El cambio del ecosistema digital y las nuevas exigencias normativas en Chile están transformando de manera profunda la forma en que medimos el desempeño empresarial. Hoy, ya no basta con exhibir resultados financieros positivos: la conducta de una organización en el entorno digital se ha convertido en un componente esencial del mapeo de riesgos corporativos. La ciberseguridad, la protección de datos personales y el uso responsable de inteligencia artificial dejaron de ser asuntos confinados a áreas técnicas; ahora son temas centrales en las discusiones de los directorios. La pregunta ya no es si estos temas deben abordarse, sino cómo se integran estratégicamente en la toma de decisiones.
Lo más relevante es que el cumplimiento no quede solo en el papel. En tiempos de transformación digital acelerada, cumplir debe significar implementar medidas efectivas, verificables y sostenibles. Las empresas que logran internalizar esta lógica no solo reducen riesgos: también abren nuevas oportunidades de negocio. La IA, por ejemplo, puede mejorar la eficiencia operativa, automatizar procesos, optimizar el análisis de datos y liberar capacidades humanas para tareas de mayor valor. Sin embargo, para aprovechar estos beneficios es imprescindible que su uso sea seguro y controlado. No se trata de adoptar tecnología por adoptar, sino de hacerlo con una hoja de ruta clara.
Para ello, una estrategia de compliance moderna resulta indispensable. Ésta debe permitir identificar red flags, asegurar la trazabilidad de los datos utilizados, gestionar los riesgos asociados a los algoritmos empleados y establecer mecanismos de control para evitar usos indebidos de herramientas de IA dentro de la organización. El desafío se vuelve mayor si consideramos que aún no conocemos completamente hasta qué profundidad puede llegar la inteligencia artificial generativa con la información disponible en línea. Esa incertidumbre es, en sí misma, un riesgo.
Las empresas deben prepararse hoy para escenarios donde la tecnología pueda inferir, reconstruir o amplificar datos a partir de fuentes abiertas y generar resultados cuyo impacto no siempre es evidente a primera vista. En este contexto, el riesgo no se limita a una filtración directa de información: también alcanza a los outputs de la IA, que, si no son debidamente comprendidos, validados y auditados, pueden traducirse en decisiones de alto impacto con consecuencias significativas. Una exposición indebida o un uso inadecuado de información puede no solo generar pérdidas inmediatas, sino también efectos devastadores en la reputación corporativa y erosionar la confianza de los grupos de interés.
Hoy, la pregunta clave para las compañías es si están preparadas para operar en un entorno donde la tecnología no solo habilita oportunidades, sino que amplifica riesgos. La respuesta dependerá de su capacidad para integrar ciberseguridad, protección de datos y uso responsable como pilares de su estrategia. La nueva realidad empresarial exige asumir que el desempeño digital es tan relevante como el financiero.