Opinión
China va para adelante
Presidente de la Sociedad de Economía Mundial de China. Fue miembro del comité de políticas monetarias del Banco Popular de China y director del Instituto de Economía y Política Mundial de la Academia de Ciencias de China.
Por: | Publicado: Viernes 31 de diciembre de 2010 a las 05:00 hrs.
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Por Yu Yongding
BEIJING El ingreso per cápita de China, de US$ 3.800, ya superó el umbral para un país de ingresos medios. Pero, aún mientras economistas y estrategas extrapolan afanosamente el futuro sendero de crecimiento de China para predecir cuándo afectará a Estados Unidos, el clima dentro de China se volvió sombrío y apagado en 2010. De hecho, el premier Wen Jiabao considera que el crecimiento de China es inestable, desequilibrado, falto de coordinación y en definitiva insostenible.
El crecimiento económico, por supuesto, nunca fue lineal en ningún país. A lo largo de la historia, existen innumerables ejemplos de países de ingresos medios que quedaron atascados en esa categoría por décadas y/o, llegado el caso, retrocedieron a la condición de ingresos bajos. El economista galardonado con el premio Nobel Michael Spence señaló que, después de la Segunda Guerra Mundial, sólo un puñado de países pudo crecer a un nivel plenamente industrializado de desarrollo. El progreso de China en las últimas tres décadas es una variación exitosa del modelo de crecimiento del este asiático que surge de las condiciones iniciales legadas por una economía socialista planificada. Ese modelo de crecimiento ya casi agotó su potencial. De manera que China llegó a una coyuntura crucial: sin un ajuste estructural doloroso, su momento de crecimiento económico se puede perder de repente.
El rápido crecimiento de China se logró a un costo extremadamente alto. Sólo las futuras generaciones conocerán el verdadero precio. La tasa de inversión del país hoy se encuentra en más del 50% -un claro reflejo de la baja eficiencia del capital de China-. Esta tasa alta tiene dos aspectos preocupantes. Primero, los gobiernos locales influyen en una gran proporción de las decisiones de inversión. Segundo, la inversión en el desarrollo de bienes raíces representa casi una cuarta parte del total. Algunos gobiernos locales están literalmente cavando pozos y llenándolos para crear PIB. Como resultado de ello, simplemente existen demasiados condominios lujosos, espléndidos edificios de oficinas gubernamentales y rascacielos que no paran de crecer. Los hoteles en las ciudades provinciales de China pueden hacer que los hoteles cinco estrellas de las capitales occidentales se vean raídos.
China se convirtió en uno de los países más contaminados del mundo. El polvo y el esmog ahogan a sus ciudades. Todos los ríos más importantes del país están contaminados. La deforestación y la desertificación son rampantes. La sequía, las inundaciones y los desprendimientos de tierras se convirtieron en un lugar común. La extracción incesante está agotando rápidamente los depósitos de recursos de China. Con la relación comercio-PIB y exportaciones-PIB de China que ya excede el 60% y el 30%, respectivamente, la economía no puede seguir dependiendo de la demanda externa para sustentar el crecimiento. Desafortunadamente, con un sector exportador importante que emplea a decenas de millones de trabajadores, esta dependencia se volvió estructural, lo que implica que reducir la dependencia comercial y el excedente comercial de China es mucho más que una cuestión de ajustar la política macroeconómica. Después de décadas de rápida expansión, China se convirtió en el taller de la economía global. El problema es que no es más que un taller: la falta de innovación y de creación representan el talón de Aquiles de la economía. Por ejemplo, en términos de volumen, China hoy es el principal productor de autos del mundo, con una producción de 17 millones de unidades este año. Pero el porcentaje de modelos desarrollado por los fabricantes de autos chinos es insignificante.
En una era de rápido progreso tecnológico, creatividad e innovación, el paisaje económico global puede cambiar rápidamente. Sin una fuerte capacidad para la innovación y la creatividad, hasta un gigante tiene pies de arcilla. Y cuando un gigante se cae, muchos resultan heridos. Por cierto, si bien los estándares de vida de China aumentaron drásticamente en los últimos 30 años, la brecha entre los ricos y los pobres se amplió marcadamente. La distribución de ingresos se inclinó a favor de los ricos durante demasiado tiempo, y el gobierno no supo ofrecer bienes públicos decentes. En un momento en que el contraste entre el estilo de vida opulento de los ricos y la lenta mejoría de las condiciones de vida de los pobres fomenta la tensión social, un contragolpe serio está gestándose. Si China no enfrenta sus problemas estructurales a tiempo, es improbable que el crecimiento resulte sostenible. Cualquier ajuste estructural es doloroso. Pero cuanto más se demore, más doloroso será. La posición fiscal sólida de China hoy le ofrece una ventana a la oportunidad. Pero esa ventana se cerrará rápido, porque los beneficiarios de las políticas de reforma específicas se transformaron en intereses creados, que pelean duro para proteger lo que tienen. Lo que más le molesta a la población china es la connivencia entre los funcionarios del gobierno y los empresarios, a la que el respetado economista chino Wu Jianglian describió como capitalismo de los poderosos y los ricos. Romper esta alianza nefasta será la gran prueba para los líderes de China en 2011 y después. Según los actuales acuerdos institucionales de China, la meritocracia es un prerrequisito para la buena gobernancia. Pero la meritocracia se vio erosionada por una cultura política de adulación y cinismo. De modo que, una vez más, la dialéctica del desarrollo económico volvió a colocar al frente la reforma política. En el exterior, el ascenso de China causó admiración, envidia, sospecha y hasta una franca hostilidad en algunos rincones. No importa con qué frecuencia los líderes chinos repudien cualquier ambición hegemónica, la cautela por las verdaderas intenciones de China persistirán. Es algo entendible: el ascenso de nuevos potencias siempre distorsionó el orden internacional establecido. Cuando esta nueva potencia es una nación de 1.300 millones de personas que viven bajo un sistema político y una ideología ajenos, su ascenso es proclive a causar aún más intranquilidad. Afortunadamente, debido a la globalización, el ascenso de China interesa a todos, al igual que el ascenso de otras economías emergentes. En los próximos años, en áreas como el cambio climático, los desequilibrios globales y la reforma del sistema monetario internacional, China debería desempeñar un papel más activo, y lo hará, como un actor global relevante. No es necesario decir que hará falta reciprocidad.
BEIJING El ingreso per cápita de China, de US$ 3.800, ya superó el umbral para un país de ingresos medios. Pero, aún mientras economistas y estrategas extrapolan afanosamente el futuro sendero de crecimiento de China para predecir cuándo afectará a Estados Unidos, el clima dentro de China se volvió sombrío y apagado en 2010. De hecho, el premier Wen Jiabao considera que el crecimiento de China es inestable, desequilibrado, falto de coordinación y en definitiva insostenible.
El crecimiento económico, por supuesto, nunca fue lineal en ningún país. A lo largo de la historia, existen innumerables ejemplos de países de ingresos medios que quedaron atascados en esa categoría por décadas y/o, llegado el caso, retrocedieron a la condición de ingresos bajos. El economista galardonado con el premio Nobel Michael Spence señaló que, después de la Segunda Guerra Mundial, sólo un puñado de países pudo crecer a un nivel plenamente industrializado de desarrollo. El progreso de China en las últimas tres décadas es una variación exitosa del modelo de crecimiento del este asiático que surge de las condiciones iniciales legadas por una economía socialista planificada. Ese modelo de crecimiento ya casi agotó su potencial. De manera que China llegó a una coyuntura crucial: sin un ajuste estructural doloroso, su momento de crecimiento económico se puede perder de repente.
El rápido crecimiento de China se logró a un costo extremadamente alto. Sólo las futuras generaciones conocerán el verdadero precio. La tasa de inversión del país hoy se encuentra en más del 50% -un claro reflejo de la baja eficiencia del capital de China-. Esta tasa alta tiene dos aspectos preocupantes. Primero, los gobiernos locales influyen en una gran proporción de las decisiones de inversión. Segundo, la inversión en el desarrollo de bienes raíces representa casi una cuarta parte del total. Algunos gobiernos locales están literalmente cavando pozos y llenándolos para crear PIB. Como resultado de ello, simplemente existen demasiados condominios lujosos, espléndidos edificios de oficinas gubernamentales y rascacielos que no paran de crecer. Los hoteles en las ciudades provinciales de China pueden hacer que los hoteles cinco estrellas de las capitales occidentales se vean raídos.
China se convirtió en uno de los países más contaminados del mundo. El polvo y el esmog ahogan a sus ciudades. Todos los ríos más importantes del país están contaminados. La deforestación y la desertificación son rampantes. La sequía, las inundaciones y los desprendimientos de tierras se convirtieron en un lugar común. La extracción incesante está agotando rápidamente los depósitos de recursos de China. Con la relación comercio-PIB y exportaciones-PIB de China que ya excede el 60% y el 30%, respectivamente, la economía no puede seguir dependiendo de la demanda externa para sustentar el crecimiento. Desafortunadamente, con un sector exportador importante que emplea a decenas de millones de trabajadores, esta dependencia se volvió estructural, lo que implica que reducir la dependencia comercial y el excedente comercial de China es mucho más que una cuestión de ajustar la política macroeconómica. Después de décadas de rápida expansión, China se convirtió en el taller de la economía global. El problema es que no es más que un taller: la falta de innovación y de creación representan el talón de Aquiles de la economía. Por ejemplo, en términos de volumen, China hoy es el principal productor de autos del mundo, con una producción de 17 millones de unidades este año. Pero el porcentaje de modelos desarrollado por los fabricantes de autos chinos es insignificante.
En una era de rápido progreso tecnológico, creatividad e innovación, el paisaje económico global puede cambiar rápidamente. Sin una fuerte capacidad para la innovación y la creatividad, hasta un gigante tiene pies de arcilla. Y cuando un gigante se cae, muchos resultan heridos. Por cierto, si bien los estándares de vida de China aumentaron drásticamente en los últimos 30 años, la brecha entre los ricos y los pobres se amplió marcadamente. La distribución de ingresos se inclinó a favor de los ricos durante demasiado tiempo, y el gobierno no supo ofrecer bienes públicos decentes. En un momento en que el contraste entre el estilo de vida opulento de los ricos y la lenta mejoría de las condiciones de vida de los pobres fomenta la tensión social, un contragolpe serio está gestándose. Si China no enfrenta sus problemas estructurales a tiempo, es improbable que el crecimiento resulte sostenible. Cualquier ajuste estructural es doloroso. Pero cuanto más se demore, más doloroso será. La posición fiscal sólida de China hoy le ofrece una ventana a la oportunidad. Pero esa ventana se cerrará rápido, porque los beneficiarios de las políticas de reforma específicas se transformaron en intereses creados, que pelean duro para proteger lo que tienen. Lo que más le molesta a la población china es la connivencia entre los funcionarios del gobierno y los empresarios, a la que el respetado economista chino Wu Jianglian describió como capitalismo de los poderosos y los ricos. Romper esta alianza nefasta será la gran prueba para los líderes de China en 2011 y después. Según los actuales acuerdos institucionales de China, la meritocracia es un prerrequisito para la buena gobernancia. Pero la meritocracia se vio erosionada por una cultura política de adulación y cinismo. De modo que, una vez más, la dialéctica del desarrollo económico volvió a colocar al frente la reforma política. En el exterior, el ascenso de China causó admiración, envidia, sospecha y hasta una franca hostilidad en algunos rincones. No importa con qué frecuencia los líderes chinos repudien cualquier ambición hegemónica, la cautela por las verdaderas intenciones de China persistirán. Es algo entendible: el ascenso de nuevos potencias siempre distorsionó el orden internacional establecido. Cuando esta nueva potencia es una nación de 1.300 millones de personas que viven bajo un sistema político y una ideología ajenos, su ascenso es proclive a causar aún más intranquilidad. Afortunadamente, debido a la globalización, el ascenso de China interesa a todos, al igual que el ascenso de otras economías emergentes. En los próximos años, en áreas como el cambio climático, los desequilibrios globales y la reforma del sistema monetario internacional, China debería desempeñar un papel más activo, y lo hará, como un actor global relevante. No es necesario decir que hará falta reciprocidad.