones internacionales como J-PAL, NeuroUC y EASEL Lab, lo que respalda la efectividad de nuestro modelo y su rigor metodológico. A esto se suma una evaluación de impacto en curso que permitirá seguir midiendo y mejorando nuestros resultados. Todo ello le permite a las compañías reportar impacto social con trazabilidad impecable, diferenciándose frente a sus stakeholders. En la práctica, logran fortalecer sus reportes ESG, mostrar cumplimiento frente a inversionistas internacionales y traducir su inversión social en un activo estratégico que genera retorno en reputación, competitividad y visibilidad de marca.
¿Qué métricas concretas utilizan para medir impacto en los estudiantes y cómo se asegura la trazabilidad de la inversión?
Para monitorear el programa, seguimos indicadores de proceso como asistencia a talleres, satisfacción de participantes, asistencia a capacitaciones de monitores, participación de liderazgos educativos en jornadas de formación y satisfacción con dichas jornadas. La formación de monitores incluye ciclos sistemáticos de observación y retroalimentación durante el año, con acompañamiento a quienes están en proceso de acreditación. Además, realizamos encuentros interescolares y un festival regional de cierre que convoca a todas las escuelas.
En términos de resultados, trabajamos con el marco CASEL, reconocido globalmente en aprendizaje socioemocional. Esto nos permite medir cinco dimensiones clave: autoconocimiento, autogestión, conciencia social, habilidades relacionales y toma de decisiones responsables. Así, evaluamos las dimensiones del marco CASEL mediante mediciones pre–post y hemos observado mejoras en habilidades socioemocionales desde el primer año de implementación; actualmente ejecutamos una evaluación experimental con J-PAL y Fundación MC en múltiples escuelas para afinar el modelo y consolidar nuestro liderazgo en innovación educativa.
En cuanto a la trazabilidad de la inversión, efectuamos reportería periódica a donantes, con seguimiento de indicadores de proceso y de resultados por establecimiento asociado a cada donación.
¿Qué aprendizajes iniciales muestran los talleres de innovación, robótica y socioemocionales respecto al bienestar y desarrollo de los estudiantes?
Lo más poderoso que hemos visto es cómo los estudiantes recuperan la motivación y el sentido de pertenencia. Cuando un niño de un colegio vulnerable descubre que puede armar un robot o trabajar en equipo para resolver un desafío, no sólo gana autoestima: también se proyecta distinto en su vida escolar y personal. Eso se traduce en mejor convivencia, menos conductas de riesgo y más confianza en sí mismo y en su futuro. Para las empresas, significa invertir en una generación más resiliente y creativa, preparada para sostener la economía del conocimiento.
¿Qué planes tiene Fundación Kiri para escalar este modelo a más colegios y compañías, y qué impacto proyectan en el largo plazo tanto para la sociedad como para el mundo empresarial?
Hoy estamos en 44 colegios de tres regiones y nuestra meta es llegar a más de 100 establecimientos en los próximos tres años. La escalabilidad del modelo es clara: bajo costo por estudiante, metodología replicable y alianzas corporativas que permiten coinversión. Para la sociedad, esto significa comunidades más cohesionadas y trayectorias educativas fortalecidas. Para las empresas, significa un entorno social más estable, estándares ESG robustos, reportabilidad impecable y visibilidad de marca asociada a impacto comprobado. En definitiva, creemos que la salud mental escolar no es gasto social: es inversión en bienestar y en el desarrollo de habilidades críticas para el futuro (como por ejemplo, resiliencia, colaboración, pensamiento crítico, etc.), que son las únicas no reemplazables por la inteligencia artificial, y que resultan fundamentales frente a la revolución tecnológica y para fomentar la competitividad del país. Las compañías que apuesten hoy por este camino estarán ayudando a construir un futuro sostenible y, al mismo tiempo, consolidando una ventaja estratégica en su propio desarrollo.