Samuel Burr Johnston, el primer tipógrafo de Chile

Por Alejandro San Francisco Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.

Por: | Publicado: Viernes 7 de octubre de 2011 a las 05:00 hrs.
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A fines de 1811 llegó a Chile la primera imprenta del país, introducida por Mateo Arnaldo Hoevel. Inmediatamente se produjo un revuelo y consecuencias decisivas para la historia nacional: la más visible de todas fue la creación de la Aurora de Chile, el periódico que inauguró la prensa criolla.

Camilo Henríquez, director del medio, declaró utópicamente que la imprenta era “la máquina de la felicidad”. Estaba exultante, agradecido, lleno de energías para transformar a Chile en una sociedad de sabios. A diferencia de otros países del continente, Perú por ejemplo, la sociedad chilena había carecido de imprenta en el periodo hispano, de ahí que el comienzo de la prensa estuviera íntimamente vinculado al desarrollo político nacional, que comenzaba su proceso de independencia.

Así lo resumía el decreto firmado por Carrera: “Son impresores para correr con el arreglo de los papeles de Chile y dirigir su grabado en imprenta, Samuel Burr Johnston, Guillermo H. Burbidge y Simon Garrison, ciudadanos de los Estados Unidos de la América del Norte, con mil pesos de sueldo anual cada uno”.

Como narra el primero de ellos en un interesa libro, publicado como Cartas de un tipógrafo yanqui, “después de un molesto y desagradable viaje, de ciento veintidós días, llegamos el veintiuno de noviembre a Valparaíso, el principal puerto de este reino”.

El taller tipográfico, como recuerda José Toribio Medina, se estableció en el edificio de la Universidad de San Felipe. El tipógrafo norteamericano trabajó durante todo el periodo de la Aurora y luego continuó la misma labor con El Monitor Araucano, otro periódico de la Patria Vieja. Siempre ponía su nombre al pie de cada ejemplar. Adicionalmente, todos los papeles que aparecieron impresos en esos días contaron con el trabajo del “tipógrafo yanqui”.

Cuando la imprenta dejó de ser gubernamental, Johnston quedó sin trabajo y buscó nuevos rumbos, para lo cual solicitó se le reconociera la nacionalidad chilena. Efectivamente así sucedió, “con especificación de su relevante mérito, servicio y celo por la libertad”.

Finalmente partió de Chile para no regresar jamás. En 1816 publicó en Pennsylvania, Estados Unidos, las mencionadas cartas en que narraba su estadía en el país, En ellas ensalzaba la figura de José Miguel Carrera, hacía detalladas descripciones sobre la capital y el estado político de Chile. Decía que debía ser socio comercial preferente de los Estados Unidos y hacía descripciones propias de muchos viajeros del siglo XIX que terminaban enamorados del largo país que descansaba entre la cordillera y el mar.

Así lo resumía en una de sus cartas: “De Chile puede decirse con verdad que es un país que “mana leche y miel”. Aquí la naturaleza esparce sus tesoros con mano más que pródiga, y el que cultiva la tierra puede estar cierto de que alcanzará con creces el fruto de su trabajo”.

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