La disputa presidencial inquieta en La Moneda
Con la incorporación al gabinete de Allamand, además de Matthei, Piñera hizo una arriesgada apuesta de controlar desde el gobierno los roces entre los presidenciables, aunque es un desafío que no parece fácil, cuando son tantos los que están en la disputa.
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Con el correr de los días se ha ido instalando con fuerza la interrogante acerca de cómo el Presidente Sebastián Piñera enfrentará uno de los conflictos más serios que podría afectar su gestión: la competencia entre sus ministros presidenciables. Era un tema que a él mismo le preocupaba incluso antes del cambio de gabinete, al punto que cuando hace dos meses aparecieron los primeros estallidos de la disputa, lo encaró directamente con los propios involucrados. El criterio que impuso entonces fue que los ministros podían perfilarse, e incluso que era positivo que lo hicieran, pero sin excederse del cumpliendo estricto de las tareas propias de sus respectivas carteras. Con ese esquema, ni sus principales asesores terminan de digerir la decisión de sumar a otro presidenciable seguro, como Andrés Allamand o a una potencial competidora, como Evelyn Matthei, considerando la fuerza política de ambos, menos cuando con ello además descolocó a quien aparecía como su delfín: el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter.
En un intento por explicar los movimientos que hizo Piñera, sus cercanos aluden a que consideró preferible concentrar en el gobierno la competencia, partiendo del supuesto que así la podría controlar mejor, además de ser un aliciente para que los ministros con expectativas presidenciales se jugaran por realizar una buena gestión.
Pero sin desconocer que se trata de una apuesta que podría darle resultados, en La Moneda existe inquietud, sobre todo considerando que a sólo horas del cambio de gabinete, afloraron los primeros síntomas de que la disputa no será fácil.
Hinzpeter: el afectado
Como el principal afectado con el ajuste ministerial, precisamente en momentos en que se cuestionaba la falta de conducción política, el ministro Hinzpeter optó por tratar de recuperar su protagonismo. En lo más inmediato, el principal golpe que recibió fue que con la nominación de Laurence Golborne como biministro, éste pudiera obtener un triunfo político importante si es que aparecía solucionando el conflicto en Magallanes que mantenía a la región paralizada producto del alza del gas.
Cuando éste se aprestaba a viajar a la zona, por orden presidencial, el repentino anuncio de Hinzpeter sin el conocimiento de Golborne- de que el gobierno había decidido aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado, fue mirado con suspicacia, especialmente al interior de la UDI, donde consideraron que se trataba de una medida tendiente a perjudicar las gestiones del biministro. Fue lo que de alguna manera expresó el senador Hernán Larraín, en el Comité Político del lunes cuando preguntó "¿por qué ahora?", dado que los problemas de orden público se arrastraban hacía una semana.
Más allá de la justificación de la medida -que el propio Hinzpeter hizo en ese encuentro y ha reiterado posteriormente- sus cercanos no desconocen que su anuncio pudo haber sido inoportuno, aunque admiten que éste no estaba conforme con la posibilidad de que el ministro más popular del gobierno cosechara los aplausos de un acuerdo producto del diálogo iniciado por su subsecretario, Rodrigo Ubilla. Tanto es así, que el jefe de gabinete se encargó de buscar el respaldo presidencial, lo que culminó cuando, en el mismo instante en que el biministro daba a conocer el acuerdo alcanzado en Punta Arenas, éste bajó junto a Piñera a los patios de La Moneda para destacar que el acuerdo era mérito del gobierno en su conjunto. El apoyo del Presidente a su ministro del Interior en su intento por restarle protagonismo a Golborne, apareció como la primera manifestación de que no necesariamente tiene resuelto el dilema de cómo encarar la disputa presidencial.
El caso Allamand
Con este episodio quedó de manifiesto que Piñera nunca desestimará la especial lealtad que tiene hacia Hinzpeter. Pero esto no quiere decir que, tal como lo hizo al cambiar a su gabinete, prescindirá de consideraciones pragmáticas, como tener en cuenta la popularidad o el peso político de los demás ministros presidenciables.
En ese cuadro, además del golpe que significó darle más preeminecia a Goborne, la incorporación de Allamand al equipo de gobierno, fue considerada casi letal.
Entre las múltiples interpretaciones que se han dado para nombrarlo ministro de Defensa, la más recurrente apunta a que, conociendo sus intenciones de ser candidato, el Presidente prefirió aprovechar la oportunidad que se abrió con la salida de Jaime Ravinet, para tenerlo dentro del gobierno, porque de esa manera podría neutralizarlo e impedir que continuara perfilándose como díscolo.
Pero aun considerando el distanciamiento del propio Piñera con el ex senador, como el que también tiene parte del equipo que lo asesora, en palacio aseguran que en su nominación pesó, además, la necesidad de contar con figuras que pudieran hacer un aporte frente al déficit en la gestión política del gobierno.
La posibilidad de que Allamand comenzara a adquirir más influencia en las decisiones políticas incomodó claramente a Hinzpeter, quien no dudó en rechazar la idea surgida al interior del Comité Político de que el nuevo ministro de Defensa -además de Evelyn Matthei-, pudieran participar en esa instancia, de lo que posteriormente debió retractarse afirmando que podía ser una posibilidad a partir de marzo.
Es que, como indican incluso los cercanos al jefe de gabinete, éste cometió un error al no calcular que podía no ser la idea del Presidente, como de hecho no lo era, al punto que esa misma noche reconoció que estaría atento a escuchar sus opiniones no sólo en Defensa o Trabajo, sino acerca de la marcha general del gobierno.
Esa afirmación presidencial era el preámbulo de la determinación que se estaba incubando al interior de La Moneda, de integrar a lo menos a Allamand a alguna de las instancias de la toma de decisiones políticas.
Fue lo que sucedió, por ahora de manera provisoria, con la invitación de Piñera a que asistiera tanto él, como Matthei, al Comité Político que preside todos los jueves en que participan los ministros de La Moneda, más el de Hacienda.
¿Nuevo diseño?
En palacio aclaran que no se trata de un diseño definitivo, pero sí que responde a la decisión, impulsada entre otros por el ministro Secretario General de la Presidencia, Cristián Larroulet, de que el análisis o el debate político al interior del gobierno, se encauce por canales donde las decisiones puedan ser compartidas.
En este contexto, la opción inicial de Piñera, es contar con el aporte de aquellos integrantes del gabinete que considera que tienen una mirada más política, que con la excepción del propio Larroulet, coinciden con quienes tienen o pueden tener aspiraciones presidenciales. Como primer experimento, en la reunión del llamado "petit comité" decidió que participaran, además de Allamand y Matthei, Joaquín Lavín y Felipe Bulnes --otro potencial presidenciable-- con lo que por su perfil técnico quedó fuera sólo Golborne, por ahora. Con ello, se dio el primer indicio de que Piñera está dispuesto a cambiar el criterio para enfrentar la disputa presidencial entre sus ministros, que no era el que éstos participaran en reuniones en que debatieran las decisiones políticas. De hecho, él reconoce que la fórmula que le acomoda es que se perfilen focalizándose en las tareas propias de sus ministerios, como lo ha hecho especialmente Lavín, con éxitos para el gobierno como la aprobación de la reforma educacional en el Congreso.
Pero la realidad fue más fuerte. Frente a la necesidad de sumar a figuras con más experiencia política, pese a su resistencia inicial, optó por tratar de compatibilizar esa decisión con la idea de controlar la carrera presidencial desde el gobierno.
Ésa fue la apuesta con el nombramiento especialmente de Allamand, la m isma que inquieta en palacio por el temor de que la guerra de protagonismo termine siendo imparable.