¿Dejará Reino Unido la Unión Europea?
La isla ha sido siempre un miembro reacio del bloque, pero las presiones para que Londres abandone la Unión están aumentando.
Por: | Publicado: Miércoles 18 de julio de 2012 a las 05:00 hrs.
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Reino Unido se integró a la Unión Europea —entonces la Comunidad Económica Europea (CEE)— en 1973. Y desde entonces ha sido un miembro incómodo. Aunque han sido los principales partidarios del mercado único y la expansión de la UE hacia el este tras la caída del comunismo en 1989, los gobiernos británicos nunca han compartido el entusiasmo europeo por la integración institucional (o la “unión política”). En cada sucesivo tratado que ha reformado y extendido el alcance de la UE, Reino Unido ha luchado solitariamente por medidas de resguardo que lo eximan de elementos clave del ”proyecto europeo”. Hasta hace poco, Reino Unido parecía destinado a seguir siendo lo que siempre ha sido: un miembro reacio del club. Pero ya no más. Existe ahora una creciente posibilidad de que se esté encaminando hacia la salida.
Esto puede parecer extraño. El gobierno de coalición incluye en sus filas al partido más pro europeo de Reino Unido, los Liberales Demócratas. El primer ministro, David Cameron, líder del centro derechista Partido Conservador, no es un entusiasta europeo, pero es pragmático y ha dejado en claro que no tienen intenciones de sacar a Reino Unido de la UE.
¿Entonces, cómo se explica este cambio? La respuesta tiene tres partes. Primero, Cameron está bajo una enorme presión desde dentro de su propio partido para que impulse una agenda euroescéptica (miembros conservadores más moderados quieren que al menos renegocie los términos de la membresía, mientras que los más radicales quieren que Reino Unido se retire por completo). Segundo, hay pocas posibilidades de que la estrategia escogida por Cameron para Europa obtenga una audiencia solidaria en otras capitales de la UE. Y tercero, si Cameron no consigue lo que pretende, los votantes bien podrían escoger abandonar la UE en un referendo total “adentro o afuera” después de 2015.
La presión ejercida sobre el primer ministro por los miembros conservadores euroescépticos ha sido y sigue siendo intensa. En octubre de 2011, 81 parlamentarios conservadores desafiaron las órdenes de Cameron convocando a un referendo sobre la membresía de Reino Unido en la UE. La moción fue derrotada, pero sólo gracias a los votos de los Liberales Demócratas y el principal grupo de la oposición el Partido Laborista.
La votación fue la mayor rebelión en las filas de los conservadores desde 1993 y proporcionó el telón de fondo para la contenciosa decisión de Cameron de vetar el tratado fiscal propuesto por la UE en una cumbre de diciembre de 2011. Aunque inefectiva, la medida fue popular entre los votantes británicos. El veto fue un enorme enojo para los socios europeos de la UE, que siguieron adelante y firmaron un tratado intergubernamental sobre el “compacto fiscal” sin la participación británica. Pero fue saludado con entusiasmo en casa, donde el primer ministro fue alabado por los conservadores euroescépticos, gran parte de los medios (que también son instintivamente anti-UE) y por el público más amplio.
Los planes en curso
La actual política de la coalición de gobierno es realizar una completa auditoría a los poderes de la UE (que se espera sea lanzada pronto por el secretario de RREE, William Hague). Sobre esa auditoría, planea realizar un listado de poderes que podrían ser “repatriados” a Reino Unido, entrar en negociaciones con otros países de la UE y someter las renegociadas relaciones a un referendo.
Esta política disfruta de un fuerte apoyo local. Va bien con la agenda del grupo “un nuevo comienzo” dentro del Partido Conservador. Y parece tener el apoyo de una mayoría de los votantes. Según una encuesta realizada en julio por YouGov para The Sun, 63% de los electores quiere que Cameron fije un cronograma para la recuperación de los poderes y 42% votaría por permanecer en la UE sobre la base de una relación renegociada.
El problema es que el resto de la UE probablemente no le daría a Reino Unido lo que quiere. Los miembros de la eurozona tienen muchos otros temas en qué enfocarse y existe muy poca buena voluntad hacia Reino Unido. Los políticos europeos afrontan una batalla existencial para salvar la moneda única y ven la agenda propuesta por Reino Unido como una distracción molesta o un acto decididamente hostil en el peor.
¿Un camino inevitable?
Desde hace mucho tiempo se ha asumido que en un referendo directo “afuera-adentro”, los votantes ingleses euroescépticos, pero pragmáticos optarían por quedarse en la UE. Ese supuesto ya no se puede hacer. La última encuesta de Eurobarometer indica que sólo 13% del electorado británico tiene una imagen positiva de la UE. Los optimistas argumentarán que hay suficiente tiempo antes del referendo para que cambien las opiniones. Sin embargo, las actitudes de los euroescépticos ahora están profundamente arraigadas y será difícil cambiarlas. Cuando Reino Unido se integró a la CEE en 1973, lo hizo como un “hombre enfermo” en busca de la medicina europea. La economía británica nuevamente está padeciendo. Pero con la euro zona en una profunda crisis, es mucho más difícil plantear a Europa como la salvación inglesa.
Esto puede parecer extraño. El gobierno de coalición incluye en sus filas al partido más pro europeo de Reino Unido, los Liberales Demócratas. El primer ministro, David Cameron, líder del centro derechista Partido Conservador, no es un entusiasta europeo, pero es pragmático y ha dejado en claro que no tienen intenciones de sacar a Reino Unido de la UE.
¿Entonces, cómo se explica este cambio? La respuesta tiene tres partes. Primero, Cameron está bajo una enorme presión desde dentro de su propio partido para que impulse una agenda euroescéptica (miembros conservadores más moderados quieren que al menos renegocie los términos de la membresía, mientras que los más radicales quieren que Reino Unido se retire por completo). Segundo, hay pocas posibilidades de que la estrategia escogida por Cameron para Europa obtenga una audiencia solidaria en otras capitales de la UE. Y tercero, si Cameron no consigue lo que pretende, los votantes bien podrían escoger abandonar la UE en un referendo total “adentro o afuera” después de 2015.
La presión ejercida sobre el primer ministro por los miembros conservadores euroescépticos ha sido y sigue siendo intensa. En octubre de 2011, 81 parlamentarios conservadores desafiaron las órdenes de Cameron convocando a un referendo sobre la membresía de Reino Unido en la UE. La moción fue derrotada, pero sólo gracias a los votos de los Liberales Demócratas y el principal grupo de la oposición el Partido Laborista.
La votación fue la mayor rebelión en las filas de los conservadores desde 1993 y proporcionó el telón de fondo para la contenciosa decisión de Cameron de vetar el tratado fiscal propuesto por la UE en una cumbre de diciembre de 2011. Aunque inefectiva, la medida fue popular entre los votantes británicos. El veto fue un enorme enojo para los socios europeos de la UE, que siguieron adelante y firmaron un tratado intergubernamental sobre el “compacto fiscal” sin la participación británica. Pero fue saludado con entusiasmo en casa, donde el primer ministro fue alabado por los conservadores euroescépticos, gran parte de los medios (que también son instintivamente anti-UE) y por el público más amplio.
Los planes en curso
La actual política de la coalición de gobierno es realizar una completa auditoría a los poderes de la UE (que se espera sea lanzada pronto por el secretario de RREE, William Hague). Sobre esa auditoría, planea realizar un listado de poderes que podrían ser “repatriados” a Reino Unido, entrar en negociaciones con otros países de la UE y someter las renegociadas relaciones a un referendo.
Esta política disfruta de un fuerte apoyo local. Va bien con la agenda del grupo “un nuevo comienzo” dentro del Partido Conservador. Y parece tener el apoyo de una mayoría de los votantes. Según una encuesta realizada en julio por YouGov para The Sun, 63% de los electores quiere que Cameron fije un cronograma para la recuperación de los poderes y 42% votaría por permanecer en la UE sobre la base de una relación renegociada.
El problema es que el resto de la UE probablemente no le daría a Reino Unido lo que quiere. Los miembros de la eurozona tienen muchos otros temas en qué enfocarse y existe muy poca buena voluntad hacia Reino Unido. Los políticos europeos afrontan una batalla existencial para salvar la moneda única y ven la agenda propuesta por Reino Unido como una distracción molesta o un acto decididamente hostil en el peor.
¿Un camino inevitable?
Desde hace mucho tiempo se ha asumido que en un referendo directo “afuera-adentro”, los votantes ingleses euroescépticos, pero pragmáticos optarían por quedarse en la UE. Ese supuesto ya no se puede hacer. La última encuesta de Eurobarometer indica que sólo 13% del electorado británico tiene una imagen positiva de la UE. Los optimistas argumentarán que hay suficiente tiempo antes del referendo para que cambien las opiniones. Sin embargo, las actitudes de los euroescépticos ahora están profundamente arraigadas y será difícil cambiarlas. Cuando Reino Unido se integró a la CEE en 1973, lo hizo como un “hombre enfermo” en busca de la medicina europea. La economía británica nuevamente está padeciendo. Pero con la euro zona en una profunda crisis, es mucho más difícil plantear a Europa como la salvación inglesa.