Análisis

¿Qué ocurrirá con la generación ‘No estoy ni ahí’ en el plebiscito?

Los nacidos entre 1973 y 1979 –probablemente los padres de los que votarán por primera vez en octubre– son los más desafectados de la política, según el PNUD.

Por: Rocío Montes | Publicado: Sábado 15 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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Los nacidos entre 1973 y 1979 –los que eran adolescentes o jóvenes en los 90, cuando el tenista Chino Ríos hizo famosa la frase “No estoy ni ahí”– son de las generaciones más desafectadas de la política, junto a los nacidos entre 1959 y 1965, de acuerdo a informe “Diez años de auditoría a la democracia, antes del estallido”, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). De este grupo de gente –los que tienen entre 41 y 47 años hoy, aproximadamente–, cuatro de 10 no se identifica ideológicamente ni participa. 

¿Cómo describe este estudio a estos “desafectados”? Publicado a fines de 2019, sobre la base de los resultados de una serie de cinco encuestas nacionales de opinión pública, aplicadas entre 2008 y 2018, dice que son “los más alejados de la política”. Y de mayor a menor grado de cercanía con la cosa pública, los distingue de los “involucrados” (no solo se identifican, sino que también participan), “espectadores” (pese a identificarse políticamente, no participan en acciones políticas) y los “fragmentados” (personas políticamente activas, pero distantes de la política institucional, dice el PNUD, un grupo particularmente poco estudiados,).

De los “desafectados”, la mayor parte corresponde a las mujeres. Se compone principalmente de quienes tienen menor nivel educacional (especialmente educación media o menos) y de residentes en las regiones centrales. “Son quienes menos conversan de política todos los días, que más están de acuerdo con la idea de que los partidos solo sirven para dividir a la gente y que menos ocupa Internet para informarse”, señala en su informe el organismo dependiente de Naciones Unidas. Este grupo de gente, a su vez, es uno de los que menos tiene “involucrados”, es decir, que se identifican con la política y participan.

Los nacidos entre 1973 y 1979 –entre los que probablemente se encuentran padres de los que votarán por primera vez en octubre­–, tampoco participan en organizaciones sociales.

El involucramiento parece depender del período histórico en que las personas fueron socializadas, es decir, de la generación a la cual pertenecen, explica el PNUD. Y la generación “no estoy ni ahí” fue la que era adolescente o joven en los primeros gobiernos de la transición a la democracia (entre Aylwin y Lagos).

¿Votarán en el plebiscito? Difícil anticiparlo ante una elección inédita con muchos flancos abiertos, según explican los expertos: desde 1989 no se realizaba un referéndum constitucional, además de que nos hallamos en medio de una pandemia y saliendo de un estallido social que, justamente, provocó esta posibilidad de cambiar la Constitución. La movilización de este grupo para el 25 de octubre resulta una incógnita, como una eventual caída de participación de los mayores, grupo de riesgo por la pandemia y que, paradójicamente, son los más fieles a la hora de concurrir a las urnas.

Un 36% votó en las municipales 2016

Otro estudio del PNUD, Diagnóstico sobre la participación electoral en Chile, de octubre de 2017 –basado esta vez en registro de votantes y en encuestas de opinión–, muestra que desde inicios de los 90, a medida que la edad aumenta, sube a su vez la proporción de gente que asiste a las urnas.

En la última elección municipal de 2016, por ejemplo, la curva de participación asciende a medida que aumenta la edad de los ciudadanos y hasta alcanzar los 74 años, cuando vuelve a descender levemente. La gente entre 60 y 74 años, por lo tanto, es la que más acude a sufragar, pero al mismo tiempo es, justamente, uno de los grupos de riesgo por el COVID-19. Por esta razón se torna urgente contar con una batería de medidas eficientes y bien comunicadas para que este grupo no dude sobre la conveniencia de ir a votar por temor a los contagios.

El grupo generacional que mayor espacio tiene para crecer en participación electoral, sin embargo, no es la generación del “no estoy ni ahí”, sino precisamente los jóvenes, que tienen las tasas de participación electoral más bajas, de acuerdo a este estudio de 2017. En las últimas municipales de 2016, solo votó un 14% los que tenían entre 18 y 19 años: cuatro veces menos que las personas mayores. Es decir, dice el PNUD, casi 700.000 de estos jóvenes recién salidos del sistema escolar decidieron quedarse en la casa y no sufragar. Si se le suman las personas de hasta 29 años, fueron 3.000.000 los que se abstuvieron. “A pesar de corresponder a menos del 25% del padrón, los jóvenes entre 18-29 años representan el 34% del total de la abstención del país”, indica la investigación.

Y ellos, más los que ahora han cumplido 18, ¿votarán en el plebiscito? La última encuesta CEP de enero informaba precisamente el asunto generacional que se configuraba tras el estallido del 18-0: las respuestas de los jóvenes de 18 a 34 eran de mayor radicalidad con respecto a la violencia, la participación en protestas, la desconfianza en la democracia y las maneras de informarse y formar opinión sobre asuntos públicos. Es, por tanto, una nueva incógnita.

La discusión sobre la participación electoral en el plebiscito probablemente se calentará con los días, a solo 10 semanas del 25-0. Aunque probablemente la tensión entre los sectores políticos estará dada por discusiones sobre su legitimidad –de caer la participación incluso por sobre los ya bajísimos niveles que tiene Chile de concurrencia a las urnas–, la relevancia del asunto no tiene tanta relación con este punto, que desde la política se utiliza según la conveniencia (la actual oposición recuerda siempre que Piñera fue elegido por la mayoría “de quienes votaron”, mientras que la derecha será la que quizá levante dudas sobre la legitimidad del plebiscito si incluso está por debajo del 46% de la última parlamentaria y primera vuelta presidencial).

A los expertos les parece poco probable que en este plebiscito vote menos gente que los mínimos que hemos conocido en los últimos años, como el 36% de las elecciones municipales de 2016, cuya legitimidad tampoco estuvo en discusión. Se trata de una secuencia de constante caída desde el plebiscito de 1989, que no ha sabido detenerse haciéndose cargo de las causas de fondo.

La cantidad de personas que participe del plebiscito de entrada tiene una importancia central por los propios orígenes del Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución: fue la respuesta de la institucionalidad para calmar la perturbación social y conducir de buena forma la energía desencadenada. A un grueso de Chile le convendría, por lo tanto, que hubiese una amplia asistencia a las urnas, algo que todavía no parece en la agenda como un asunto fundamental. Esta cierta inercia podría cambiar –es de esperar– con el inicio formal de la campaña para el referéndum, el 26 de agosto. 

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